9. Celos.

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Carolina sonrió, recodando esos buenos tiempos, en los que por suerte, había conocido a Agustín.

—Bueno, da igual, yo quiero acompañarte. Además, tengo mis cursos de autodefensa. El único que puede tocarme el culo eres tú —sonrió.

—Eso ni lo dudes. Es que si te ponen la mano encima, ni autodefensa, ni mierdas. Siempre llevo mi estimada Gamo.

—Que miedo.—dijo Carolina riendo. Agustín alzó una ceja, terminándose su café. Carolina le acarició una de las mejillas. —te amo, mucho, mucho mi vida.—Agustín sonrió.

—¿Vamos? Cuanto antes lleguemos a mi oficina, antes terminaré de pelearme con los que terminen.

—Eres un celoso terrible, bobo.—dijo Carolina besando su frente.

—Voy a pagar, y ahora vengo, y...me enseñas tu oficina.—sonrió y se levantó, yendo hacia el mostrador.

—Ah no. Pago yo.—se quejó Agustín.

—No, yo.

—No. Yo.—dijo él adelantándose.

—Señora.—dijo Carolina, alcanzándole un billete de veinte dólares.

—No lo acepte, cóbreme a mí.—dijo Agustín, sacando de su billetera uno de veinte, también. La cajera los miraba confundida.

—No, no.—Carolina lo intentó empujar, pero no podía. Así que Agustín la agarró de la cintura, dejando su billete en el mostrador y agarrando el de Carolina, y se lo llevó.

—¡Quédese con el cambio!—dijo llevándose a Carolina fuera del Starbucks.

—Enamorados...—susurró la cajera mientras los veía irse.

—Eres malo.—dijo Carolina intentando zafarse del agarre de Agustín. Abrió la puerta del auto y la metió en el copiloto. Ella pareció molesta. Agustín se metió en el piloto y encendió el motor.

—No te enojes cariño.—se inclinó, poniendo cara de niño bueno y besándola en su mejilla. Carolina suspiró.

—Es imposible enojarse contigo.—sonrió y puso la mano en el cambio de marchas. Como solían hacer, conducir juntos...cuando Agustín cambiaba la marcha, cuando ponía la segunda, o la tercera quizá, lo hacia junto a Carolina. Su mano, siempre seguida de la de ella.

Aparcó en un callejón sin salida.

—Eh...—Carolina tuvo un estremecimiento. —esto está un poco... dejado.

—Las apariencias engañan...—canturreo Agustín. Salió del coche y Carolina hizo lo mismo. Él la tomó de la mano, entrelazo los dedos de la suya, con los de Carolina. Se acercó a una puerta con un aparato en el lateral, y marcó, dos veces seguidas O2O4. La puerta hizo un pitido agudo, Agustín empujó, primero hacia él, y luego hacia adentro. —Vamos.

—Si que es fácil entrar, entonces.—sonrió ella.

—Am...—Agustín rió ante su comentario. —¿Eso piensas?—le dijo haciendo un gesto hacia la siguiente puerta de metal que había delante de sus narices.

—Oh...—suspiró ella. Encima, la vigilaban cuatro guardaespaldas bien puestos.

—Buenos días, señor Bernasconi.—dijo uno de ellos, mirando a Carolina. Hizo un gesto interrogativo.

—Es mi esposa.

—No tiene acceso a la agencia...—dijo el otro agente, armado con un buen rifle moderno.

—Déjala pasar, va conmigo, sabe quien soy.—sonrió cínicamente. El agente suspiró y marco unos botones rápidamente,  de una maquina lateral. Las puerta se abrieron. Y todo apareció. Agustín tiró de Carolina, suavemente, quien se había quedado embobada. Todo era tan grande, tan increíblemente blanco, hermoso. Espacioso. Con gente ajetreada en el interior.

—Buenos días, Agus.—saludó una secretaria de más o menos de la edad de Carolina. Guapa. Demasiado. Carolina la miró mal. —Buenos días, señorita Kopelioff.

—Buenos días, Chiara.—le sonrió a ella también. Unos metros más adelante...

—¿Cómo sabe mi apellido esa zorra?

—Esa zorra...—suspiró Agustín. —es mi prima. Y trabaja para la agencia, como secretaria. Y sabe tu apellido porque le sonsoqué de que me iba a casar.—Carolina quedó de piedra.

—Oh...lo siento.—se disculpó Carolina. Agustín rió.

—No pasa nada, amor. Ya veo que no soy el único celoso.





[🌹]

🍌¡Hola bananas!🍌

¿Cómo están?❤

Espero que bien.❤

Aclaro; Agustín y Carolina actualmente (en la ficción) están viviendo en Los Ángeles.🏰

Meta; 105 votos y sigo.❤

Las ❤☺.

Piglet🏰❤

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