Capítulo 2.

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Agustín se rió.

—Es que mi amor, nunca has entrenado conmigo.

—¿Y para qué quieres que entrene contigo? —dijo Carolina recogiéndose las mangas de su jersey.

—Es excitante ver a una mujer como suda... practica ejercicio.

—Y será que a mí no me has visto haciendo ejercicio —se rió. —Encima de ti.

—Eres una malpensada, ¿lo sabías?—dijo Agustín golpeando de nuevo el saco de boxeo. Entonces se lo alcanzó. —Vamos, dale.

Carolina se retiró y dio una patada. Agustín entre abrió la boca.

—¿Es que no recuerdas la que te di en las pelotas? —dijo arqueando una de las cejas. —Vamos mi vida, cierra esa boquita. Te dije que había ido a clases de auto-defensa.

—¿Teniéndome a mí?

—¿Perdona? Será que no me he sacado las castañas del fuego yo sola.

—Tienes razón. —se inclinó para besar sus labios. —Vamos nena, quiero ver como golpeas fuerte este saco de boxeo.

Lo agarró con las manos y se lo ofreció a Carolina. Ella le dio un par de golpes. Agustín se rió.

—Más fuerte ¿es lo único que sabes hacer? —dijo divertido. Carolina se molestó. Agustín sabía como picarla, lo sabía perfectamente. Se alejó un par de pasos y le dio otra dura patada. La cadena que sostenía el saco de boxeo se saqueó con brutalidad.

—Dios mío, le diré a Snade que te contrate —sonrió Agustín.

—No gracias, ya tengo suficiente con mi clínica. —le guiñó el ojo a Agustín y cogió la cantimplora de él, dando un par de tragos.

—¿No te lo imaginas? Trabajar juntos tú y yo...

—Te echarían a ti y se quedarían conmigo —se burló Carolina.

—¿Perdona? —Agustín simuló ofenderse.

—Es broma, cariño —se giró y se fue hacia la puerta. —Voy a duchar a la niña, ya son las ocho y aún tiene que cenar y ponerse a dormir. —suspiró.

—¿Te he dicho alguna vez que eres la madre perfecta para mis hijos?—Carolina arqueó la boca.

—No —mintió, poniendo una expresión de decepción.

—Mentirosa. —Agustín se mordió el labio. —Verás cuando te coja, te castigaré por decir mentiras —Carolina sonrió negando con la cabeza. Desapareciendo por la puerta y regalándole el último meneo de caderas.

{...}

Agustín entró a la habitación. Frotándose la cabeza con fuerza, con una toalla ya algo húmeda por su propio cabello. Sólo llevaba puesto el pantalón de pijama. Sin nada abajo. Creía que era mucho más cómodo. Se encontró con una imagen enternecedora. Emma estaba tumbada encima de Carolina, con un libro en manos; La Caperucita Roja. Lo ojeaba, pasaba las páginas con sus pequeñas manos, mientras que Carolina, se había quedado dormida.

—Ven acá princesa —susurró Agustín. —Vamos a la cama —la agarró con cuidado, para no despertar a Carolina y la llevó a su habitación.

—Papá, leéme —le pasó el cuento.

—¿No te lo leyó ya mamá?

—Sipi, pero yo quiero que lo hagas tú ahora —Agustín adoraba su manera de cambiar simples palabras como “sí” a “sipi”.

Pero luego te duermes ¿eh? Mira que ya es tarde —le sonrió, acariciándole el cabello, y ella también sonrió.

—Pero mamá siempre me hace una trenza antes de dormir. Yo quiero una trenza, sino, no —dijo mirando a Agustín.

—Bueno, intentaré hacértela yo—sonrió, agarrando el libro. —Vamos a ver. —aclaró su voz y empezó a leer.

—No, no lo haces bien. —dijo Emma haciendo puchero.

—¿Cómo que no? —dijo Agustín arqueando una ceja.

—Mamá pone voces —Agustín se quedó pensando. Ahora tenía que poner vocecitas a los personajes.

—Mamá, mamá, voy a la casa de la abuela. —dijo Agustín poniendo una voz aguda. —Pero ten cuidado hija, por aquí vive el lobo feroz —Emma se reía. Agustín se rió a su vez y siguió explicándole el cuento, que su pequeña escuchaba con atención. —Abuela, ¿por qué tienes esos ojos tan grandes?

—Es el lobo papá, no dejes que se coma a Caperucita —dijo Emma poniéndose las manos en la cabeza. Agustín se rió y siguió contándole el cuento. —Ahora Agustín va al rescate.—sonrió Emma.

—¿Agustín?

—Sí, mamá y yo le pusimos tu nombre al cazador —Emma hizo una cara graciosa.

—¿Por qué? —se extraño Agustín, divertido.

—Porque tú la protegiste a ella, como el cazador a Caperucita —sonrió coqueta y siguió mirando, distraída, los dibujos del cuento. Agustín negó con la cabeza. Carolina, siempre Carolina con sus cosas únicas e inimaginables. Pero ese simple hecho hizo que recordara el principio de la historia de los dos. Lo mucho que había cambiado, gracias o a causa de ella. Y todo lo que había dado, todo lo que la amaba.

—Vamos enana, a la cama.

¡Hola bananas!😝❤

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¡Hola bananas!😝❤

Les vengo a bendecir su inicio de fin de semana con este hermoso capítulo.😍

Lo amaron, yo lo sé.😊❤

Ahora cuentenme; ¿como estaaaan?✨❤

¿Que les pareció el final de la segunda temporada de Protegeme?

¡Los leo!❤

Y recuerden...

I say bananas🍌❤
{Sólo las Camren Shippers entenderán💔}

Las amo infinitamente❤

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