6. Juegos sexuαles.

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Carolina le dio un beso de buenas noches a Emma y se fue hacia la cocina. Aún llevaba el vestido de cóctel puesto. Solo esperaba llegar a su habitación para quitárselo. Terminó de recoger algunas cosas y se fue a el cuarto. No llegaba a la cremallera del vestido, antes Agustín le había ayudado a subirla...y de que manera. Sonrió.

—¿Agus?—dijo quitándose los zapatos de tacón y dejándolos encima de esa moqueta color granate. Agustín amaba el color granate para adornar su habitación... matrimonial. Pero su color favorito era el verde. Rió. ¿A qué venían esos pensamientos? —¿Agustín?—no aparecía. —Niño, ¿dónde estás?—anduvo descalza buscando en el baño, en el salón, bajando las escaleras de nuevo. Pero no lo encontraba. —¿Dónde se habrá metido?— suspiró, entrando de nuevo en la habitación e intentando desabrocharse el vestido, de nuevo.

—¿Con que niño,eh?—sintió que alguien la toman fuerte de las manos. Tuvo un escalofrío al notar el duro cuerpo de Agustín. Y como su torso, obviamente desnudo, rozaba su espalda descubierta. Una cachetada, dura, hizo que diera un respingo.

—¡Agustín!—se enojó ella.

—Ah, ah...no se queje señorita.—Agustín bajó la cremallera del vestido, sin dejar de tomarla, fuertemente por las muñecas. —su novio me dijo que se ha portado mal...últimamente ha dicho muchas mentiras...—sintió su aliento, próximo a su cuello, y sus labios, rozándolo. —por eso ha enviado al agente Agustín a detenerla.—tiró más de sus manos, hasta que Agustín tuvo que arquearse un poco. Una vez, el vestido ya en el suelo, Agustín le tapó los ojos. —no puede ver, ni tocar nada. Nada. Sino cumple, será castigada...—dijo Agustín. Carolina esbozó una sonrisa. Era la primera vez que él y ella empleaban ese tipo de juegos, pero, Dios, como la había excitado. Agustín la tumbó en la cama. Alzó sus brazos por encima de su cabeza y Carolina escuchó como algo se cerraba alrededor de sus muñecas. Tiró y escuchó como las cadenas se tensaban. Sin dejar que pudiera mover mucho los brazos.

—¿Me has atado?

—¿No lo nota?—Carolina se mordió el labio. Agustín la trataba de usted, como si fueran dos completos desconocidos. Eso la puso mucho. —y tanto que no lo notó. —sonrió.

—¿Con que quieres jugar, eh?

—No hable.—se limitó a decir él. —sino, será castigada...—en esa última oración, sintió como a Agustín se le escapó la risa.

—¿Y que me hará policía?—dijo, siguiéndole la diversión. Agustín no era así, antes. Pero de todas formas, la enamoraba. Siempre, desde siempre. El Agustín del principio de su historia, frío y malévolo. Y el Agustín de ahora. Romántico. Pasional. Salvaje, siempre lo había sido. Sintió el peso del cuerpo de Agustín encima, y como algo frío rozaba su muslo. Algo tenso, duro, de tacto de cuero.

Tragó saliva.

—¿No iras a...?—murmuró ella. Agustín pulsó sus labios con un dedo, haciéndola callar. Él sonrió y se inclinó hacia ella.

—Cuando le duela, paro.—susurró en su oído. Y rozó el lóbulo de la oreja. Carolina se arqueó, como señal de que le gustaba. Sintió como Agustín paseaba su juguetito por sus piernas hasta llegar a su objetivo. Rozó su vagina con la correa. A la vez, sentía el aliento de él, clavado en su cuello. Todo aquello, nunca hubiera pensado que le gustara. Pero sí, Dios, así era, la ponía al cien, él la ponía al cien. Agustín arrancó su sujetador. Carolina sintió frío. Se le erectaron al momento. Seguía sin ver nada y eso la incomodaba. Quería verlo, quería ver que hacia. Pronto sintió un pequeño tirón en los pezones.

—¡Agustín!—no se lo esperaba. Y fue más por la sorpresa que por el dolor. Sintió como una fina cadena resbalaba por su entre pecho hasta quedar en un lateral de su cintura. Sintió los besos de Agustín, rodeando aquellas pequeñas pinzas que tiraban de sus sensibles pechos. —mierda...

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