Ángel sin Alas

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La última mañana llegó, junto a nuevas noticias para nada inesperadas. Un circo anunció su inminente retirada al perder a su ángel. Las circunstancias no eran muy claras al respecto, pero aquel circo era del calibre del Gran circo de Moscú.

― No puedes decirlo en serio Kalos ―espetó Yuri sin observar la práctica que se ejecutaba con precisión. 

Ahora el ángel de Kaleido parecía haber recuperado su confianza.

― No sirve ―espetó Mijaíl sin mirar a los dos hombres, su atención fija en el trío que patinaba sobre hielo―, ella ya no es un ángel.

Las metódicas palabras empalidecieron a Yuri, él lo sospechaba pero no quería ni pensarlo, mucho menos ponerlo en voz alta.

― Ella se va a recuperar ―espetó Kalos confiando en esa corazonada―. Aún tiene el toque, y ya parece haber limado ciertas asperezas.

Pero la actuación de Sora no era lo que había esperado. Ni mucho menos. La técnica seguía incompleta.

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Sora brincó del trapecio pero el terror cubría sus ojos. May Wong se detuvo abruptamente.

― No es justo Sora ―ladró en genuino resentimiento―. ¡No es justo!

Sora bajó la mirada con señas del arrepentimiento. Su frágil corazón palpitaba dentro de su pecho, no por agitación o esfuerzo, era miedo―. Lo estoy intentando, May...

― ¡Una de diez no es intentar Sora! ―May gritó sin siquiera contenerse, dio un giro en el trapecio imitando la maniobra que Sora debía hacer y lo hizo a la perfección para sorpresa de muchos―. Yo soy un demonio, eso lo tengo claro o ya habría ido por tu yugular de nuevo. Esto es más que una competencia, me juego la reputación y mi carrera. ¿O es que ser la  mediocre estrella de Kaleido que no compite es a lo único que aspiras? ―La cruel pregunta la impactó como nada antes. 

Los jadeos entrecortados inundaron el gimnasio de prueba. 

― May, es suficiente ―advirtió Álvaro apretando los puños. 

― No ―lo cortó Sora―, tiene razón ―su mirada vidriosa se clavó en León Oswald―. Yo...

Un silbatazo cortó toda hilación.

― Si ya terminaron con su melodrama, vuelvan a sus puestos ―Mijaíl ladró sin un ápice de remordimiento por interrumpir los profundos sentimientos del ángel de Kaleido―. Muy bien, tenemos una hora para seguir perdiendo el tiempo, o quizás ya se pondrá a trabajar nuestro ángel. Decide ―su fría mirada de plata se clavó en la trapecista japonesa.

― Sí, señor ―Con aquella respuesta, Sora volvió a su lugar. Y el resto la siguió.

La determinación de Sora se hizo patente casi al terminar la hora, si bien no había retornado su inocente alegría y desempeño, estaba logrando crear un escenario de ensueño.

May se sintió satisfecha al lograr encajar la escena del infierno―. Solo faltas tú Sora ―la retó―. Yo iré a perfeccionarme, espero que hagas lo mismo.  ―Su aireada retirada encubrió su pena. Estaba perdiendo a su amiga rival y no tenía como evitarlo.

Sora no estaba particularmente convencida de lograr superar su miedo en tan poco tiempo, mucho menos su desconfianza, pero debía perfeccionar la técnica Redención. La caída libre y luego ser elevada. Era más complicado que la técnica angelical, un demonio debía combinar la potencia de la caída de un ángel con el impulso necesario para devolverla a su lugar y crear una explosión de emoción con el ángel que volvería a él por amor. Confianza ciega.

Kaleido Star: Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora