CAPÍTULO 3: LA PARTIDA

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Pasaron los meses, y verdaderamente Tara había aprendido muchos conjuros e historia sobre los hechiceros y, sobretodo , a amar Nerba, que a pesar de la nieve que lo cubría, era un planeta verdaderamente hermoso Cuando se aprende magia, se aprende también apreciar la belleza de lo oculto bajo el Mal. Estaba preocupada por su padre, Ania, María, Teo... ¿la habrían dado por muerta ya? Sobretodo se preocupaba por su padre. Había perdido hacía años a su mujer y, ahora, de golpe, a sus dos hijos. Temía porque no lo superara, incluso que llegara a suicidarse por ello. Y eso le hacían ganas de olvidar todo y volver para asegurarse de que estaba bien.

Pero había llegado el momento de cumplir su misión. Y tal vez era mejor acabar todo ese lío cuando antes. Cuando antes cumpliera, antes podría volver a la normalidad. Y negociar con el rey Escaro o quién fuera para encontrar la cura para Main.

 Debería partir en dirección norte, hasta alcanzar el polo donde se encontraba Tasin, escondido y protegido (aunque nadie sabía cómo) de los ataques de los habitantes de Nerba. Estaba asustada, pero a la vez se sentía importante, toda una heroína, y comprendió que esto era mejor que cualquier avión (aunque le seguían pareciendo maravillosos). Se le entregó un animal que era una especie de lobo albino, pero del tamaño de un caballo, de modo que podía montarlo. En una bolsa, llevaba provisiones, un abrigo y una especie de tablilla de cristal que la mantendría comunicada con el palacio real. Antes de partir, pensó otra vez que su familia la daría ya por muerta tras su desaparición y todo lo que eso conllevaba. Le dolía mucho saber eso, pero no podía hacer nada. Ahora no podía echarse atrás estando el futuro de varios planetas en juego. Ya se lo había dicho Brillan. Si quería triunfar, debería olvidarse muchas veces de ella misma, ya que eso entre sociedad resulta casi egoísta, y centrarse en asuntos básicos e importantes para todos. Asintió, con recelo. Se consolaba en que al final esto acabaría.

Se despidió de forma solemne del rey Escaro y la princesa Cirí. Brillan le dio unas últimas indicaciones, aunque confiaba en que estaba totalmente preparada. También dio un abrazo de despedida a Lina y Munet, las dos criadas que le habían atendido desde el principio y a las cuales les tenía aprecio, en especial a Lina, quien había escuchado y comprendido toda su historia y sentimientos.  Pero tampoco se olvidaría de Munet, que con preparados de hierbas y cuentos, la hacía dormir cuando la nostalgia la hería, y le hacía soñar que todavía era una niña pequeña acunada por su madre.

Su primeros pasos por aquel planeta fueron a través de praderas cubiertas por la nieve. No había ninguna planta, tan solo, si acaso, algún árbol grande y solitario rosado.  No obstante, le parecía un paisaje hermoso, inimaginable. Y eso sin contar los asombrosos animales que veía: Lagartos gigantes blancos, aves coloridas como el arcoíris que destacaban demasiado en ese paisaje demasiado pálido. y pequeñas culebrillas  doradas y brillantes. No era como un paisaje de un cuento de hadas, era mejor. Le hubiera gustado que lo hubiese visto su hermano Main. En ese momento se acordó de él y pensó que tal vez habría despertado ya. No sabía que era mejor, en el fondo deseaba que despertase, pero no se podía imaginar el dolor de su hermano al descubrir nada más despertar que su hermana había desaparecido o que estaba muerta. Se acordó de Ania, María y Teo. Ellos también la echarían de menos, o eso esperaba. Sí, estaba segura de que eran sus amigos, la echarían de menos. Y como no, de su padre.

Como desearía decirles a todos que estaba bien, disfrutando de este gran paisaje.

Ahora, a lomos del gran lobo albino, no podía hacer gran cosa que cabalgar y pensar. Se preguntó cómo sería Tasin. ¿Sería un ser monstruoso como en las películas de terror? A lo mejor era una persona normal, solo que malvada. ¿O sería semejante al mago Brillan pero con poderes perjudiciales? Bueno, esta última pregunta estaba clara, dado que los dos eran magos. Tal vez era un poco pronto comenzar a pensar en ello, pues solo llevaba dos horas de viaje y, según Brillan, el viaje le llevaría dos semanas. Eso siempre que no se parara demasiado y no tuviese complicaciones.


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