Capítulo 25

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¡No podía ser verdad!

Aquello no podía estar sucediendo...

¡Por el cielo santo, no!

Huyó hacia la salida, tambaleándose y chocando con todos los invitados que se topaba a su paso. Tuvo la mala suerte de tropezar con un camarero que llevaba una bandeja de platos, quien perdió el equilibrio y volcó todo derramándolo en el suelo.

Siguió su camino con las protestas resonando en sus oídos. De todas formas no podía disculparse. Si abría la boca en ese instante, no saldría de ella precisamente un "lo siento mucho" y desde luego, vomitar sobre los asistentes a la celebración no ayudaría a su causa.

¡Maldita sea!

¿Por qué allí? ¿Por qué en la cena de sus padres? ¡En su propia casa! ¿Cuántas posibilidades había de que ocurriera tal cosa? El destino se lo estaba pasando en grande a su costa, eso era seguro.

¡Maldición! Tenía que salir de ahí.

Sin embargo cuando logró llegar hasta la puerta alguien la detuvo.

Era su hermano.

–¿Ashley, estás bien? ¿A dónde vas?–

Ella negó y procuró mantenerse bien apartada de él.

–Tengo que irme– susurró. Iba a vomitar ahí mismo. –Me encuentro mal, hazte a un lado, Andrew– exigió con las lágrimas derramándose por sus mejillas, incapaz de mirarlo a la cara.

Totalmente desconcertado, Andrew dejó que se marchara.

En un dos por tres, Ashley salió de la casa.

Su cerebro, sus emociones, cualquier respuesta... Todavía no lograba recobrarse del miedo que Jason Statham y su presencia le provocaban.

Cuando bajó los escaloncillos, tuvo que llevarse ambas manos a la boca para contener las náuseas.

Una espantosa debilidad invadió su cuerpo, y comenzó a ver negro.

La inundó un sudor frío y notó las manos heladas. Incluso permanecer consciente resultaba una dura batalla.

La realidad de lo ocurrido en su luna de miel en Río la devastó de nuevo. Los recuerdos habían estado acechando como un depredador, listos para atacar y desbaratar su frágil equilibrio, pero no podía flaquear. ¡No podía desmayarse! Tenía que controlarse... Tenía que...

¡Oh, por el cielo santo! Iba a desmayarse, lo sabía...

Una sensación semejante a la que sintió cuando aprendió a nadar se apoderó de ella. Como si luchara por respirar, hasta que la voz firme y protectora de Zac la hizo volver a la realidad.

–¿Ashley?–

Ella se giró para mirarlo.

El alma de Zac cayó al suelo en cuanto la miró de aquel modo. Pálida, temblando y llorando.

–¿Ashley, estás bien? ¿Qué ha pasado?– cuestionó consternado.

–¿Za...Zac?– la voz apenas y se le escuchaba. –No me siento bien... Estoy... estoy muy mareada–

Pero antes de que alguno de los dos pudiese hacer algo, Ashley corrió justo a tiempo hacia uno de los arbustos de su madre, inclinándose para vomitar incluso hasta su primera papilla.

De inmediato Zac corrió a su lado, y se mantuvo ahí aferrando a su mujer rodeándola con su brazo de las costillas como si fuese una muñeca de trapo, y sujetándole el cabello con la otra mano, mientras ella seguía vomitando.

Paz Robada® (Zashley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora