2. Nicholas

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   El último timbre del día hizo que bajase de mis nubes. Todos ya pasaban apurados por delante de mí y yo seguía mirando los cálculos de la pizarra. Cuando el aula se vació, me levanté y fui en busca de mi saco y mi gorro a mi casillero.

Cuando comencé a salir del campus, recordé que hoy me recogía Nicholas, mi primo. Entonces di media vuelta y volví con el mismo camino por el que había hecho recientemente. Y de mala suerte, no veía ningún chico rubio esperándome a un lado del auto, ni siquiera un auto. Maldito idiota impuntual.

Me senté en un banco al lado de la entrada del instituto. Odiaba esperar.

No lo sé, habrán pasado, ¿veinte minutos? Agh.

―Oh Dios, ¿Charlotte? ¿Eres tú?

¿Quién más sería la chica que espera al estúpido de su primo? Enderecé la cabeza.

―Hola, Nick ―le dije poniéndome de pie. Su cabello rubio se escondía debajo de un gorro de lana, y estaba tan abrigado como yo.

El no dejaba de mirarme, y cuando estuve en frente de él, levantó la mano y tocó un mechón de mi cabello.

―Guau, ahora eres morocha ―dijo, volviendo sus manos en los bolsillos.

Rodeé los ojos y comencé a caminar hacia su auto detrás de él, mientras me seguía.

― ¿Por qué tardaste? ―pregunté al llegar a la puerta del copiloto.

―Me atrasé con un problema que surgió en la universidad.

Abrí la puerta y entré al auto, intentando calentarme un poco más. Nicholas entró y lo encendió. Minutos después ya estaba sacándome el gorro por el calor sofocante que había dentro.

Y también había un silencio incómodo.

―Así que... Morocha ―dijo, hablando sin ayuda alguna ― ¿Cuándo te teñiste?

―Después de que Georgia, tú sabes ―me encogí de hombros ―, no esté más ―dije, acomodándome el mechón en mi frente.

Estábamos por el camino que tomaba todos los días al volver del instituto, el que yo hacía todos los días caminando. Pero cuando vi que Nicholas siguió de largo la esquina en la que debía tomar para llegar a la calle de mi casa, arrugué la frente, confundida. La seguí con la mirada y la señalaba boquiabierta.

―Te pasaste...

―Lo sé ―dijo interrumpiéndome ―. Hacía mucho que no te veía, y quería que vayamos a tomar algo a algún café.

No podía entender lo que sucedía.

― ¿Que rayos sucedió con el Nicholas, mujeriego y no amigable que yo conocía? ―pregunté, mirándolo fijamente concentrado en la carretera.

Él sonrió y se encogió de hombros.

―Hum, supongo que cambié desde que comencé la universidad ―dijo, girando hacia la izquierda.

―Y hasta ahora, tu nueva actitud es buena ―dije, casi en un susurro.

―Todos cambiaron, ¿no? Es decir, todos cambian.

Su último comentario me heló la sangre, pero tenía una respuesta para aquello.

―Pero cambiamos por las personas que nos rodean.

Corona De Lágrimas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora