CAPÍTULO 30:VERDADERAS MENTIRAS Y FINAL

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Alnián, Main y Tara si dirigieron hasta la comisaría, donde Tara, después de soplar disimuladamente los polvos mágicos, relató exactamente la misma historia que a su padre, inventando también rápidas respuestas lógicas cada vez que le preguntaban. Al terminar, una agente, el cuál aparentaba unos cincuenta y cinco años, le preguntó:

-¿Recuerdas el aspecto del hombre que te secuestró?

-No, porque no lo vi.- respondió Tara- Por el día siempre llevaba una máscara y por la noche, que era cuando me abusaba o me traía comida, siempre estaba oscuro y no podía distinguir bien sus rasgos.

-Vaya. Vas a estar difícil la investigación. Sin embargo, no se preocupen, lo intentaremos. Ese hombre no escapará tan fácilmente.

-Gracias por todo.- respondió su padre.

- Gracias a ti por informar de casos como este.

Después de que le realizarán unas cuantas fotos a Tara para renovar su documento de identidad, el padre y los mellizos volvieron hacia el lugar donde estaba aparcado el coche.  Vieron a tres jóvenes sentados en la acera, justo al lado del cochede Alnián. Un chico de pelo negro bastante alto, una chica rubia y muy blanca y una chica morena.

-¡Tara! ¡Main!- gritó la chica morena.

-¡Ania!

Eran ellos, los tres mejores amigos de los hermanos: María, Ania y Teo.

Miles de gritos, saludos y abrazos después, Teo dijo:

-Pensábamos que no volveríamos a veros. Hemos venido aquí porque empezaba a correr el rumor por el pueblo de que habías aparecido. Pero, Main, chaval, ¡no me imaginaba verte también a ti!

-¡Pues aquí me tienes!- dijo el chico, con una sonrisa.

En total, eran un grupo de cinco amigos. De ellos, Main y Teo siempre habían sido mejores amigos.

-¿Qué te ha ocurrido?- preguntó María refiriéndose a Tara.

-Os prometo que os lo contaré. Mañana el instituto, y así de paso también lo cuento a los demás compañeros.

-No podrás tenernos con la duda hasta mañana.

-No sé si podré, pero os lo pido. Estoy cansada y no tengo ganas de contar de nuevo la misma historia.

Los tres chicos asintieron. En verdad, Tara no estaba mintiendo del todo. Durante toda su aventura en Nerba no había dormido mucho y estaba cansada tras tanta emoción. Además, ya no le quedaban polvos, y debía hacer más esta noche para tenerlos listos para mañana. Necesitaría mucho, si pretendía engañar a sus profesores, compañeros, amigos, director...

"Tal vez le pida Main que me ayude"- pensó.

La noche cayó y, tras cenar, Main y Tara se fueron a dormir. La primera vez que dormían en su propia cama desde hacía muchísimo tiempo. Su padre, al tenerlos de nuevo junto a él estuvo un largo rato entre las dos habitaciones observando desde la puerta a sus hijos dormir.
"Mis preciosos hijos. Os quiero. Y Seza también os quería." -pensó.
Sin embargo, aunque su padre creía que dormía, Tara no lo estaba completamente. Tenía los ojos cerrados y estaba tumbada. Estaba también inconsciente, pero su mente estaba más allá.
Mientras dormía, soñó con un bosque. Sintió una presencia. Un alma pura y valiente podía percibir en lo más profundo de su corazón. La notaba. Estaba allí. Y la detectaba con todos sus sentidos.
-¿Hola?-preguntó en el sueño. Aunque, a pesar de estar dormida, ese sueño era más realidad que imaginación.
Una sombra. Una sombra de forma irregular se acercaba a ella. A lo lejos, parecía una simple mancha. Pero, a medida que se fue acercando, pudo distinguir la silueta de una persona. Sintió su voz dulce en su mente.
-Tara...
-¿Quién eres?- preguntó la chica con miedo.
-Ya me conoces.
Y en ese momento , Tara distinguió su voz. Esa voz suave , tal vez un poco grave. La voz típica de un chico adolescente. La voz de la persona que tantas veces le había salvado la vida.

Yaro.

Al darse cuenta de que era él, quiso correr a abrazarlo. Pero no pudo. Yaro solo era un alma, incapaz de tocar. Solo de oír.
- No entiendo... -dijo Tara.
-Soy Yaro, pero solo en alma. Por unos pocos conocimientos de magia que el viejo Auno me enseñó, he conseguido mover mi alma hasta tu mente. Mi cuerpo permanece en Nerba. No podía vivir el resto de mi vida sin ti.
-Ni yo. Pero, no entiendo qué has hecho. No conozco esa magia.
-A ver, es difícil de explicar. Pero, para que te hagas una idea, puedo manejar y transportar mi alma de un lugar a otro mientras mi cuerpo permanece dormido.
-Resulta ahora que puedes hacer cosas chulas.
-Supongo que sí.- respondió el chico con una sonrisa.- No eres la única.
Tras un silencio entre miradas, Tara rompió la tensión:
-Pero, dime,¿ por qué lo has hecho? ¿Y por qué no me has dicho que podías hacerlo hasta ahora?
-El señor Auno me enseñó la poca magia que sé. Pero hasta esta tarde no le di importancia. Nunca fui capaz de utilizar todos esos conocimientos hasta ahora. Supongo que porque no tenía un motivo real. La verdad es que no sé muy bien la razón. Pero ahora sí lo tengo. Y eres tú. Porque yo, Tara, no puedo imaginarme vivir el resto de mi vida sabiendo que jamás volveré a verte, que tendré que conformarme con los recuerdos.

Tara no podía creer lo que veía. Esta misma mañana estaba despidiéndose de todos con gran tristeza, especialmente por Yaro. Él era algo más que su amigo. Juntos habían completado la misión, se habían ayudado el uno al otro, se habían apoyado, sin separarse en un solo momento. Comprendió entonces, justo en ese momento, que ella no había salvado Nerba. Nunca había sido ella sola. Ellos dos, Yaro y Tara, lo habían hecho. Porque, si no lo hubiese conocido aquella vez en las montañas, cuando le salvó la vida mientras tenía la pierna rota y cuarenta grados de fiebre, ahora Nerba siguiría bajo la nieve, Tasin ciego por la maldad, Miala invisible y ella... Ella sería ya una capa más del suelo bajo la espesa nieve.

-Gracias- susurró junto al oído falso del alma del chico.

-Nada, tampoco ha sido tan difícil. Auno enseñaba muy bien...

-¡Por eso no, tonto!- rió Tara.- Te doy las gracias por haber salvado Nerba.

Yaro se quedó quieto, mirando a Tara.

-Pero eso debería agradecértelo yo a ti.

-No.- Tara dibujó una sonrisa humilde. Para ser un sueño, esto era bastante real.- Sin ti, no hubiese sido nada. Tú me salvaste. Tú completaste la misión igual que yo, aunque no fueses el elegido.

Yaro, al no saber que decir, hizo ademán de abrazarla. La chica, por su parte, dejó que el alma de Yaro rozase su piel y su pelo. Podía sentirlo. No era como abrazarlo en la vida real, pero era tal vez mejor. Podía sentir en el sueño el alma de Yaro acariciar la suya. Porque en ese momento no eran dos jóvenes que se abrazaban, sino dos almas. Dos almas que habían sufrido y luchado lo mismo por un mismo objetivo.

-No puedo creer esto.- dijo Tara.

Yaro entonces rompió el abrazo y agarró una piedra azul que llevaba colgada al cuello por un cordel de plata.  Delicadamente, se quitó el colgante y se lo puso a Tara.

-Es un zafiro. Me lo dio la diosa Zafiro justo después de tu partida. Siempre que lo lleves puesto, podrá conectarse con el mío.- el chico entonces se señaló el colgante exactamente igual, oculto por su camiseta hasta ese momento.- Podremos comunicarnos con la mente. Cada vez que me necesites, solo tendrás que llamarme.

-Y tú también me llamarás a mí cada vez que me necesites- dijo Tara.

-Sí, también. Nos mantendrá conectados. Juntos para siempre. Ahora, descansa.

Yaro entonces retrocedió hasta perderse entre los árboles del profundo bosque en el que se encontraban. Tara le despidió con la mano, mientras Yaro le sonreía. Después de que el chico cayera al suelo, Tara cayó de rodillas, y se dejó llevar por el cansancio. Aquella noche no durmió tampoco en su cama de su dormitorio, sino en un bosque sagrado custodiado por el alma aquel chico.

Sabiendo ya que nada podía pasar. Mañana, contaría una mentira que se convertiría en realidad. Los siguientes días, seguir su vida normal enseñando a su hermano Hechicería y Magia.

Pero siempre con Yaro. Él era al chico al cual amaría con todo su ser en un futuro. Porque, a pesar de la distancia, ellos habían nacido para estar juntos. Como una sola alma, un solo mundo, un solo planeta.

Para siempre.

FIN

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