03. La lección

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Durante los siguientes días fueron así. Weindirus les sacaba el ancho a ambos en el entrenamientos. Le enseñaba a Nina cosas que su maestro no pudo pulir y a Azazel le daba golpes en la cabeza para que mejorara su esgrima. Le hacía pelear contra diferentes copias de soldados del Rey. El demonio tenía que enfrentarse cada vez a más enemigos: primero con dos, luego con cinco, siete, doce, y así. Incluso le metía un par de soldados Onxs, quienes incluso copiaban la misma clase de magia.

Al final, cerca del anochecer, trataba de que el demonio "seduciera" a la jovencita, entregándole flores o diciéndole piropos. Azazel se negaba rotundamente hacerlo porque le parecía estúpido, pero no entendía por qué Weindirus estaba haciendo esto. Si quería usar al Dragón Rojo para vencer a los humanos, primero debería aprender a invocarlo. La chica ya se estaba acostumbrando a él, viéndolo como un amigo, y eso no estaba bien. Debía mantener su pulso acelerado para que se transforme. Es por eso que la diosa le hacía pasar como un "pretendiente" para que la chica se sonrojara. Pero Azazel era tan bruto que ni si quiera le podía decir a Nina lo linda que se veía sin que sonara como una amenaza. Al final tenía que crear un supermodelo con el polvo para que la chica se pusiera roja.

Cada ves que Nina se transformaba en el Dragón Rojo estaba fuera de control. Lanzaba fuego por todas partes y rugía furiosa. Siempre andaba peleando con Weindirus. Lo que la diosa quería hacer es que la chica aprendiera a tener control en su forma de dragón. No podía andar allí como loca destruyendo todo lo que ve. Aparte del control, Weindirus quería que empezara a desarrollar más fuerza y que practicara con su fuego.

A pesar de la paliza que Nina recibía, estaba contenta con todo esto. Al fin tenería algo de control sobre su problema. El resto de sus amigos también estaban felices. Bacchus y Hamsa disfrutaban de la compañía de la diosa. Viejos recuerdos venían a la mente del adulto. Según él, había cuidado de Weindirus cuando era pequeña, y que era como una hija. Mugaro también la pasaba bien. A pesar de no hacer casi nada durante el día, caminaba por el valle y descubría parte del paisaje. Y Rita podía hacer cientos de experimentos en el laboratorio de Weindirus. Había creado barios balines para dormir a sus enemigos y muchas otras cosas. Le caía bastante bien la diosa. Tenían muchas cosas en común

Todos parecían contentos, excepto Azazel.

...

Era el amanecer del su quinto día. Todos estaban durmiendo todavía. Era ahora o nunca. Azazel cogió sus cosas y empezó a alejarse lentamente del campamento. No podía quedarse allí a perder más tiempo. Tenía que irse ahora.

Estaba ya a unos cuantos metros de los carruajes de los dos dioses. Se desplazaba por detrás de unas rocas cuando una voz lo cogió por sorpresa:

-¿Qué estás haciendo?

No esperaba encontrarse con Nina en su camino. Allí estaba ella, con papel a la mano, confundida de verlo. Azazel trató de seguir su camino, pero la chica se plantó en medio de su camino.

-¿A dónde crees que vas?-insistió.

Azazel estaba disgustado. No quería decirle nada, pero teniendo en cuenta su fuerza y las cosas que esa diosa le enseña, era mejor no mentirle.

-Me voy. No pienso seguir en este estúpido juego.

Pasó de largo a la chica, siguiendo su camino.

-Dile a Mugaro que me perdone, pero que debo hacerlo por...

Nina lo cogió de la muñeca antes que diera otro paso. Lo miraba con súplica.

-Por favor, no te vayas-le pidió. -Al fin empiezo a sentir algo de control. Siento que por fin soy útil para algo. Sí seguimos así, podremos vencer a Chorice y liberar a tu pueblo. No lo hagas, por favor. Romperás el corazón de Mugaro.

Me enamoré de un demonio (Azazel x Nina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora