Acrobacias del Corazón

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Sora notó con sorpresa que León dormía como un tronco, aun con el sonido de la secadora y encorvado en el suelo como estaba. Se había rendido al sueño.

— Supongo que necesitaba descansar —se dijo con calma, había notado sus ojeras y había querido relajarlo. Sora se reincorporó dejando la secadora en una cómoda cercana y atravesó la habitación para recoger una manta acolchada. 

Si lo despierto, no volverá a dormir, pensó preocupada. 

Sora lo cubrió con una acolchada manta por los hombros y terminó de recostarlo. Temía despertarlo, pero la respiración de León Oswald siguió pausada.

—La almohada...

Sora se recordó dándose y cabezazo mental, comenzó a hiperventilar por haber olvidado algo tan simple. Luego de acomodarle la cabeza con una y atenuar la luz encendiendo su pequeña lámpara de noche, se sentó sobre su cama con las piernas cruzadas. Tenía que pensar. Mucho.

Ella no se dio cuenta que se había quedado dormida hasta que abrió los ojos despertando a causa de un lamento profundo. ¿Nani?

Le tomó preciosos segundos ubicar al causante.

—Sora, no... Sora, coge...mi mano. Mi mano...

León se removía inquieto desde la alfombra, se aferraba a la manta con una mano como si fuera una especie de salvavidas y estiraba la mano libre hacia el techo, su cabeza girando de un lado a otro con brusquedad; sus albinos cabellos cubriendo parte de su angustiado rostro gracias al sudor que cubría su piel.

—Joven León, es un mal sueño —susurró Sora acercándose, no estaba muy segura de qué hacer. Despertarlo o mecerlo hasta que lo malo pasara. 

Estiró la mano para alcanzar su hombro dubitativa—. Joven León...

León se sentó de golpe, respiraba con dificultad, su mirada perdida buscaba algo bajo la tenue iluminación, hasta que la vio a ella. 

—¡Sora! —exhaló con la voz rota, el sudor cubría su piel como un manto; parecía que había corrido una maratón. Aun con el rostro desencajado la tomó de los hombros, su cuerpo tenso y la respiración violenta hacía nada por calentar su frío cuerpo. Su corazón parecía a punto de estallar por la velocidad de sus latidos.

Ella bajó la mano, la levantó y volvió a alejarla sin saber qué decirle. El joven León sigue culpándose, Sora pensó aun medio confundida. 

Aquella línea de pensamiento la dejó sin voz. Era algo que no esperaba. 

Los minutos pasaron, y ninguno parecía reaccionar. 

—No lo culpo —susurró ella bajito rompiendo el silencio, sospechaba que él podía estar sonámbulo. 

Las cruentas imágenes de ella cayendo, el arrepentimiento en su mirada; la mala ejecución de una técnica en pleno acto. La miserable cadena de eventos que sucedieron después.

Y él tenía la culpa de gran parte de ellas.

Él parpadeó varias veces antes de tomar su cabeza con ambas manos ante el reconocimiento, la frustración y la realidad golpeándolo como un yunque. Necesitaba ayuda profesional si quería continuar con su vida.

Podría pasarme la vida de rodillas, eso jamás habría devuelto tu vida. Como tampoco me devolvió a Sophie, los pensamientos de León encajando por fin.

El silencio envolvió la habitación como un manto de nuevo. 

Un instante después, quizás minutos o una hora, ninguno le prestó atención al tiempo.

Kaleido Star: Ángeles y DemoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora