Entrenando en Russia II

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Capítulo 13

―Señor Dimitri ―anunció uno de los criados―. El Gran Circo de Moscú quiere saber si la presentación de mañana incluirá a la señorita Sora Naegino.

―No, ella no estará disponible ―espetó serio―. Y llama al cocinero, necesito que prepare una dieta para el estreñimiento crónico. ―El criado sufrió un escalofrío tras escuchar eso.

―Pero me gustaría ir a ver ―intervino Sora con la curiosidad que la caracterizaba―. Si no es mucha molestia. ―Dimitri sonrió y se preparó para lo siguiente.

La primera lección de un ángel. Por Álvaro Kornikov:

―JAMÁS IRÁS A UN ESCENARIO A ESPECTAR UNA FUNCIÓN ―ordenó firme, directo. Sin suavidad.

Sora lo miró confundida y claramente extrañada. «¿No ver una función jamás?»

―Órdenes son órdenes Sora, será mejor que escuches al experto ―aconsejó Dimitri sacando al criado con señas de su mano―. Al menos no se ha equivocado en eso.

―¿Y qué hay de malo con apreciar una función? ―Sora no estaba contenta con la respuesta―. ¿Acaso puede afectarme ver una actuación mejor que la mía?

―ESO. Un ángel no puede actuar como los demás, como una copia de alguien más y si por algún motivo, se presentaran dos actuaciones similares. La copia, no es la actuación del ángel ―explicó, luego se colgó de un trapecio―. Sora, ya no eres una espectadora, ahora eres la que creará el escenario, la ama y señora de la ilusión en el trapecio. Después de ti no hay más que secundones.

Álvaro se montó de nuevo en uno de los trapecios, para reiniciar su rutina.

―¿Y por qué debo presenciar TUS ACROBACIAS? ―Sora ya comenzaba a enfurecerse.

Álvaro fijó su mirada en ella por unos segundos antes de reemprender con su rutina. Fue lo único que necesitó saber.

«Haremos todo esto en la obra», pensaron al unísono.

Horas más tarde, Sora había encontrado una pequeña terraza que iba cubriéndose con pequeños montones de copos de nieve, había salido con sólo un suéter lila y un pantalón de mezclilla, sus botas no ayudaban mucho con el frío que ahora sí comenzaba a notar.

Aunque eso no le importaba mucho, apreció un pequeño columpio y se sentó en él, pudo recordar la ocasión en que le había enseñado a Rossetta a columpiarse en uno.

«Había sido maravilloso», pensó conmovida. «¿Estará entrenando duro?, ¿Qué será de los demás? Quisiera poder iniciar mi rutina».

―Enfermarte de gripe lo pondrá de muy mal humor, señorita Sora ―Sora dio un respingón con la voz masculina que la había sorprendido, Dimitri daba más miedo que el jefe, por alguna razón sentía que aquel sujeto escondía algo más que su estricta profesión.

―Doctor Dimitri casi me da un susto de muerte ―exclamó nerviosamente mientras se reincorporaba del columpio―. No creo que una simple gripe vaya a... ―La seriedad en el rostro de Dimitri le indicó que mejor no continuaba con el comentario―. Lo siento ―Y de repente recordó que Álvaro había mencionado que su madre había fallecido de algo similar.

Dimitri llevaba un abrigo beige largo con solapa, gafas con montura al aire, cabello negro azabache y toda la contextura de un hombre no mayor de 35 años, se veía claramente que cuidaba su físico, aunque su extraña y recurrente seriedad aparecía de la nada en cuantiosas ocasiones.

Kaleido Star: Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora