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Escaneaba cada artículo con desgana. La señora que pagaba su compra, me miraba seria, escaneándome tal cual yo le hacía a sus latas de frijoles. Me sentía cansada, llevaba dos días sin comer bien y no es que no tuviera comida en casa, era que simplemente no tenía apetito. Priscila había insistido algo en ir a salir a dar un paseo hoy, pero tampoco tenía ganas. Y no era que estuviera así por lo de Jota, no, en lo absoluto. Es que
simplemente no tenía ánimos. Me sentía muy cansada y debe ser por la anemia que se aproxima. Siempre he tenido problemas con la alimentación.

Ya era invierno y aunque el frío en Los Ángeles no era como en Nueva York o Chicago, estaba a sesenta grado, que con la calor que hace aquí normalmente, me sentía como si estuviera en Alaska.

Desde la última vez que había estado con Jesse, había pasado exactamente cuatro meses. No habíamos vuelto a hablar, no había vuelto a buscarme. Yo tampoco había vuelto a bailar y no era por lo que había pasado entre nosotros, yo sabía diferenciar entre las dos cosas, pero simplemente no me he sentido bien en los últimos tiempos en cuando a mi salud física se refiere.

—Tiene un total de ciento tres dólares con cincuenta y cuatro centavos — le informo la señora que lleva observándome desde que comencé a cobrarle.

Esta vez la observé yo pacientemente mientras buscaba en su bolso.

—Tome — deslice la tarjeta por el lugar correspondiente y luego espere pacientemente a que marcara su número secreto. En lo que procesaba el pago, ella volvió a quedárseme mirando. Unas ganas enormes de mencionarle a su madre me invadieron, pero luego de pensármelo bien, lo deshice. Era una falta de respeto y sabia que el cliente siempre tenía la razón, la tuviera o no realmente — Disculpa que me tome el atrevimiento, ¿usted se siente bien? — preguntó al fin. Yo asentí mirándole confundida. ¿A qué se debía eso? — Deberías visitar un médico, soy enfermera. Te ves muy mal.

No dije nada, solo le entregué su tarjeta junto con el recibo que le correspondía. La verdad era que me sentía mal realmente, el cansancio y el dolor de cuerpo era terrible y aunque estaba acostumbrada a trabajar mucho, me sentía fuera de lo normal o sea, terriblemente mal.

Me encantaba mi trabajo, no era nada difícil. Rápidamente me amoldé a él y desde luego que pude acomodarme económicamente. Semanalmente recibía el triple de lo que ganaba en la agencia. Tanto así que remodele por completo mi hogar, mobiliamente hablando y también me compré un auto. Cabe recalcar que es una carcacha que me costó no más de mil quinientos dólares, pero aún así me llevaba y traía todos los días.

No había sabido nada de la banda, aún así aunque tuviera internet en mi celular. Ya ni siquiera estaba stalkeandolos como antes y es que no tenía tiempo para ello. Había comenzado a tomar clases en la universidad. Me ayude con una beca gubernamental que personas de bajos recursos la pueden solicitar y entre a una universidad pública que aunque era publica, tenía mucho prestigio. Hasta ahora no he tenido problemas ni con los estudios, ni económicamente hablando.

Tomé la decisión de estudiar luego de observar lo bien que estaba. Me sobraba el dinero y bastante —tampoco eran millones—, mas no sabía qué hacer en mi tiempo libre, me decidí por estudiar. Siempre en mis sueños me visualizaba como una profesional y luego de analizarlo bien dije "¿Por qué no?" Nunca es tarde para nada y menos si es para dar un paso al bien. Trabajaba seis días a la semana, siete horas diarias; tomaba clases dos clases hasta las diez u once y luego arrancaba a ganar dinero. Creo que a eso se debe mi cansancio y explotación física, que aunque estés cansada, es algo con lo que estoy a gusto.

Terminé mi turno a las ocho y luego me fui a casa casi corriendo. Estaba tan agotada que no quería siquiera hacer el trabajo de la universidad. Baja rápidamente del auto y abrí la puerta dejándola abierta y todas las cosas en el suelo. No tuve tiempo a llegar bien, sólo entre al baño y vomité. Lo hice y cuando termine, supe que algo realmente no estaba bien. Había sangre y eso no era normal. Estaba consiente de que no me alimentaba bien, pero ¿qué podría ser?

Perfect Illusion | Jesse Rutherford - The NBHDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora