1. Capítulo Piloto

199 5 0
                                    

   No tardé en darme cuenta que el primer día de clases después de las vacaciones de invierno llegara tan rápido.

Me digné a sacar los pies fuera de la cama. El piso estaba helado. Al caminar hasta el baño me hizo estremecer. Me lavé la cara lentamente, sin abrir los ojos. Apoyé mis manos sobre el mueble y me miré al espejo. Las negras ojeras debajo de mis ojos podían verse claramente, y el rímel corrido por el agua no ayudaba demasiado.

Me sequé con la toalla y me fui a mi habitación otra vez ya para poder cambiarme e irme a la escuela.

Unos simples pantalones negros con mis botas y mi suéter favorito verde oscuro sobre mi camiseta manga larga. Me fui a la cocina para ver a mamá y poder decirle que no me haga el desayuno ya que no tenía el hambre para comerlo. Pero era tarde.

Había una carta de parte de ella a un lado de mi taza con café frío y con dos tostadas. La agarré suspirando y la leí con ojos rápidos:

"Tu padre necesita dinero. Volveré mañana a la mañana.

Mamá.

P.D: Tu primo pasará a buscarte."

Genial, mi primo caerá en el instituto para que me lleve de vuelta a casa, y eso no es una buena idea. La última vez que lo vi fue hace dos años.

No debería estar pensando en esas cosas. Meneé la cabeza y me tomé el café. Antes de abrir la puerta e irme, agarré mi saco y mi gorro azul para poder salir abrigada, pero me congelé igual.

***

Miles de saludos entre amigos y amigas reventaban los pasillos. Abrazos, besos, miradas... Mientras yo caminaba entre la gente e ignoraba todo.

De todos los que me empujaron, ninguno se dignó a disculparse. Me dirigí al pasillo donde mi casillero estaba, y lo encontré, tan azul como los demás. Gire la rueda pasando los números de memoria, de derecha a izquierda. Este hizo el click y lo abrí para guardar mi saco y mi gorro.

Me acomodé el cabello que de seguro se encontraba con estática. Varias patadas eléctricas me dieron en los dedos haciéndome cosquillas.

Miré mi mano, sin pensarlo dos veces. Y ahí estaba; el anillo que Georgia me había regalado para mi cumpleaños número quince. Ella tenía una igual, como un accesorio de la amistad inquebrantable.

El timbre retumbo dentro de mi tímpano y me saco de mis pensamientos. Cerré el casillero y me fui colgando la mochila en el hombro mientras caminaba hasta el aula.

La clase fue completamente aburrida, aunque solamente, el profesor habló sobre lo que habíamos visto antes de las vacaciones de invierno.

Durante la explicación, me dediqué a voltearme y a observar quienes seguían en la clase de Química o no. Del grupo de porristas, sólo dos. Los jugadores de algún deporte, todos, y después estaban las chicas corrientes pero con buenas vidas.

Luego estaba yo: la chica que nadie sabía si existía. Oh, no, no exagero. Seguro sabían mi nombre, pero no sabían si era yo o alguna otra muchacha de por allí.

Sí, así me sentía yo.

Voltee otra vez al pensar que lo que más necesitaba era a alguien con el quien compartir mis pensamientos y dolores. Alguien con el que pueda decir todo lo que estuve guardando por tanto tiempo.

Me estiré el suéter hasta que tocara mis dedos. Me encogí más de lo normal. Estaba totalmente asustada de lo que podría llegar a pasar. Estaba decidida a que quería a alguien que me dé la ayuda que necesitaba.

Quería y necesitaba a alguien.

***

―Diablos ―susurré.

Al entrar a la cafetería, recordé que esa era, y es, la peor parte del día. ¿Baño o comedor? ¿Inodoro o silla? Si, esas eran mis preguntas. Pero me anime.

Ya con la bandeja en mano, caminé entre las mesas y sillas, para dirigirme a la mesa a un lado de la columna. Sin llamar la atención, me senté allí, en la pequeña mesa cuadrada.

Mientras comía mis uvas, leía un libro que mi madre me presto: Comer, Rezar, Amar. Recién lo comenzaba, y ya lo encontraba interesante. Pero este libro no me ayudó a evitar la mirada que le regalé a la cafetería entera.

Ojalá mi vida vuelva a ser como antes.


Corona De Lágrimas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora