11. Kansel Markhall

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   Su cabello negro estaba sobre la almohada, posando con un brillo especial nunca antes visto. Tenía rasguños en el pómulo y un parche a un lado del ojo izquierdo hasta la sien. Su brazo derecho tenía vendas cubriéndolo entero, con manchas de sangre. Debe de haber sufrido mucho en ese accidente en medio de la ruta.

Me acerqué insegura a la camilla y acaricié la sabana, arrastrando mi dedo índice lentamente hasta la mano de Kansel, pero no se la toqué. Lo aparté rápidamente, asustada y me alejé un paso.

Habían pasado unos segundos, lentos y eternos, donde luego parecieron correr rápidamente como microsegundos. Sus párpados vibraron, abriéndolos lentamente.

Eran de un azul tan único como el de mi padre, pero más profundos de los que recordaba. Recorrieron la sala y en ese momento cayeron sobre mí. Primero en mi cabello, en mi ropa y luego en mis propios ojos.

Tardó en darse cuenta quién era yo, no podía evitar el cosquilleo en mi estómago.

- Hey - dijo, esbozando una sonrisa -, Charlotte. Gracias por venir.

- No hay problema - dije, sentándome en el sofá de un cuerpo que estaba detrás. Fue como un golpe, ya que no sabía que hacer y lo primero que supe fue sentarme allí.

- Es la primera vez que te veo en toda mi vida - dijo irguiéndose un poco. Creo que no pudo contener la emoción.

- La enfermera me aconsejó que te quedes como estabas - dije seria. Entrelacé mis manos y me crucé de piernas.

- ¿A quién le importa lo que dice la enfermera? - dijo, sentándose sobre la camilla -. A mí no.

Bajé la mirada y la clavé en el piso. ¿A qué venía todo eso? Ya me tenía cansada una persona que ni siquiera conocía.

La pregunta sería ¿Por qué había ido?

- Vine por ti, Charlotte - dijo, de repente.

Pestañee antes de subir mis ojos hasta mi hermana, digo, hermanastra.

- Quiero conocerte - dijo bajando la voz. Comenzó a jugar con sus dedos y los tocaba temblorosa.

Uno, no entendía por qué estaba nerviosa. Y dos, ese gesto era tan involuntario como el mío cuando estaba nerviosa o asustada. Eso daba miedo.

- Comencemos con algo fundamental de la conversación que debemos tener - dije, acomodándome sobre el asiento.

- Adelante - dijo Kansel, esperando mi primer pregunta.

- ¿Cómo esta mi papá? - pregunté, jugando con mis dedos, incoscientemente. En ese momento estábamos las dos jugando con nuestros dedos largos y blancos.

Noté que esa pregunta también salió de mis labios sin que me diera cuenta. Creo que no había dejado de querer a mi padre después de todo.

Kansel tardó en contestar.

- Él a veces llora por no poder estar cerca de ti.

Entonces él no disfrutaba de su vida con su otra familia como yo me imaginado. Me había hecho la cabeza desde pequeña con mentiras gigantes.

- ¿Llora? ¿Tan así? - dije, dejando mi mochila en el suelo. Kansel asintió - Guau.

- Quiere que vayas de vacaciones con nosotros en verano a los Hamptons - dijo, aclarándose la voz. Uh, The Hamptons. Era una de las playas con gente que le salía el dinero por las orejas, no supuse que sería seguro ir allí.

- Que bonita propuesta, pero la playa no va conmigo.

Luego sentí que si mi padre se enteraría que dije eso, me odiaría.

Corona De Lágrimas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora