Esa tarde fue silencio, incómoda y casi brusca.
Tú no hablabas demasiado y a medida que mi enojo esporádico se iba, más notaba lo ridículo de toda esta situación, pero no sabía cómo arreglar aquel desastre de situación sin disculparme. Podría disculparme, pero la verdad es que no creía tener culpa de nada (por lo menos no de nada que a ti te concerniera). Tú, en cambio, te habías portado como un idiota por segunda vez en mi vida.
Esa tarde no cocinamos y a decir verdad tampoco avanzamos casi nada en el proyecto. Pasé más tiempo pensando en cómo sacarte conversación, para ver si te disculpabas, de lo que pasé pensando en la tarea que realmente tenía entre manos.
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Amor en gama de rojo
PoetryPorque todo pasó por un puñado de lapiceras y una fiesta un año atrás. Segunda parte de la saga: Colores del amor