La danza prohibida es fantástica

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Los chismes habían corrido como la pólvora.

Sora Naegino y León Oswald habían sido pillados en el escenario de prácticas por el mismo Álvaro Konikov en una situación muy comprometedora.

— No había forma de evitarlo —se lamentó Mijaíl—, los ratones corrieron en cuanto pillé al más lento.

Kalos gruñó sin decir nada por breves instantes.

—¿Estás seguro que esos dos están juntos? —su incredulidad aún ganaba a su sorpresa.

—Te enseñé lo que descubrió el reportero croata —masculló entre dientes. 

El sujeto en mención se la había pasado viviendo un mes entero en el maldito hotel ruso y su tienda de campaña había estado camuflada en el bendito invernadero que casi nadie usaba.

Había sido un gran milagro o un premio a su determinación el que León y Sora hubieran elegido ese invernadero para tener una especie de encuentro clandestino ligado a una gran confesión.

Era algo tan gordo que hacía peligrar la ejecución de la obra por el volátil estado de ánimo de los protagonistas.

—¿Sabes a cuántos ha ignorado Sora a causa del amor que tiene a su carrera? —preguntó Kalos girando su mirada hacia Mijaíl.

—¿Según mi estudio o lo terrible que alucinas?

Ambos rieron por lo bajo. Estaban observando cómo el elenco al completo comía entre murmullos conspiradores, mientras que las estrellas estaban en el centro de la tormenta metidos en sus propios pensamientos.

—¿Qué se trae tu hermano? —preguntó Kalos sin poder contenerse.

—Quién sabe, nunca entendí cómo logró criarlo su padre.

Aquello fue algo que Kalos se sorprendía de escuchar. Mijaíl nunca le habló de su situación personal, pero tampoco esperaba que empezara a hacerlo ahora.

—No te creas especial, Kalos. No diré nada más.

—Entiendo.

~§~

Sora podía sentir los ánimos renovados del elenco aunque no entendía el porqué. Parecían emocionados al verla, aunque con otros era todo lo contrario.

—Sora, si no terminas pronto —amenazó May señalándola con su tenedor—, rogarás por la hora de almuerzo en una hora.

—May no seas tan dura —gruñó Mía desde su rincón—, todavía hay tiempo.

Su furia hacia la acróbata de ascendencia china era cada vez más fuerte.

May la ignoró de lleno enfocándose en Sora, no entendía a qué venía la rivalidad de la otra chica. No podía considerarla una rival.

—No, tiene razón —objetó Sora alegrando a Mía—, debemos perfeccionar la danza en el infierno.

—¿Sora?

—Y vaya infierno —agregó una trapecista que transitaba por ahí.

Demasiadas cabezas se giraron hacia la chica que no supo dónde meterse.

— Ah... yo... ¡Lo siento! —salió chillando del comedor entre los renovados murmullos.

Sora demasiado confundida con eso y las cosas que habían ocurrido en los últimos días que iba rondando por su cabeza, decidió centrarse en lo que tenía entre manos.

Tengo una técnica que perfeccionar, se dijo determinada.

Álvaro comió sin decir nada y se levantó antes de golpear la mesa con los puños.

Kaleido Star: Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora