- Lento y Fantástico Despertar -

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Sora continuaba practicando los malabarismos, había logrado mantener el ritmo con tres pelotas pesadas. Ahora debía hacerlo sobre un trapecio.

A las cuatro de la mañana, se levantó y se encaminó al gimnasio de prácticas número 2. Donde habían colocado trapecios y una red de seguridad.

Realizó la revisión rutinaria de los dispositivos y emprendió su nuevo reto. Cayó varias veces sobre la red y fue golpeada por las pelotas, en otras, quedó colgando sin ellas.

―¡Ya casi! ―Exclamó exhausta.

―¿Por qué no pruebas haciendo un giro? ―consultó Mijail, se hallaba de pie en la entrada del gimnasio. Se encontraba realizando una ronda matutina, cuando vio al ángel de Kaleido.

―¡Entrenador, buenos días! ―exclamó nerviosa. Había sido pillada fuera de su hora de práctica.

―Sólo por hoy te lo dejaré pasar, Naegino ―advirtió severo―, ahora, realiza lo que te pedí ―continuó en un tono más indulgente.

―Está bien ―dijo preocupada. Debía armarse de valor.

Terminó en la red más veces de las que cuando empezó, y encima, era golpeada por las pelotas que pesaban kilo y medio con saña.

La fría mirada del entrenador no desmotivó a Sora. Ella siguió con su práctica, el sudor empezó a cubrirla por el esfuerzo, y aunque sus miembros se quejaban por un buen descanso o un baño caliente, Sara sabía que necesitaba conseguirlo.

Continuó tratando de lanzar las pelotas y alcanzarlas con las manos, tras dar un frenético giro. Intentó con las manos, los pies, combinando ambos, y sólo caía a la malla.

Hasta que se le ocurrió coordinar pies y manos con las pelotas y el trapecio.

León pasó por ahí de camino a la salida para correr, sólo la observó con ojo crítico.

«¿Entrenando?», pensó para sí. Se retiró en silencio, sin ser notado por el ángel.

A las seis de la mañana, Sora estaba de cara sobre la red de seguridad. Logró repetir la curiosa rutina nueve de diez intentos.

―Bien hecho, Ángel de Kaleido ―la felicitó Mijail―. Continúa así.

― Gracias entrenador ―murmuró desfalleciendo.

Con una risotada, Mijail dio el silbatazo de formación general.

El acróbata ruso llegó como un rayo al gimnasio, su pecho subía y bajaba con fuerza, algunas gotitas de sudor cubrían su frente y pecho.

―¿Qué hacías Sora? ―exigió Álvaro, su ceño fruncido decía mucho de su estado actual de humor―. Te indiqué que descansaras ―gruñó.

Sora sonrió nerviosa saliendo de la red.

―Lo siento, Álvaro ―se disculpó―, he logrado realizar una técnica con las pelotas y el trapecio.

Álvaro la observaba enfadado.

―¡Ustedes dos! ―gritó Mijaíl―, será mejor que se apuren, tengo hambre ―exclamó en advertencia.

―Lo sentimos, entrenador ―se disculpó Sora por ambos.

―Que yo no me arrepiento ―gruñó Álvaro. Empezando a caminar hacia el punto de encuentro junto a Sora.

§

La sesión de prácticas continuó con tranquilidad para todos. Hasta que Sora empezó el entrenamiento en el trapecio junto al acróbata ruso.

Ella brincó con una graciosa pirueta hacia Álvaro, sin embargo, pasó de largo cogiendo otro trapecio.

Kaleido Star: Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora