16. Reencuentros I

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   Ya nos encontrábamos caminando hacia el vagón donde pusimos nuestras maletas. Llegamos a la estación de trenes de Nueva York explotando de gente, sin espacio lograr caminar bien, ni para respirar.

- Siento que mi estómago me tiene a mí de almuerzo - Dijo Kansel mientras caminábamos para retirar nuestras maletas.

El maletero nos la iba a entregar, pero cuando las quiso pasar, un hombre se atravesó, haciendo que las valijas caigan al suelo.

- ¡Hey! - Dije, y éste ni siquiera dio media vuelta para ver si alguien había salido lastimado.

Como no notó que lo llamé, me dirigí hacia él enfadada. Le toqué el hombro y me miró sobre él.

De pronto sentí que se me paró el corazón.

Tenía un parecido tan fuerte, que no me dejó respirar. Sus ojos almendrados y su cabello negro como el del café, con la piel un tanto más oscura que la de Dylan.

- ¿Qué? - Preguntó por segunda vez el hombre, sin que yo le respondiera.

- Camine con cuidado - Le respondí, arrugando las cejas aún mas enfadada por su manera de responderme.

Dios mío, que alguien me de una bofetada.

Este miró por detrás mío, observando a Kansel y al maletero juntando las valijas del suelo.

- No es problema mío dejar las valijas allí.

Y así sin mas, volvió con su rutina dejándome con la boca abierta.

***

- Gente imbécil y ese tipo - Dije como por milésima vez.

Entramos a un taxi y Kansel le dijo la dirección del lugar de donde nos hospedaríamos a través de la pequeña ventanilla. Éste asintió y comenzó a manejar.

- Charlotte, ya pasó - Dijo Kansel guardando su celular.

- Es que... - Hice un gesto de irritación y puse mi mano en la cara, en realidad sobre mis ojos, respirando entrecortadamente.

Mi hermana se rió de mi, y después de eso puso su mano sobre mi espalda.

Al mismo tiempo que el auto arrancó, me enderecé y observé lo que era la ciudad de Nueva York. Teníamos que atravesar casi toda la isla para llegar al edificio donde nos quedaríamos, y eso era un tiempo largo. Iba viendo las personas que caminaban en las calles y de pronto el auto se detuvo.

- Quince dólares - Dijo el taxista mientras sacaba la billetera. Le entregué el dinero y cuando bajamos del vehículo ya teníamos las maletas afuera del taxi. Un botón del hotel cerro el baúl de este y el pedazo de chatarra se fue.

- Bienvenidas, señoritas - Nos dijo el botón, y nosotras le agradecimos con una sonrisa.

Entramos al hotel con las maletas en mano y nos dirigimos a recepción. La mujer malhumorada nos hizo los papeles para entrar ya a a nuestras habitaciones, nos registro y nos entregó las llaves.

Era uno de los últimos pisos, mejor aún. Arrastrando las valijas, salimos del ascensor y comenzamos caminar hasta la habitación número 704

- Espero poder disfrutar - Dijo Kansel poniendo la llave y abriendo la puerta.

Rodeé los ojos cuando mi hermana abrió los ojos de una sorpresa algo disgustada.

- ¿Qué es esto? - Dijo mi hermana.

- Eres muy exagerada, vale la pena - Dije empujándola a un lado para poder pasar.

Dejé la valija a un lado de la puerta y observé desde aquel punto el lugar. Mis ojos alcanzaban a ver la sala de estar con el ventanal que daba a una vista no tan creíble.

Corona De Lágrimas (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora