La Redención del Dios de la Muerte

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―¡Sora! ―gritó León llamando la atención del resto.

Sora se columpiaba en un trapecio y se detuvo abruptamente con el llamado. Lo miró confundida.

― Joven León―murmuró bajito.

No pudo evitar ladear la cabeza confundida. Observando del albino al ruso en intervalos.

El resto observaba en silencio.

León se había quedado dormido mientras esperaba el inicio de su actuación, era algo grave.

― ¿Qué sucede Dios de la Muerte? ―inquirió Álvaro, sumamente furioso por la interrupción del acróbata francés.

León chasqueó los dientes antes de negar con la cabeza―. Tenemos que hablar, Sora―dijo mirándola fijamente, luego de un largo minuto de silencio.

― No es necesario ―respondió Sora nerviosa.

Ya no quería más tiempo a solas con León Oswald.

― Lo es ―insistió León, porque se iba a volver loco por el remordimiento.

― Pueden jugar a la comidita después ―exclamó Kalos en tierra firme―. Pónganse en marcha.

La mirada penetrante de León no cedía a la orden. Pero aún así emprendió una ligera rutina para despejarse.

Las estrellas iniciaron con las acrobacias, pero Sora no respondió de nuevo. La técnica no salía pese a que Álvaro la elevaba y ella iniciaba la caída libre, León debía atraparla porque Sora no buscaba tomar sus manos, terminando siempre en la malla de seguridad. No había confianza, el vínculo que podían haber tenido parecía roto.

― No está funcionando ―intervino Mijaíl, por lo que Kalos asintió.

― Ellos...

―¡Ahh!

Una caída abrupta los interrumpió, justo a unos metros del escenario. Una bailarina había tropezado con algo que pudo haber causado una tragedia.

―¿Quien dejó esos cables sueltos? ―Exigió Mijaíl.

La bailarina rusa fue socorrida pero el ambiente no cambió.

~ ☆ ~

El día había transcurrido sin muchos cambios, y Sora entró en crisis. 

― No puedo trabajar contigo ―exclamó Sora de repente―, por más que lo intento, no sé en qué momento me vas a tirar fuera de la red o quizás solo me dejes caer. No lo sé joven León, siento que no puedo confiar en ti. ―Lágrimas inundaron los ojos de Sora.

El resto del elenco observaba con la boca abierta.

Sora, León, May y Álvaro se encontraban en los trapecios sin lograr ejecutar la técnica decisiva de la obra.

León la miraba fijamente, la seriedad en su rostro reflejaba mucho y a la vez nada―. He cometido un error ―dijo sincero.

―  ¿Un error? ―exclamó enardecido Álvaro―. Arrojarla de un trapecio no fue un error. ¿Atacarla porque no eres lo suficientemente hombre como para aceptar un rechazo? ―continuó enardecido―. Eres una escoria que solo trabaja en esta obra porque te necesitan o ya estarías fuera de los trapecios Oswald.

― Me dejé llevar, Sora ―se explicó León dejando el orgullo de lado―. Lamento todo.  

El ángel de Kaleido entró en conflicto, entendía que muchos actuaron raro cuando Álvaro llegó a Kaleido y nadie, incluso ella, había estado inmune. Y ahora estaba la obra, dejar ese concurso significaría más que una pérdida económica. Vetarían ambos circos y eso a ella le partía el corazón.

Kaleido Star: Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora