Tiempo de partir

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Me despierto y volteo a ver a mi izquierda, Hylla está dormida, me gustaría decir que se ve frágil pero sé que eso no es cierto. La última vez que peleamos en un combate de entrenamiento, me tardé más en vencerla de lo que Demogorgón se tardaría conmigo. Aún así, en ese estado neutral parece que ella necesita de alguien que la cuide de los soldados que habitan en un lugar que no es su hogar.

Recorro mi dedo por su espalda desde abajo y ella gira para voltearme a ver y me sonríe. Me toma de la mejilla y toma aire.

—Buen día.—Me dice tiernamente. La tomo también de la mejilla y le devuelvo el saludo. Me paro y tomo mi faldaje. Entonces entra Katma sin darse cuenta de la situación y comienza a hablar.

—Alto general... No es cierto.—Se da la vuelta y cierra la puerta con él afuera.

—¿Que nadie aquí sabe tocar una miserable puerta?—Reclama Hylla, furiosa. Alzo la mano para hablar y ella me ve.—Tú no, tonto.

—Entonces saldré a ver a Katma.—Le digo, me pongo el faldaje y salgo de la habitación. Lo veo y él se dirige hacia mí.—¿Ahora qué?

—Los portales ya fueron reparados.—Me responde, cortante.—Tenemos que salir a Anagantios cuanto antes.

—Pensé que iríamos a Vest.—Le recuerdo.

—Los usurpadores controlan ese planeta.—Entonces se los arrebataremos.

—Entonces lo tomaremos de una manera hostil y los sacaremos del lugar por la fuerza, haremos una base ahí y algunos soldados se asentarán por un tiempo.

—No me gusta su idea.

—No te estaba preguntando si te gustaba o no.—Le digo y salgo del pasillo, bajo las escaleras y escucho un empujón.

—Quítate y aprende a tocar la puerta antes de entrar.—¿En serio es eso lo que más le interesa? No es cierto.

—Lo lamento, alta general...

—Solo cállate.—Veo a Hylla bajar las escaleras y me fulmina con la mirada.—Nos vemos en los hangares.

—Algo me dice que Katma y tú no se van a llevar muy bien.—Le digo mientras se aleja.

—Antes de dirigirme a los portales, me gustaría recorrer la ciudad.—Digo para mí en voz alta, una pretora me mira hablando solo, cubre a un pequeño pretor y se lo lleva lejos de mí, o eso intenta porque a los cinco pasos, la muy estúpida se tropieza con una vasija y cae al suelo aplastando y fracturando la pierna del pequeño.

—Ay hijito, perdóname.—Se lamenta mientras él llora.

—¡A la próxima fíjate por donde vas, mujer!—Le reclama el dueño de la vasija.—¡Págame la vasija!

Me alejo lentamente y me dirijo al mercado.

—Vaya locura.—Me vuelvo a decir y continúo caminando. Al menos le habló con más respeto que Katma a la general Reyna, creo.

Una vez en el mercado, veo a Anubis vagando por ahí y me dirijo hacia él.

—Al parecer no soy el único que decidió venir antes de partir.—Él se sobresalta y me voltea a ver.

—Ah, eres tú.—Me dice sin ninguna expresión facial.—La verdad es que vine para conocer un poco el mercado pretor. Tal vez en un futuro tenga influencia en la orden.

—La orden es militar. Quiero que quede claro, en la orden no existe la política más que con los altos generales, no existe la economía y no existe el mercado.

—Altos generales Anubis y Sunktum, vaya sorpresa.—Nos llama Boil, sarcásticamente. ¿Que todos vinieron al mercado a pasar el rato?—Me mandaron para informarles que hay señales de vida no angelicales en Vest.

—¿Eso es bueno...? ¿o es malo?—Le pregunto.

—Un poco de ambos.—Me responde.

—Explícate.—Le pide Anubis.

—La raza es guerrera y ya ha tenido algunos problemas con los pretores. En el pasado, esa raza gobernó sobre ellos, pero hace algunos cientos de miles de años, los pretores se revelaron en su contra y los expulsaron con una sangrienta guerra que hizo a los pretores lo que ahora son.

—Con hace algunos cientos de miles de años... ¿Te refieres a que aún existe su recuerdo aquí o no?

—Los soldados asesinaron a todos los civiles, excepto a los bebés y juraron no decir nada a las siguientes generaciones sobre esa guerra. Desde ahí, los pretores han estado siendo entrenados a ciegas por los veteranos y nadie aquí tiene ningún conocimiento sobre la raza guerrera de Vest.

—¿Y tú cómo lo sabes?—Le pregunto, confundido.

—Archivos secretos que encontré en el holograma del planeta. Al parecer podemos llegar a la zona del planeta que el holograma muestre después de nuestra elección, busqué un poco acerca de la raza en sus templos y al principio fue algo confuso, pero ahora no es ningún problema.

—Ya es hora de irnos.—Les digo a los altos generales, señalando un reloj. Comenzamos a correr y a escalar por encima de los techos de la ciudad para acortar el camino y vemos los hangares a unos cien metros de donde nos encontramos.

Llegamos a las puertas de los hangares y veo los portales, reparados y listos para llevarnos a Vest. Diviso a Shadow y me dirijo hacia él.

—¿Situación?—Lo llamo, él me voltea a ver y toma aire.

—Estamos a punto de entrar en una zona de batalla, al parecer los nativos del planeta están teniendo algunos problemas con los ángeles.

—¡Todos listos!—Grita un ingeniero. Los portales se abren y los soldados comienzan a entrar a ellos. Cruzo el portal, busco el punto de encuentro de los soldados nativos del planeta y me dirijo hacia él.

—No me interesa saber quién es el líder aquí, pero venimos a ayudar.

—Saludos, soldado. Nosotros somos los pacificadores.

Poder y Gloria #3 - El JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora