Estrellas Fantásticas II

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León había continuado con su entrenamiento en el gimnasio con total naturalidad hasta la hora de la cena y luego partió a su habitación cargado con un termo como era habitual. El mate de menta se había convertido en su nueva bebida nocturna.

El renovado Dios de la Muerte actuaba como si los besos que Álvaro le había robado a Sora durante la presentación oficial nunca hubiesen ocurrido. Parecía como si le  importase un rábano. 

Algunos empezaron a murmurar que Sora nunca había terminado con Álvaro y que estaba limitando su intimidad solo fuera de su jornada laboral. Era lo menos que se esperaba de una verdadera estrella de circo.

Por el contrario, el ángel caído ruso no estaba muy contento, porque ninguno de los rumores era cierto, Sora no estaba con él. Y ya había intentado acorralarla durante todo el día en vano. No le habían permitido verla con el nuevo traje que había llegado desde Prada, que curiosamente había sido donado por Yuri Killian. 

El mensaje estaba ahí, el sujeto también quería a Sora.

Era demasiado problemático para él como un ángel podía meterse en tantos problemas. Cansado y fastidiado por tener que soportar la presencia del Dios de la Muerte a la hora de dormir, se detuvo para sacar una soda helada de una máquina expendedora, tenía la garganta seca de tanto gruñir.

Si madre viera esto, de seguro estaría dispuesta a lanzarse al vacío.

¿Lo metió a su habitación? ―unos murmullos femeninos llamaron su atención―. No pensé que jugara con los dos de esa forma, tú sabes, besando a uno y luego haciendo cositas con el otro.

Eran dos trapecistas, una rusa y la otra americana, estaban perdidas en su conversación mientras pasaban por el lado de Álvaro―. Y yo pensando que ella era una víctima inocente... ―susurró la americana, la otra parecía ofendida― vaya descarada.

―Sí, sí, me lo ha dicho Erica hace poco, mira ―y le mostró la pantalla de su celular. 

Álvaro no siguió escuchando, su visión se volvió roja de la furia. Aunque no vio la imagen porque tendría que empujarlas para lograrlo... 

Él estaba seguro, León había ido a su habitación a descansar, y con Sora en las pruebas de vestuario tenía que ser imposible...

No puede ser, es imposible. 

Sus pensamientos se empañaron con imágenes de Sora tendida a merced del maldito demonio francés. 

Álvaro masculló una palabrota en su lengua natal que las trapecistas no pudieron pasar por alto.

―¡Álvaro!

Algo confundidas dejaron su chismorreo para ver qué había provocado la reacción del Álvaro Kornikov.

El ruso continuó despotricando mientras aceleraba su camino por el pasillo. Él sabía que sus acciones conservadoras habían causado esto. Ni nada menos! Que si hubiera seducido a Sora como debió haber hecho, ella ahora estaría solo enfocada en él y en nadie más.

Aunque hubiese perdido su pureza, ella sería mía, pensó con amargura.

Ingresó a la habitación que compartía con el maldito demonio de un tirón.

―¡Kiah! ―una mucama soltó las mantas que había estado recogiendo para cambiarlas―, me asustó, lo siento mucho, sé que no es la hora pero me dijeron que habían migajas...

Álvaro la ignoró y emprendió una carrera suicida hacia la habitación de Sora, donde él sabía que ella estaría...consumando alguna estupidez.

Kaleido Star: Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora