La caída del Ángel

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― De nuevo ―ordenó Mijaíl al observar la pobre actuación del ángel y los demonios―. No es una fiesta del té, es una danza tribal sobre hielo ―espetó firme.

Cada uno volvió a sus posiciones en la pista de hielo.

― Tú ―dijo señalando a León―. Eres un demonio dominante que disfruta demostrando su poder y ahora quieres su pureza ―dijo señalando a Sora sobresaltándola, luego se giró hacia May―. No estás mal, pero sé que puedes hacerlo mejor ―le dijo―. Acabas de atraer a un poderoso demonio, no puedes perder su atención por la aparición de un ángel.

Sora tenía en mente el guión, sin embargo, temía de León; las palabras de Álvaro hacían mella en su interior.

―  Sora, eres un ángel que ha caído a un mundo extraño, no puedes irradiar alegría ―dijo Mijaíl con seriedad―, debes estar aterrada, expuesta a seres crueles y malignos ―le explicó―, muestra algo de terror, piensa en lo que más te asuste.

― Que piense en Oswald ―agregó un trapecista con gracia.

Las risas fueron acalladas al notar la fría mirada del demonio francés. Álvaro entró para completar el cuadro.

― ¿Están aquí para cuchichear? ―indagó el ruso enfadado.

La sala volvió a lo suyo.

Mijaíl sonrió divertido―. ¿Terminó tu rabieta?  

Álvaro lo ignoró para enfocarse en Sora―. Sé que podrás hacerlo. Estaré aquí ―le dijo mirándola a los ojos con devoción, como si no hubiesen discutido hacía unas horas. Provocando cierto hastío en León, no estaba enterado del asunto.

― ¡Comiencen!

Kalos observaba en silencio, mientras veía como Sora encarnaba su papel. Las mejoras se iban desarrollando a tiempo para ultimar los detalles.

― ¡De nuevo! ―exclamó Mijaíl con fuerza. 

El entrenador ruso no tenía pensado dejárselo fácil a las estrellas, y eso Kalos lo valoraba, por ese motivo y por su necesidad de llevar a buen recaudo ese proyecto tenía que enfrentarse a más de lo que había esperado inicialmente.

«Demasiados cambios», pensó observando esta vez a León Oswald. 

  ~ ꘩ ~

Sora retornó cansada a su habitación, solo para darse una ducha antes de empezar con la práctica de malabarismos.

―Estás muy tensa, Sora ―advirtió Fool asomándose estratégicamente por el ducto de ventilación.

― ¿Cómo te metiste ahí? ―preguntó Sora con genuina curiosidad.

De solo recordarlo, al pequeño espíritu le vino una riesgosa hemorragia nasal.

― ¡Fool!  

Luego de rescatar al espíritu del escenario, si es que se podía, de su propia actitud pervertida, decidió encerrar al pobre en un armario.

― ¡Puedo ayudarte a frotar tu espalda, Sora! ―su chillido amortiguado aún se lograba escuchar hasta la ducha.

Sora rodó los ojos por esa ocurrencia, hasta que la pena inundó su corazón. 

«¿He llegado hasta aquí?», se preguntó mientras el agua caliente cubría su cuerpo. Cerró los ojos para aclarar sus ideas.

Álvaro trataba de ayudarla, pero habían llegado al límite de ese punto. Ella ya no podía escudarse bajo sus alas. 

Y esa obra, ella sabía que Redención amenazaba con cambiarla a un grado que ni ella misma había logrado captar antes. La fuerza física, el estado de su cuerpo, su agilidad y su capacidad, nada de eso servía si ella no confiaba en su compañero. Y por primera vez no quería perdonar a León Oswald.

Kaleido Star: Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora