Infiltrados

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Me dirijo hacia los hangares para salir al planeta pretor que los superiores de Katma nos van a brindar para reunir a la orden antes de atacar al ejército de Demogorgón y terminar con la guerra, me encuentro con Shadow y él me detiene.

—¿Qué sucede?—Le pregunto.

—¿Está seguro de que colaborar con los justicieros está bien?

—No del todo, pero creo que son confiables. Vi como mataron a Straitot. Eso me es suficiente para saber que están de nuestro lado.

—A mí no me sería suficiente.

—¿Por qué tienes que dudar de ellos?

—¿Porque asesinaron a millones de nosotros durante diez mil millones de años, tal vez?

—Y nosotros a millones de ellos en el mismo tiempo. Ellos no conocían los verdaderos planes de Demogorgón, él les prometió que en su universo de agonía, ellos tendrían todo lo que siempre habían deseado. Cuando Anagantios fue destruído, ellos comprendieron que no sería así.

—Me siguen inspirando poca confianza.

—Y ustedes a ellos.

Subo a la nave insignia de la flota y me encuentro con todos los altos generales de la orden en el puente.

—Señores.—Llama Martell a sus oficiales.—prepárense para alzar la nave y dirigirse al planeta pretor.

Los oficiales comienzan a encender los ordenadores y la nave se inclina para alzarse.

—Alto general Myrath.—Llamo al dragón metálico y él voltea a verme.—Sígame, por favor.

El dragón me sigue por algunos pasillos de la nave y llegamos a un camarote en el que se encuentra Hylla... sin armadura. Se tapa con la cobija de la cama y su cara se pone color rojo.

—¡¿Que ya nadie toca la puerta antes de abrir?!

—Lo siento, no tenía idea de...—Hylla me lanza una almohada y yo me aparto, me quito del sensor de la puerta y se cierra. Vuelvo la mirada hacia el pequeño foco que marca si la habitación está ocupada o no y me doy cuenta de que está rojo.—Ah, claro.

—Hm.

—Lamento lo que acaba de pasar.

—Me gusta. Quiero conocerla.

—¿Qué estás diciendo?

—Es fuerte. En mi planeta, la guerra es cosa de hombres. Me agrada la idea de que las mujeres sean incluidas en estos asuntos. Dejan ver su fuerza y eso es algo extrañamente...—Thalia pasa por en frente de nosotros, él se queda aún más atontado y Thalia lo mira con incomodidad.

—¿Te vas a quedar mirándome como un estúpido, o vas a centrarte en tus asuntos?—Myrath quita su mirada, ella le da un leve codazo en el abdomen y se va cruzando los pasillos del puente.

—Yo tampoco encuentro las palabras para describirlo.—Le respondo mientras él ve irse a Thalia.—No está pensando en seguirla, ¿o sí?

—Tal... vez... después...de la plática...—Me responde casi sin seguridad.

—Entonces sígame.—Entramos en un camarote vacío, él se sienta en el sillón de la esquina de en frente de la puerta y ambos cruzamos miradas en un largo rato de silencio que llena el camarote.

—Su nombre.—Inicia para romper el silencio.

—No es nadie que deba interesarte.

—Su nombre.—Insiste con más rudeza en su tono.

—Thalia.—Le respondo.—No es alguien que deba interesarte y tú no eres la clase de soldado en la que ella pondría sus ojos.

—Eso lo veremos después.—Replica con un tono desafiante.—¿Para qué me necesita?

—Los gracta.

—¿Qué quiere de esos gigantes insectos sin cerebro?

—El gobernador Satán mandó al alto general Anubis para ayudarlos y cuando él llegó, no encontró más que cadáveres angelicales y gracta, todos con las mismas marcas de asesinato: garras y quemaduras por ráfagas de fuego. Y en la cima del monte donde la masacre tuvo lugar, una bandera con la cabeza metálica... de un dragón.

—Es imposible, esa es la bandera que simboliza nuestras victorias.

—Entonces sí fueron los novakore.

—Quiero dejar en claro que yo no mandé a nadie a acabar con los gracta, ni con los angelicales. De ser así, no tendría por qué estar aquí.

—No tuvo que ser necesariamente usted.

—Yo no tengo razones para actuar en contra de los gracta o de la orden.

—No, pero me han informado que tiene soldados y superiores que lo harían con mucho gusto.

—¿Me está diciendo qué hay traidores entre mis filas?

—O que tal vez todos lo son.

—Le repito que yo no tengo nada que ver con esa batalla.

—Pero posiblemente sea el único que pueda ubicar al traidor que sí, y probablemente a quien encargó que todo esto sucediera. Su legión podría ser la única que realmente le es leal a la orden... o probablemente usted sea el único que le es leal a nuestra orden.

—Me niego a creer eso.

—Su misión ya le fue asignada. Por fortuna para usted, no habrá registro alguno de ella.

—No voy a aceptar la misión que me fue encomendada.

—Lo va a hacer, porque si no, será considerado uno de los traidores y lo cazaremos junto a sus tropas y sus aliados.

—¿Hasta cuando tengo para encontrarlos?

—Hasta que salgamos del salto de hyper velocidad, antes de entrar a la superficie del planeta.

—Entendido.—Se levanta del sillón y sale del camarote para volver a encontrarse con Thalia, solo que esta vez le acaricia la mejilla y ella le responde con un golpe en los testículos.

—¡No me vuelvas a tocar!—Le grita ella mientras se aleja, salgo del camarote y paso por encima de él.

—Te dije que no era nadie que debería interesarte.—Me burlo y me dirijo al puente.

Poder y Gloria #3 - El JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora