LA VIDA PRE-UNIVERSITARIA

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Puede ser una palabra, un acto, un pensamiento o simplemente el tiempo. Pero tu vida, tal y como la conoces, puede cambiar radicalmente por culpa de uno de ellos…o de todos al mismo tiempo. Cuando en tu vida se prevén cambios es inevitable imaginar cual será el resultado, son tantas las posibilidades….Pero creo que todos coincidimos en que nunca (jamás de los jamases, es decir, NI DE COÑA) podremos acercarnos a lo que realmente ocurrirá.

Qué curioso es el tiempo. Te demuestra que todo es muy frágil, que no existe el para siempre. Pero a veces los cambios son para bien, aunque al principio sea confuso, dé miedo e incluso duela. Es como curar una herida. Todo sea por curarla y así dejarte una cicatriz. Aunque yo creo que las cicatrices son sexys. Bueno, algunas. Ya sabes, te cuentan historias sobre el pasado de la gente. Son recuerdos, literalmente imborrables.

 Vaya, que melodramática me he puesto. Lo que vengo a decir con todo esto es que tengo algo que contarte. Sí, a ti, mi querida desconocida. Porque quiero que veas que no eres la única, que existen cientos de historias que pueden hacerte sentir identificada.

 Todo empezó en septiembre, pero para poneros en situación me iré hasta al principio del verano. Hacía poco tiempo que habían empezado mis merecidas vacaciones tras segundo de bachillerato, y yo las estaba aprovechando al máximo (eso significa ordenador, piscina, móvil, leer y dormir. Creo que eso es a lo que se refieren cuando hablan del paraíso. A lo que iba…). Todo pintaba muy bien, me esperaban tres calurosos meses para salir con mis amigas, divertirme y crear nuevos e increíbles recuerdos. Ya había hecho los exámenes de selectividad y estaba esperando el resultado. No era adivina, pero estaba casi segura de que tendría nota suficiente. ¿Para qué? Arquitectura. Ese era el gran objetivo. Recuerdo perfectamente aquel día.

Tiro el móvil al sofá y empiezo a dar saltitos y gritos ridículos.

Toma. Toma. Toma. Chúpate esa, tú que decías que no podía.- le recrimino a mi peor enemiga de los últimos meses: mi conciencia.

“Bueno, ya sabes lo pesimista que me pongo cuando te estresas. Pero ya lo tienes, me quito el sombrero”. Le doy las gracias mentalmente.

Vuelvo a coger el móvil y me siento en el sofá. Releo el mensaje por decimoquinta vez: “Enhorabuena, ha aprobado la PAU con un resultado de 11,2 de nota final.” Termino de leerlo y me vuelve a entrar la risa tonta.

Aquel día se puede resumir en una palabra: Enhorabuena. Ya sea en persona, por teléfono, Whatsapp…No tardé nada en ir a hacerme la matricula. Ahora sí que sí, ya era universitaria. A pesar de eso, mi madre seguía teniendo sus dudas acerca de esa carrera. Vale, 6 años son muchos y estoy segura que será difícil, pero no hace falta que me lo recuerde cada día.

Los días de verano iban pasando y las conversaciones con mis amigas eran monotemáticas: la universidad. Ya casi todas estaban matriculadas en algún sitio, otras en lista de espera. Pero todas muy ilusionadas. Daba igual lo que fuésemos a estudiar, ya fuese derecho, periodismo, enfermería….Todas estábamos muy emocionadas por nuestra nueva vida universitaria. Por una parte era triste eso de pensar que nos separaríamos, pero de una forma u otra seguiríamos juntas. Aish, cuánto las iba a echar de menos. Recuerdo aquel día en casa de Carmen…bueno, uno de tantos días que pasamos en la casa recién remodelada de sus abuelos en el campo. Ah, y con piscina incluida, por supuesto. Allí estábamos, como camaleones al sol. Habíamos quedado para comer allí y luego ver pelis o simplemente hacer las idiotas. Uno de nuestros hobbies favoritos. Serían las 6 de la tarde y hacía un calor agobiante. Carmen estaba tumbada en el bordillo de la piscina. Irene se había anclado a su lado mientras flotaba en una colchoneta. Creo que hablaban del novio de Carmen…bueno, novio o lo que fuese. Se llama Luis. Mientras tanto yo me dedicaba a perseguir a Lucía por la piscina porque…pues no me acuerdo por qué tontería seria. Ah, sí. Me había tirado una pelota a la cabeza y yo intentaba devolvérsela. Pero eso de correr dentro del agua era un poco difícil, así que nuestra persecución se convirtió en algo indefinido que ofendería al mismísimo Usain Bolt. Paula había salido de la piscina para ir a por el móvil. Si, con las manos mojadas. Luego dice que la tecnología la odia. Yo por fin consigo devolvérsela a Lucía utilizando uno de esos palos de gomaespuma. Mientras me pide clemencia escuchamos a Paula descojonarse con el móvil en la mano. Resulta que nos estaba haciendo fotos. No quiero ver con qué cara he salido. Me despisto por un momento y Lucía se me sube a la espalda. No es que pese, ni mucho menos, pero digamos que mis habilidades acuáticas dejan mucho que desear. Resultado: casi nos asfixiamos por culpa de un ataque de risa bajo el agua. Las otras tres se animan a unirse a nuestra estúpida pelea, flotadores en mano. Poco después decidimos salir y tumbarnos en el césped.

LA VIDA UNIVERSITARIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora