Fuera de casa

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Me dirijo a los hangares y veo a Ambicatus esperándome con un poco de enfado.

—Ese fue un cometido muy imprudente de tu parte.—Me dice él.—¿En qué pensabas? ¿A dónde crees que vas?

—¿No es obvio?—Le respondo con otra pregunta y me vuelvo hacia Shadow.—Introduce las coordenadas.—Él asiente y se dirige hacia los controles.

—No vas a ir a ningún lado. El general Anubis va a partir y tú vas a respetar la decisión del consejo.

—No pienso hacerlo.—Le digo con un tono bastante relajado y desinteresado.

—Deja de caminar. ¿Quieres detenerte un momento?

—No.—Le digo y subo a un juggernaut.—Todos listos. Vámonos.

El juggernaut se eleva, el portal se enciende y lo atravesamos.

En frente hay un campamento de los que parecen ser los arcadianos. Guerreros peludos con dos patas y dos brazos. Con una melena rodeando su cuello y una pequeña armadura cubriendo su pecho y un taparrabos metálico su cintura

Un Drenix se para encima de mi contenedor y lo carga hacia el campamento arcadiano.

—Señor. La orden de los centuriones ha llegado.—Informa un soldado que parece ser menor.

—Bienvenidos centuriones.—Nos dice un soldado mayor a Shadow y a mí con los brazos abiertos.—¿Es esa la orden completa? ¿Como lo pedimos?

—Siga soñando, soldado.—Le respondo mientras camino.—Solo es un tonto campamento angelical. Quiero hablar con su líder.

—Soy el general...

—Ah claro, Boil, lo sé.—Lo interrumpo.—Necronum aún le guarda algunos rencores por haberle dado la espalda.

Algo me dice que no me voy a llevar muy bien con el gatito.

—Nuestra relación nunca fue la más estable, señor.—¿En serio? No lo sabía. Necronum es bueno ocultando relaciones inestables que lo llevan a mencionarlo cada maldita sesión de consejo.

—No estoy diciendo que no me interesa... pero no me interesa.—Ya lo sé. No necesito que me lo vuelvan a repetir.

—No es cierto. ¿Seguro de que es usted quien recibió la orden?—No, pero llevo tiempo sin hacer nada interesante. Quería pisar un campo de batalla.

—Cambié una noche placentera por venir aquí. Pude divertirme más, pero elegí venir aquí. Ya llevaba tiempo sin ver una buena porción de ángeles muertos.

—Ay no.—Murmura indignado.—¿Que clase de soldado mandó la orden? Yo soy el líder de los arcadianos, así que le voy a tener que pedir un poco de respeto de su parte.

—Que bien. La orden mandó a la clase de soldado que mientras usted intentaba dialogar con él, mandó a los juggernaut a acabar con los profanadores.

—¿Que hizo qué?—Me pregunta alterado.

—Mire el otro lado de las montañas.—Le pido y él sale del puesto, ambos nos dirigimos hacia la cima de una montaña y logramos ver el combate que se está desarrollando al pie de las montañas.

Desde la cima, el arcadiano observa a los dragones destruyendo el campamento, a los reaper en un muro de escudos alrededor del campamento, evitando que los ángeles salgan corriendo y a los drenix por el aire.

—De nada.—Le digo, coloco una mano en su hombro, me doy la vuelta y regreso al campamento arcadiano, él me sigue y entramos a su puesto.

—¿Qué puedo hacer para agradecerle, general?—Me pregunta bastante preocupado, cosa que consideró innecesaria. Igual no importa.

—Dieciocho legiones, la suya entre ellas. No más, no menos. Diecisiete y la suya.—Fin. No está a discusión.

—Es más de lo que le puedo ofrecer, pero...—Un portal que sospecho es de los centuriones se abre y el arcadiano sale.

—Bienvenidos, centuriones. Soy el general Boil.

—Saludos, general Boil. Los centuriones hemos venido a ayudar. Soy el alto general...—Salgo del puesto del general Boil y cruzo miradas con Anubis.—No es cierto.

—Anubis. Que buena sorpresa.—Creo que mi sarcasmo está mejorando. Bueno, Anubis lo decidirá.

—¿Qué haces aquí?—Me pregunta él con rabia calmada.

—La verdadera pregunta es ¿qué haces tú aquí?

—Vine a ayudar a los arcadianos.

—Demasiado tarde. Los ángeles ya se extinguieron aquí.

—Ay no. Pero me encomendaron la misión a mí.—Reclama.

—Sube la montaña y júzgalo por ti mismo.—Tarán. Espero que le guste.

Anubis sube y se queda contemplando un momento el valle en llamas, da algunas vueltas por ahí, baja y se para en frente de mí.

—Ambicatus va a estar furioso.—Que bueno.

—Bueno.—Digo.—Ya terminamos aquí. Shadow prepara a las legiones para volver. General Boil, sus legiones seleccionadas pisarán Anagantios por primera vez y Anubis, lamento que hayas venido a lo puro estúpido.

—Supongo que soy yo el que le dará el reporte a Ambicatus.—Me dice y yo asiento. Él arquea su ceja y pone un gesto de disgusto.

Los portales se abren y nosotros los atravesamos. Boil se queda parado a un lado del portal que atravesó y contempla la colosal base que hay en Anagantios para la orden.

—Alto general Anubis, se solicita su presencia en la sala de consejo.—Vocean las señales.

—Suerte campeón.—Le digo y me vuelvo hacia Boil.—Usted y sus legiones síganme.—Él asiente y se coloca atrás de mí. Salimos de la sala de portales y me separo de mis legiones, Boil no ha quitado esa cara de estúpido desde que llegamos a la base y no es que sea de mi agrado.

Al llegar al castillo de Satán, les pido a las tropas de Boil que esperen en la entrada y me llevo al general. Lo conduzco por algunos pasadizos y llegamos a la sala de consejo. Ahí, los altos generales esperan con sus mejores caras de estar hartos y cuando ven entrar a Boil, las quitan.

—Debo admitir que lo ha hecho bastante bien, general Sunktum.

—General Boil.—Le digo.—Sea bienvenido a la orden de centuriones.

—Sea bienvenido a la orden de centuriones

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Poder y Gloria #3 - El JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora