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A última hora, cuando la campana de libertad finalmente sonó, caminamos en silencio hasta la sala de profesores. Toqué dos veces.

- Lo...

- Ni se te ocurra hablarme –te corté, fría como un tempano.

La profesora recibió nuestro cuaderno. Una foto de ambos, sonriendo y con las manos y brazos levemente manchados, le saludaba desde la primera página. 

Amor en gama de rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora