Destrucción masiva

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Katma está tan emocionado que se le sale un grito muy desagradable para mi gusto. Al parecer tendré que aumentar el número de mis legiones a ciento cincuenta. Seis legiones de juggernaut más me vendrían bastante bien. Podríamos hacer algunos ataques aéreos más de los que solíamos hacer.

—Creo que no se ha enterado.—Murmura Ambicatus.

—Me alegro.—Le respondo murmurando también.—Sería bueno que se quedara así. Odiaría la idea de entrar en una guerra civil con ella ahí en medio.

—La guerra inició cuando nuestros hermanos nos dejaron fuera del campo.—Me responde.—Tarde o temprano, ella tendrá que elegir bando.

—Nos quedaremos con los pretores.—Le respondo.

—Los pretores están siendo reclutados para nuestros hermanos. No para nosotros.

—Mientras crean que fueron reclutados para nosotros, todo estará bien.

—¿Y cuando se enteren?

—¿Que sucede, señores?—Nos interrumpe Hylla.—¿Sucede algo de mayor importancia que nuestra alianza con los pretores?

—Un conflicto interno con nuestros hermanos.—Responde Ambicatus sin pensárselo dos veces.

—No jodas.—Le digo a Ambicatus, bajo la cabeza y suspiro.

—¿Qué?—Me pregunta.

—Se suponía que mantendrías cerrada esa inmensa bocota.—Le respondo.—Pretores.—Anuncio.—Este no es un buen momento para aliarnos.

—¿Qué haces?—Pregunta Hylla entre dientes.

—Tenemos algunos problemas internos y quiero que...

—Pensé que te quedarías en los aposentos de la alta general Hylla, hermano.—Interrumpe una voz desagradablemente familiar.—Tengo entendido que mataste a la amazona que puse en el cuarto para evitar que salieras.

—¡¿Que hiciste qué?!—Ups. Posiblemente la haya matado, pero en mi defensa, ella no me dejaba salir.—¿Mataste a una amazona?

—Posiblemente, tal vez, no. Fue la caída, ella seguía viva cuando se cayó.

—¿Te atreviste a lastimar a una amazona?

—No fue lo que dije.

—Pero lo hiciste.

—Se pelean después.—Nos interrumpe Saurom.—Yo ya tengo lo que quería.

—Ustedes son iguales a los usurpadores. Solo se dedican a la guerra, no saben hacer más que pelear por control.—Nos dice un general de los pretores y la sonrisa desaparece de la cara de Katma.

—Peleamos para liberar a los esclavos de la tiranía, peleamos por la libertad.—Responde Ambicatus.—Si hemos conseguido aliados, es por su voluntad, no por la fuerza.

—Déjalo así.—Le pido mientras le suelto un codazo suave.—No queremos discutir con ellos en este preciso momento.

—Me temo que el pacto sufrirá algunos cambios.—Dice el pretor.—Para garantizar la seguridad de nuestras tropas, quiero que no más de un clarividente salga al campo de batalla con ellos. También quiero que dejen sus problemas de lado y por último, necesito que...—Una explosión interrumpe al pretor.

—¿Que acabas de hacer, Saurom?—Le pregunto y estoy casi seguro de que fueron sus tropas.

—Yo no fui.—Responde, un pretor entra corriendo, se  para en las puertas y comienza a jadear.—Los soldados tienen órdenes de no actuar en contra de la ciudad.

—Toma aire, soldado.—Le pido mientras le coloco una mano en la espalda.—Recupera tu aliento.—El pretor obedece y un rato después, inhala profundamente y recupera la cordura.

—Los usurpadores están aquí.—Anuncia y aún más rápido de lo que esperábamos, los pretores salen de la sala y los altos generales de la orden decidimos seguirlos. Pasamos por los mismos pasillos por los que Katma nos guió y salimos por el pasillo principal, los guardias abren las puertas y salimos a la ciudad. Nos detenemos al ver un monstruoso cuerpo aéreo hecho de metal blanco impulsado por propulsores, vemos como dispara energía pura a través de sus torretas y como los ángeles salen sin parar de él.

—¿Que es...?—La voz se le apaga a Anubis.—¿Eso?

—¡Por aquí!—Le grita un pretor a su escuadrón.—¡Destrocen la nave!—¿La qué?

—Síganme.—Nos dice Saurom.—Mis legiones están por la entrada oeste. Vayan por las suyas.

—¿Ya te fijaste en la ciudad?—Le pregunto a Saurom y él analiza la ciudad viendo que nuestras legiones están ayudando a los soldados pretores a sacar a los civiles de ella.

Veo como un juggernaut pasa al lado de la nave y comienzan a dispararse mutuamente. Esa cosa hace que un dragón gigante de doscientos metros parezca algo pequeño. El juggernaut pasa por el centro exacto de la nave y una hoja de energía sale de una ranura dentro de la nave y parte por la mitad al juggernaut como si fuera algo habitual, el juggernaut cae muerto y derrumba algunos edificios.

Otro juggernaut lanza ráfagas de fuego hacia la nave por el frente y luego veo como un rayo sale de lo que parece ser un cañón principal y lo carboniza, junto a otros juggernaut o partes de juggernaut que pasaban por ahí.

—¡Ataquen los propulsores!—Le ordeno a Ventus, que pasaba por en frente de mí y él se eleva, dando la orden al resto de las fuerzas aéreas. Las catapultas comienzan a dispararle a la nave pero a juzgar por su estado, no le hacen ni el más mínimo daño.

Las fuerzas aéreas de mi legión se reagrupan y pasan por los lados de la nave, por arriba y por abajo. Los drenix comienzan a caer por cada disparo mortal que reciben de parte de las torretas y el caso de los juggernaut no es muy diferente, ellos solo resisten un poco más, pero al final, unos cuantos caen al suelo. Un juggernaut es partido por la mitad por la afilada hoja de energía, otro la muerde y se la lleva con él. Algunos jinetes suben y comienzan a atacar la cabina, que explota y provoca una reacción en cadena, destruyendo toda la nave.

Los vítores comienzan pero todos se apagan al ver cómo tres de esas mismas naves entran rápidamente al campo.

Poder y Gloria #3 - El JuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora