CAPÍTULO 11:FUGA

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-Tenemos que encontrar una solución- dijo Tara a la mañana siguiente, cuando les estaban sirviendo el desayuno a base de una pasta marrón claro que nadie sabía lo que llevaba,a excepción del cocinero.
-Sí-respondió Yaro-Pero tengo que reconocer que esta vez no sé nada sobre esta prisión. Nunca suelen encerrar a nadie.
Tras un rato silencio mientras comían a Tara se le ocurrió una idea:
-¿Y se les digo que soy la salvadora de Nerba? Todo el mundo piensa que he fracasado y me dan por muerta, pero ellos saben detectar la verdad. Lo sabrán sin que tenga que enseñarle ninguna prueba, como tuve que hacer contigo.
-No serviría de nada. Ya sabrán seguro que eres la salvadora de Nerba, pero les da igual. Solo les importa que yo he mentido.
-Vaya...Si lo que intentan es mantener el bien en Nerba, no lo consiguen.
-En realidad no pretenden eso. No se sabe por qué lo hacen, ni siquiera para quién trabajan. El rey Escaro no tiene poder sobre ellos. Mucha gente dice que trabajan para Tasin.
-Y claro, tenerme encerrada es un gran punto a favor de Tasin- contestó Tara desesperada.- Tiene lógica. Tengo miedo

Yaro abrazó a Tara para tranquilizarla, y ella se aferró a él.Seguidamente, ambos suspiraron sin saber que hacer. Entonces, Tara se acordó de todo lo que le había enseñado el mago Brillan antes de comenzar su viaje, mucho antes de estar en esta situación. Sabía que no debía revelar a nadie sus poderes, pero, ¿qué podría pasar si Yaro sabía que era una hechicera? Total, el estaba de su parte, ¿no?. Pero, claro, también había alrededor otras personas. Aunque como la habitación estaba a oscuras...si no hacía mucho ruido...nadie se enteraría.

-Yaro, tengo una idea, pero debes escucharme atento- susurró Tara a su oído, dándose cuenta de que por primera vez era ella la que hacía algo y tenía una idea. Ahora se sentía más útil y fuerte que nunca.

-Dime- contestó Yaro.

-No te lo he dicho antes, porque en verdad no debería, pero sé que en ti puedo confiar. Tal vez te has preguntado por qué me han elegido a mí para salvar este planeta habiendo tantas personas en el universo. La razón es porque soy una hechicera. Puedo dominar las fuerzas de la naturaleza y los animales. También conozco algunos de los poderes de los magos gracias al mago Brillan. Es por eso que porto una esmeralda de los magos, aunque no tenga nada de maga. Pero gracias a esto y a mis poderes de hechicera, puedo se algo así como una maga a la mitad.

Yaro en ese momento se quedó sin habla.¿Tara era una hechicera? Él nunca había tenido muchos amigos debido a que en el pueblo todas la madres alejaban a sus hijos de él por su apariencia. Y ahora, su amiga era la salvadora de Nerba. Y no solo eso, encima era una hechicera. Él, tan miserable, amigo de una hechicera. Hechicera...

-Vaya, no me lo esperaba. Es decir, nunca he conocido a alguien que tenga poderes a excepción de algún que otro randu. Ahora, al lado tuyo, me siento un inútil. - confesó Yaro.

-¿Pero cómo puedes decir eso? Me salvaste la vida varias veces, sin ti no podría haber llegado tan lejos. Conoces un montón de secretos sobre Nerba y además, conseguiste invocar a la diosa Esmeralda. ¿O ya no te acuerdas de eso?

-Eso no tiene nada que ver con tener poder o no. Aunque tengo que admitir que no todo el mundo es capaz de hacer lo que yo hice.- dijo Yaro con una sonrisa triunfante.

-Bueno, bueno ahora no te pongas orgulloso. Lo primero es salir de aquí.

-Espera, ¿no se supone que apenas hay hechiceros y magos?

-A mí me dijeron, tanto el rey Escaro como el mago Brillan, que solo hay dos magos en el universo: Brillan y Tasin. Y dos hechiceros: Yo y mi hermano Main. Aunque tengo la fuerte intuición de que no soy la única. Tal vez ellos mismos me lo hayan contado porque es algo que han creído siempre, aunque no sea verdad.

-Qué sabré yo de eso...-contestó Yaro con ironía.- Vamos, si eres un hechicera, haz algo para salir de aquí. Pero más te vale tener cuidado de que nadie se entere.

Tara intentó buscar algo a su alrededor que le pudiese servir. Fuera de la celda donde se encontraban, había una roca de un tamaño algo mayor del de un puño. Eso le dio una idea.

-Ya sé. No usaré la magia, sino la hechicería.- contestó- ¿Ves esa piedra? Forma parte de la tierra, uno de los cuatro elementos. Concentrándome, puedo moverla y hacer que golpee con fuerza el candado para que así podamos salir.

-Es una buena idea. Adelante, el honor es suyo.

Tara se concentró e intentó visualizar en su mente como la roca se levantaba del suelo. Tras varios minutos y un leve dolor de cabeza, la roca se levantó del suelo. Yaro sonrió de alegría, pero Tara estaba demasiado concentrada como para alegrarse en esos momentos. La roca empezó a avanzar hacia ellos lentamente, levando una pequeña nube de polvo a su alrededor. Yaro esperó que ningún preso se diera cuenta. No se fiaba de nadie y, no era para menos, si estaban en la prisión en la que condenan a la gente por mentir.

De repente, la roca se detuvo en seco, justo en frente del candado. Tara se sentía cansada, pues la pasta marrón que habían comido no le daba suficiente energía para realizar sus poderes, sobretodo al ser principiante. Además, había perdido práctica tras tanto tiempo sin usarlos.

 Moviendo su mano, hizo que la roca diese un fuerte golpe contra el candado. Después de ese, dio otros cinco golpes más, y el candado empezó a aflojarse. Yaro esperó que los guardias no se percatasen del ruido ocasionado por los choques de la roca con el candado. El resto de presos ya se habrían dado cuenta, pero como no parecían inmutarse, pensó que tal vez no tenía importancia. No podían saber quién lo estaba haciendo al estar todo a oscuras, además.

Al octavo golpe, este se abrió, justo antes de que Tara cayera rendida en el suelo. Yaro sabía que no tenían tiempo que perder, así que la cogió en brazos y la sacó fuera de aquel cuarto a través de una ventana por donde cabían justo sus cuerpos. Acto seguido saltó él, pero en ese momento se abrió la puerta y tras ella aparecieron dos soldados, uno con un casco que le cubría toda la cabeza y otro era el calvo del día anterior.El que tenía la cabeza cubierta empezó a dar golpes con su lanza mientras el calvo los perseguía. Cinco segundos después, se oyeron más golpes de lanzas y espadas en todo el recinto. Yaro supuso que debía tratarse de una señal de alarma.
Corrieron tan rápido como pudieron. Por suerte, en el prado que había en frente de la prisión se encontraba Blacky, quién los recibió alegremente y, al darse cuenta de lo que sucedía, se dejó montar y corrió lo más deprisa que podía con Tara y Yaro. No muy lejos, se divisaban unas montañas. Cuando se acercaron a ellas pudieron ver un pequeño agujero en la piedra, como una especie de cueva. Blacky se paró frente a él y Yaro y Tara sin pensarlo se metieron en la cueva. Segundos después llegaron los soldados, quienes no podrían pasar por la pequeña oquedad por la que tampoco había podido pasar Blacky, debido al fuerte cuerpo y  gran altura que tenían los soldados. Tara y Yaro pudieron oír sus voces:
- Podríamos esperar a que saliesen. Tarde o temprano tendrán que salir o si no morirán.
- ¡Imbécil!- esta vez Tara distinguió la voz de Sier, el hombre rubio.- ¿No ves que la cueva es muy profunda? Seguramente tenga una salida al otro lado.
Después, escucharon la voz del que les pareció el hombre calvo:
-En fin, ya os daremos caza pequeños embusteros, y no será a esta prisión a donde os llevemos. Más bien tendréis el gusto de conocer al nuevo y gran rey Tasin.- dijo, soltando una risa.

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