Sospechas

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Los pacificadores se ponen en pie y yo salgo del punto de reunión, me dirijo hacia los demonios y los reaper, que están recogiendo los cuerpos de ambos bandos y los pacificadores me siguen.

—General Martell.—Llama Straitot.—Ayude a los centuriones a recoger a nuestros caídos.—Él asiente y se dirige hacia los demonios para recoger y llevar un conteo de los muertos.—Supongo que viene a llevarse a la mayor cantidad de soldados que pueda, ¿no es así?

Entramos a una sala construida por los ángeles y los generales se sientan en algunos de los tronos que están rodeando su contorno.

—Solo vine por dieciocho legiones. Las mejores de la raza.

—Son las nuestras, ésta era la base mayor angelical del planeta, fuimos enviados para intentar sacar a los ángeles del planeta.

—Es una pésima y desesperada táctica de parte de sus superiores, general.

—Lo sé, pero creo que no nos estaba yendo tan mal.

—Eso es lo que usted cree. Si sus tropas cruzaban esas puertas con el plan que estaban utilizando, habría más de ciento veinte mil ángeles esperando para aniquilarlos.

—Pero aquí tengo todo calculado.—Me dice mostrándome el holograma y una estrategia de ataque a una base angelical de una sola legión.

—Ew.—Digo con disgusto.—No sé si ya lo notó, pero usted estaba atacando una base de cuarenta legiones, no de una.

Straitot mira el holograma y abre los ojos como platos, lo apaga y me pide que lo siga.

—Pensé que me pediría a la mayor cantidad de legiones posibles.—Me dice.—Creía que lo que hacían era por poder.

—Se equivoca, general. Mi gente está aquí para ayudar. Los unicos que tienen a más de cien legiones aquí son los reaper, y eso porque han estado siguiéndonos a mis hermanos y a mí desde que Demogorgón nos traicionó. Ah claro, también los pretores, pero ellos tienen a cien exactas y eso fue por su voluntad.—Straitot se detiene y me mira con rabia.

—¿Pretores?—Me pregunta detenidamente.—Esperaba que ustedes supieran elegir mejor a sus aliados.

—La orden existe para unificar a todas las razas que se puedan para estar libres de la guerra.

—Promoviéndola contra una raza que no hizo absolutamente nada para merecer tal desgracia.

—Se asentaron en mi planeta en una guerra que duró casi dos mil años, se quedaron otros seis mil y ahora están apoyando a Demogorgón. Usted, general, no tiene nada que probar para llamar inocentes a los ángeles y no tiene por qué pelear una guerra que desde ahora, no le corresponde.

—¿Me está privando de mi derecho de enfrentarlos?

—Usted lo acaba de intentar conmigo. Creo que me conformo con las otras diecisiete legiones y una más para suplir a la suya.—Straitot se para de su asiento y se va, enfadado.—General Martell, felicidades, usted acaba de ser ascendido a alto general para liderar a las dieciocho legiones de pacificadores que desde ahora, forman parte de la orden de centuriones.

Me paro del trono y me dirijo a la entrada de la sala, cuando estoy por cruzar la puerta, Martell me llama y yo me detengo.

—¿A quien necesita para suplir a Straitot?

—El líder de los pacificadores aquí es usted, así que la elección es suya.—Salgo de la sala y busco a Argthor.

—Alto general Sunktum, que bueno que decide acompañarnos en esta colecta de cadáveres.—Me dice Argthor, que también se dirige hacia mí.

—También me alegro de estar aquí, alto general Argthor. Quiero pedirle que mande a un mensajero que les diga a los pretores que el acuerdo ha sido modificado, al igual que el resto de los altos generales que no son clarividentes, los pretores solo participarán con dieciocho legiones de soldados en la orden.

—Entendido, pero creo que somos nosotros quienes deberíamos incrementar el número de legiones por raza en la orden.

—Negativo, eso sucederá con el tiempo, aún hay nuevas razas dentro de la orden que tienen problemas con las pocas legiones que nos brindan.

Argthor asiente y se dirige hacia sus soldados, Martell y los pacificadores que estaban en la sala, salen del templo y se dirigen hacia mí.

—¿Tienen portales?—Le pregunto a Martell y el encoge los hombros.—Necesito llegar a Anagantios.

—No, señor, pero tenemos naves que pueden llevarnos a su planeta. Sígame por favor.

Mis ejércitos siguen a los ejércitos de pacificadores a través de un valle muy extenso, subimos hasta la cima de una montaña y veo un pequeño cuartel reposando en una bajada. Martell se queda quieto y toma aire.

—Es aquí.—Me dice, me dirijo hacia él, me coloco a su lado y me preparo para hablar.

—Pensé que tendrían naves.

—Están dentro de las montañas. Nuestros hangares deben estar bajo tierra para evitar que suceda la misma desgracia de hace algunos miles de años por segunda vez.

—¿Qué sucedió hace algunos miles de años?

—Los pacificadores hemos dominado la técnica de propulsión espacial durante milenios. Diseñamos y construimos gigantescas naves que pudieran llevar a más de cincuenta legiones de soldados a bordo y las solíamos ocultar en lugares como este. Pero mis superiores intentaron construir algunos hangares y puertos fuera de la tierra porque los soldados casi no soportaban los subterráneos. El aire era denso y olía mal. Los soldados querían algo más fresco, pero cuando el primero fue inaugurado, los ángeles atacaron y nos robaron esa tecnología. Da igual todo eso, síganme.

Entramos en unos portones que se abren cuando pasamos por la entrada y veo las naves, idénticas a las de los ángeles, solo que con colores más oscuros y algunos detalles extra.

Poder y Gloria #3 - El JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora