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En Douthed, el barrio donde vivo, no ha sucedido nada interesante en los últimos tiempos. Hoy el sol golpea fuertemente los tejados, si se les puede llamar así, de las casas del bajo barrio. El pavimento está ardiendo y promete freír un huevo si lo tiras al suelo. Eso es algo ecológico y cien por ciento efectivo.

Tomo un poco de limonada que hice luego de robarle tres limones al vecino en silencio. La verdad es que la calor lo ameritaba y como no tenía ánimos de ir al supermercado y por supuesto que tampoco tengo dinero, decidí tomarlos prestados y algún día, no muy lejano devolverlos. Aunque sea tirarlos por el suelo al lado del árbol. Mientras observo a los pequeños vecinos jugar con una bola. No tengo nada más que hacer.

Al fin tengo unas vacaciones prolongadas aunque eso no me agrade demasiado. Ayer fui a ver al amigo que me recomendó Dou, pero resultó que ya tenía a las personas que justamente iba a utilizar. ¿Y para qué tener a alguien demás, pagarle, si no te va a ser útil? Yo que pensé que la suerte me estaba cambiando, pero resulta que no. Y es que jamás lo iba a hacer, nunca nadie cambiaría la maldición que me heredó mi madre. Algún día quisiera romperla, pero luego recuerdo que ni si quiera tengo literalmente para comer, iré a tender para pagarle a un Médium o espiritista.

Mis idas a los bares también han tomado vacaciones ya que, lamentablemente, Los Neighbourhood no ha pisado territorio Californiano desde hace exactamente un mes y no es para sorprenderse, pero ellos son un grupo famoso y necesitan complacer a sus otros fanes alrededor del mundo. Y aunque yo los considere uno idiotas como personas, como artistas los considero los mejores.

El sonido de mi celular hace que deje de mirar a los pequeñines de color, pero hermosos, que juegan con la pelota.

—Priscila — le hablo seria y directa. No sé por qué la gente se toma la molestia de preguntar cómo están y decir el tan típico "hola".

—Axel, hoy la banda va a estar en la calle cuarenta y cinco de la avenida Fatille — muy bien pequeña has aprendido que conmigo no van los rodeos, las cosas como son y directas.

Lila es quien me hace el favor de stalkear la banda por mí ya que yo por la falta de internet, no puedo. Y eso es algo que le agradezco enormemente y una de las razones por las que la dejé entrar en mi vida y considero amiga. Solamente con temas de mi banda favorita, dejo de ser un poco seca con ella. Y a veces me arrepiento de serlo, pero ella ya está acostumbrada a mi actitud tan borde.

—Eso es maravilloso, pero más lo es el saber que no me acompañarás — le digo sincera mirando mis uñas descascaradas. No quiero estar a cargo de una idiota que no sabe apreciar el arte del rock.

—Sad, quiero acompañarte. Sabes que me gusta el grupo — replica.

Me río sonoramente al escuchar el chiste que ha soltado. A la verdad que es sínica.

—A ti no te gusta la banda, te gusta los integrantes y de qué vale que lo hagas si no sabes apreciar el arte de su música — la línea se queda en silencio y mientras eso sucede, observo al pequeño niño que se ha caído en el centro de la brea.

—Está bien, lo admito. No me va ese rollo del negro, pero por favor, déjame ir contigo. Tú conoces ese ambiente y sabes cómo manejarte en él.

—Priscila, no — le digo en definitiva — No vas a ir conmigo para allá. No puedo bailar y al mismo tiempo estar pendiente a que no te suceda nada. No irás y punto. Mejor vete para los get, estilo Proyecto X que hace Susan en su casa. Esa música electrónica, sí te va.

Susan es una compañera de ella que le va eso de hacer fiestas en su casa y aunque yo no la conozca, sé que lo hace porque Lila me ha comentado que ha ido a unos pares de ellos.

Perfect Illusion | Jesse Rutherford - The NBHDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora