Prologo

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Yacía ante mí, la mujer que por durante años fue mi compañera, mi amiga, mi razón de ser, hace cincuenta y tres años que la conozco, no diría que nuestra relación fue la mejor, pero teníamos lo nuestro.

- Daniel... ¿estas aun ahí? -

me daba lastima, ya casi noventa y estaba cerca del final de su vida.

- para ti Aby... siempre –

Cuando la conocí ella era una joven atleta en una escuela secundaria de Michigan, amaba los deportes, siempre era la mejor de todos, era conocida por tener un espíritu inquebrantable y una voluntad irrefrenable, se le veía un futuro prometedor en el mundo de los deportes... para su mala suerte, durante un chequeo médico le habían diagnosticado una insuficiencia renal, grave, la única solución sería un trasplante de riñón o que le practicaran diálisis, su familia no podía costearse el trasplante, y a la larga la diálisis también le dejaría marca, así una joven de trece años presenciaba como su futuro se derrumbaba frente a ella, sus sueños y esperanzas se desvanecían, fue triste la verdad, pero como un alma bondadosa, haría lo que estuviera a mi alcance para apoyar.

- Saludos jovencita, no pude evitar el escuchar que usted se encuentra en un predicamento. –

Su reacción... no me sorprendió, se asustó al verme al principio, yo soy lo que algunos llamarían, un dios, precisamente el dios de la muerte, y al contrario que el dios abrahámico judío cristiano, a mí, no me quieren del todo, por supuesto es entendible, ¿quién veneraría la imagen de alguien que está casi totalmente descompuesto?, en fin, me presente cordialmente, le informe quien era y como podría ser de ayuda, puesto que además de matar gente, también influyo en la vida.

– ¿S-Significa que puedes curarme? –

- así curarte de todos tus males.... No, lo que yo ofrezco es sencillo, una forma de librarte de tus enfermedades de forma indefinida. –

Ella medito un momento y después de mucho pensar accedió, realizamos unas formalidades, me arregle con los padres, y así esa joven chica pudo volver a soñar en grande, sabiendo que algún día podrá alcanzarlos. Como todo lo bueno, tiene que llegar a su fin, con ochenta y nueve años, mi querida Abigail se encontraba postrada en una cama, con un fallo renal de cincuenta y tres años, y yo siendo incapaz de decir una sola palabra, no podía procesarlo, no quería, en pensar lo que sucedería después, después de lo que me dirá... esas malditas palabras.

– Daniel... -

- ¿si Aby? –

- ¿podrías acercarte? –

En todo momento temía que me dijera eso, no me gustan las despedidas, no las soporto.

– por cincuenta y tres años, has sido como un dolor en el trasero, pero al mismo tiempo la mejor cosa que jamás pudo haberme sucedido –

- basta, harás que me sonroje –

Ella sabe cómo son las cosas, yo también, la única diferencia, es que yo busco por todos los medios ignorar lo obvio, todo mi esfuerzo por refrenar lo inevitable, fue un esfuerzo inútil.

– sabes bien que yo no viviré por siempre, y que tú debes de seguir adelante –

- me lo dices como si no tuviera opción, jeje... -

Esperaba relajar el ambiente siendo algo humorista, la reacción que obtuve por parte de Abigail me demostró que ella quería hablar en serio, a pesar de lo mucho que quería evitarlo, accedí.

Déjalo morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora