Mi madre me cepillaba el cabello con una lentitud vacilante, mientras cantaba una canción de cuna que me regalaba cada noche antes de irme a dormir. Sus pequeñas notas bajas que salían de su boca me daban escalofríos mientras acariciaba el cabello falso de mi muñeca de arena.
―Creo que deberías cambiar de canción, Mamá. Esa ya aburre ―y con apenas cinco años, sabía hablar con propiedad y claridad. Sentí como las manos de mi madre se detuvieron para inclinarse sobre mí.
― ¿Y cuál me recomiendas? ―me preguntó mientras yo la miraba a los ojos. Me encogí de hombros haciendo pucheros y ella comenzó a cantar una canción que yo no conocía en absoluto. Habían pasado varios minutos cuando mi madre había dejado de cantar.
― ¿Mamá? ―la llamé, mientras echaba un vistazo al reloj de la sala de estar que marcaba casi las diez de la noche.
― ¿Sí, Lottie?
― ¿Por qué papá no ha llegado todavía?
El silencio volvió junto a nosotras en la habitación y la respuesta no había llegado nunca más, ya que mi madre me mandó a la cama al instante.
― ¿Estás segura que no quieres decirme? ―me preguntó Dylan, despertándome del recuerdo que rodaba como una película en mi cabeza. Lo miré de frente y arrugué el entrecejo, mirando hacia atrás. Él había detenido el auto a una cuadra del hospital, seguro para que no salga corriendo sin haberle respondido su pregunta. Me volví hacia él y suspiré.―Dylan, te conocí hace dos días ―dije, apoyando mi mano sobre mi frente y el codo en la puerta de la camioneta ―. No debería confiarte esta clase de cosas sin conocerte.
Bien, Charlotte, estamos mejorando.
―O sea que, sí, es algo demasiado grave ―dijo mirando todo lo que tenía a su alrededor, menos a mí.
―Cuando sienta que puedo confiar en ti, te diré todo sobre mí ―dije, girando el cuello para mirarlo ―, hasta mi color favorito ―. Estaba siendo dura con él, lo sé, pero era la verdad: tenía que esperar.
Él me miró justo en el momento que yo lo hacía. Esos ojos color avellana nadie llegaría a superarlos, o al menos yo no.
―Yo también tengo una vida, Charlotte ―murmuró por lo bajo ―. También necesito que yo pueda confiarte todo.
No, no estábamos tan cerca como para besarnos, y eso no iba a suceder, no antes de que vaya a visitar a mi hermanastra hospitalizada.
―Entonces, los dos tenemos un mismo objetivo que cumplir ―dije, sonriendo.
Mi sonrisa fue contagiosa para él, haciéndolo reír un poco.
―Pero con una condición ―dijo, enderezándose sobre el asiento de cuero y levantando el dedo índice. Mi silencio lo tomo como una respuesta y continuó: ―. Sigamos leyendo Stephen King, todos los días, al salir de la escuela.Su propuesta me volvió loca, y millones de emociones mezcladas con mariposas se revolvieron dentro de mi estómago. Malditos sentimientos.
―Me parece bien ―le dije, apretando mis labios para contener mi felicidad que surgió en una sonrisa enorme, la cual causó una igual en la boca de Dylan.
Sus labios bordo y bien carnosos me hicieron preguntarme a mí misma en mi cabeza: ¿cómo sería la sensación de poder besarlos? Habría que averiguarlo, de alguna forma.―De acuerdo ―dijo él, despertándome de mi fantasía y poniendo la mano en el cambio, al borde de sentir mi piel fría sobre sus dedos. Dylan no lo sabía, pero yo estaba más emocionada que nunca por sentir su tacto sobre mi piel.
ESTÁS LEYENDO
Corona De Lágrimas (Editando)
Teen FictionCharlotte Markhall era una adolescente marginada y sin amigos. Su vida había caído de cara al suelo cuando su mejor amiga falleció. A ella no le importaba si la gente del instituto no la notaba, si la golpeaban en los pasillos sin querer, hasta que...