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El timbre del almuerzo sonó como una campanada salvadora.

La profesora de economía recogió sus cosas, nos lanzó una última mirada y se marchó con su típico "buenas tardes".

Ahora, siguiendo la rutina de todos los días, tú te pondrías en pie para tomar tu mochila del respaldo del asiento. Entonces, yo tomaría mi bolso que había arrojado sobre el pupitre vecino, y ambos nos alejaríamos sin dirigirnos ni una sola palabra.

Mi error.

- Mi casa está cerca, ¿vamos caminando a la salida?

- ¿Disculpa? –vale, sí, soy idiota y era obvio por lo que me estabas hablando.

- El proyecto, economía, el cuaderno, mañana –ya, lo entendí. Tu tono era de ligero cuestionamiento y tus ojos grises no dejaron de estudiarme las facciones del rostro ni por un solo segundo, en ese momento noté que tu mirada nunca se estaba quieta.

- Claro.

- Bien.

- Bien.

Entonces, pasaste una mano por tu desorden de cabello, y te alejaste a paso lento. 

Amor en gama de rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora