Propuestas fantásticas

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Era el gran día, Karlos iba a ver de primera mano la performance de su elenco y el del circo ruso juntos en escena. Su mano derecha temporal, Mijaíl, había demostrado un gran poder de manejo pese a que realizaba negocios en la industria del cine. El equipo estaba listo para la ejecución final de la obra.

―¿Estás seguro de querer hacerlo ahora? ―lo cuestionó Mijaíl observando la hora libre que disfrutaba el elenco antes de la gran prueba.

―Es necesario ―se dijo recordando sus pecados pasados, era muy importante esta vez―, esta vez puedo detenerlos a tiempo― murmuró casi para sí. Porque en el escenario real no habrían redes y la última muerte que manchó el escenario de Fantasía había podido evitarse.

Mijaíl asintió con la cabeza pensativo―. Tienes pelotas ―dijo sincero―, con toda la logística invertida hasta ahora... ―y algunos millones en juego― no me atrevería a algo como eso, pero respeto tu decisión y el contrato. ―su sonrisa torcida casi acabó con la determinación de Kalos.

No hay forma de perder en esto, pensó reflexivo, confío en ti Sora.

En ese mismo instante

May hacía ejercicios en la pista de hielo, practicando su sonrisa para el solo que realizaría en representación de ambos circos, era la oda a la belleza y poder que podía ostentar una mujer de su calibre, como la futura reina del infierno. 

El equipo técnico ruso por su parte, le mostraba cartelitos con puntuación de 0, 5 y 10 puntos.

Nico hizo lo más bizarro, le mostró dos cartelitos con -10. Estaba más serio que un gato gruñón.

―Sí que eres todo un profesional ―animó uno de los técnicos, Asinov―. ¡May, sé tu misma e ignora a este ruso loco! ―gritó a todo pulmón―. ¡Sonríe como cuando vas a aporrearlo y todo estará bien! ―continuó animándola mientras revisaba el guión.

La sangre calentó el rostro de la demonio de ascendencia china al igual que a Nico. El técnico Asinov se las estaba jugando con ellos dos. 

―Espera y verás ―gruñó Nico sacándose las botas de trabajo, cogió un par de patines de hielo de su maletín de trabajo y salió a la pista en pos de May.

Los técnicos hacían ovaciones mientras el resto del elenco dejaba lo que estaba haciendo y ponía atención en la parejita. Entre ellos se encontraban Sora y León. Álvaro se encontraba retenido en una sesión privada con el psicoterapeuta y asesor del circo gracias a sus últimos estallidos de cólera. Parecía como si los roles entre León y Álvaro se hubieran invertido en este siniestro escenario. 

―Solo sonríe como lo haces siempre ―le dijo Nico en cuanto la alcanzó en la pista de hielo―, sí, así.

May parpadeó con sorpresa, solo este hombre lograba ese cambio en ella. Y en las prácticas era él quien usualmente le instruía sobre cómo debía realizar las maniobras, era muy metódico y perverso.

Siempre creí que sería imposible, pensó May iniciando una tranquila danza con Nico. Sus giros eran como lo que había coreografiado con León, pero la confianza y la cercanía era otra. La imagen que transmitían era lo que en un principio debería haber existido en la pareja original de la obra. León y May parecían la típica pareja frívola y sedienta de poder y la dominación sobre el otro.

―¿Ves? ―continuó él―. Solo siente la música que transmite la pista, los patines, el hielo y tu compañero. Olvida lo demás.

Ella veía mucho potencial en él.

―En mallas te verías bien ―lo fastidió, era una de las raras razones que le había dado para no estar en una pista de hielo. El técnico ruso adoraba estar entre bambalinas para garantizar la ejecución de la obra. Su pasión por la electrónica y las máquinas habían superado al patinaje.

Kaleido Star: Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora