Nicholas me dejo en la escuela, día jueves de la primera semana luego de las vacaciones de invierno. Me despedí de el con un simple saludo y bajé de su auto con paciencia. Cerré la puerta y me fui caminando lentamente hacia la entrada principal del instituto mientras revisaba mi celular: llamadas perdidas de Mamá, por supuesto.
Cuando guardo el celular en mi bolsillo trasero de mi pantalón ajustado negro, levanto la cabeza y observo como la cantidad de estudiantes salían del edificio con rapidez y en locura múltiple. Abrí los ojos cuando el director Menders hizo unas señas para que todos, hasta los profesores, salgan de allí.
- La escuela esta infectada por un nido de ratas - Dijo una voz gruesa por detrás de mi. Me di la vuelta y me encontré a Dylan sonriéndome con ternura -. Llegaste a tiempo, Charlotte.
- Lo noto - Dije, sonriendo y acomodando la correa de mi mochila sobre el hombro. Señalé con mi pulgar hacia atrás y eché un vistazo para luego volverme con Dylan - ¿Hay posibilidades de que no tengamos clases? - Le pregunté extrañada.
- Nos echaron a patadas del lugar, literalmente - Dijo él, riendo un poco mientras dirigía la mirada a su alrededor -, y Menders nos dijo que hoy y mañana no habrán clases. Así que, estamos salvados.
Por un lado quería saltar y gritar como si nada en el mundo pudiera superar aquello, por la emoción de no tener que estudiar por cuatro días seguidos.
- Diablos, tendré que volver a casa caminando - Dije, recordando que Nick iba a ir a la universidad para buscar unas cosas, y que no iba a poder buscarme.
- No te vayas - Dijo Dylan.
- No tengo más nada que hacer, así que...
- Vayamos a algún lado - Dijo, sin expresión alguna en el rostro. Tuve el impulso de sonreír pero agaché la cabeza para evitarlo, y no ser tan obvia - Juntos.
Levante el cuello rápidamente y contemple la gran sonrisa de Dylan, pegada a sus labios con éxito. El sol comenzó a alumbrar el campus y todo le dio algo de color al lugar. Esta vez sí que sonreí por la extrema felicidad que se mezclaba dentro de mi.
- ¿Qué propones? - Le pregunté, apretando los labios.
- Una sorpresa.
Y luego de eso, Dylan me llevó a su camioneta y me encerró. Se sentó a mi lado y me sonrió pícaro antes de emprender un viaje a algún lugar que él solo conocía.
***
- ¿Falta mucho? - Le pregunté a Dylan como por décimo sexta vez, con un tono de impaciencia y aburrimiento. Él rodeó los ojos y suspiró.
- Pareces una niña de cinco años preguntando eso - Y eso fue lo único que respondió. Pero no me dijo lo que yo quería.
Hacía ya una hora que salimos de la escuela sin que yo sepa a dónde íbamos. Pero estábamos con la esperanza de que el día sea soleado, según Dylan. Aquel sol de invierno no calentaba nada sobre mi ni atravesando la ventanilla del asiento copiloto, por lo menos descongeló toda la nieve como debería por fuera, pero aún hacia mucho frío.
Miré de reojo a Dylan y luego llevé mi mirada a la vacía carretera de un jueves a las ocho de la mañana.
- ¿Falta mucho? - Volví a preguntar.
- Escuchemos música - Dijo él, ignorando mi pregunta. Respiró rápidamente y presionó el botón de la radio.
Los parlantes reproducían Sunday Morning por todo el vehículo, dando un sonido que hacía retumbar las puertas levemente. Iba tarareando la canción hasta que oí la voz baja de Dylan cantando, de verdad. Cuando llegó el estribillo de la canción, elevó un poco la voz. Me avive; bajé el volumen de la radio e intente escucharlo.
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Corona De Lágrimas (Editando)
JugendliteraturCharlotte Markhall era una adolescente marginada y sin amigos. Su vida había caído de cara al suelo cuando su mejor amiga falleció. A ella no le importaba si la gente del instituto no la notaba, si la golpeaban en los pasillos sin querer, hasta que...