11. En el estadio

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El estadio estaba repleto de personas. La gente reía un montón. En el campo de arena habían unos artristas que actuaban para la gente. Daban grandes saltos y volantines, aterrizando sobre la grupa de un caballo en movimiento; hombres que escupían columnas de fuego con la boca, como si fueran dragones; mujeres que se estiraban como masa de pan y hombres que tragaban espadas enteras. Entre ellos habían unos cuantos expertos en esgrima, que hicieron una demostración para el público. La gente los amaba. A Nina le gustaba el espectáculo. Realmente fue una buena idea haber ido.

Pensó que Axel se incomodaría con toda esta gente, es especial... por el Rey. Justo, al otro lado del estadio estaba el palco de Su Majestad. Miraba el espectáculo medio aburrido, como si no le interesara. Como era el enemigo letal de Azazel, pensó que este se alteraría, que acudiría como un loco, que se lanzaría sobre sus soldados para cortarle la garganta. Pero no. Al contrario, lo estaba tomando con calma. No parecía alterado o nervioso. Incluso se animaba para traerle bocadillos a Nina.

Ambos se deleitaban con el espectáculo. Todo parecía andar en orden.

...

Esos miserables huamnos no paraban de reír. Sí que les gustaba festejar por cualquier cosa. Qué patética raza. Pero que disfruten de su ínfima alegría. Que se regocijen sobre la tierra donde mataron a sus compañeros. Que su Rey disfrute de la función todo lo que quiera.

Estaba dentro del estadio, cerca del patio de comida. Había gente que no paraba de pedir bolsas de maní y otras cosas. Cerca de él se detuvo un joven galán de pelo claro. Se tomaba un poco de tiempo para recoger su pedido.

-¿Están listo?-le preguntó el joven.

-Sí, estamos ya todos en nuestros puesto-le contestó Lucas al coger otra bolsa de maní.

Era un adulto grande y musculoslé de piel morena y un buen peinado. Gracias a Azazel, Lucius y su gente lograron mezclarse entre los humanos. Nadie sospechaba de que entre ellos andaban un grupo de demonios armados, listos para atacar a su Rey. Incluso se habían metido en las prisiones del estadio para liberar a sus compañeros condenados a pelear entre ellos para entretener a los humanos. Los maestros en magia negra estaban listos, y los guerreros tenían sus armas ocultas bajo sus prendas. Solo faltaba una cosa.

-¿Y dónde se encuentra el dragón, Axel?-le preguntó Lucas mientras comía un poco de maní.

-Se encuentra conmigo. Muy pronto también estará listo.

-Más vale que esto salga bien.

-No te preocupes por eso. Me parece que estamos más que listos para enfrentarnos a ellos. Solo recuerden no lanzarse a lo loco sobre los caballeros Onyxs. De esos me encargo yo. Ahora vete, que el efecto de ilusión pronto acabará.

Lucas dio la media vuelta, y se dirigió hacia uno de los pasillos del estadio. Dos colegas se le unieron en el camino. Axel también se fue del patio de comida y regresó a su asiento, junto a Nina, quien disfrutaba del espectáculo con esos ojos que brillaban cada vez que algo le fascinaba.

-Te tardaste un poco-le dijo la chica cuando Axel se sentó, y le entregó la bolsa de maní. -Te perdiste de la mejor parte. Justo un señor acaba de domar a un tigre y hacerlo saltar a través de un aro de fuego. Fue increíble.

-Que pena, pero seguro que algo más interesante pasa.

Luego de eso ambos siguieron viendo más acrobacias y trucos. Aprovechando, Axel rodeó con su brazo los hombros de Nina, haciendo que se sonrojara un poco. Poco antes que el show terminara, unos soldados le pidieron a los acróbatas que se detuvieran por unos minutos, y les pidieron al público que guardaran silencio. El Rey se paró de su asiento, y se dirigió a sus súbditos:

-Gente de Anatea-se escuchó su voz por todo el estadio-, fieles a su Rey, aprovechando que todos están reunidos aquí, me complace anunciarles que muy pronto nosotros seremos los gobernantes del mundo. Los soldados han estado trabajando duro para maneter la paz y prosperidad de nuestro reino. Y esa paz se logrará una vez que derrotemos a los dioses y los demonios. A estas alturas, ellos no son nada más que cucarachas bajo nuestros pies. Insignificantes, inferiores, unas ratas de alcantarilla...

A medida que el Rey proseguía con su discurso, Axel se aguantaba las ganas de lanzarse a ahorcarlo. Presionaba con fuerza la mandíbula y el puño, tratando que calmarse, pero las palabras de su enemigo degradando a su raza no ayudaban.

Nina se dio cuenta de su molestia. Temía que fuese a estallar o algo peor. Supuso que algo así pasaría muy pronto. Era inevitable que Axel mostrara signos de odio mortal estando en el mismo lugar que su enemigo. Le daba pena. Debieron haberse ido de ese sitio. Los dientes de Axel rechinaban, y su mano estaba roja por la fuerza que usaba. Nina temía que se hiciera daño.

Lo tomó de la mano. El chico se sorprendió de eso, y más cuando esta empezó a hacer círculos sobre su puño. Los dedos de la muchacha le hacían cosquillas con cada circunferencia. Impresionantemente el tratado de Nina lo estaba relajando. Aflojó la mandíbula, y dejó libre la palma de su mano para que la chica le acariciara allí. Dejó usar su brazo como almohada para que ella lo abrazara y le hiciera círculos en su antebrazo.

Lo mantuvo distraído durante el resto del discurso del Rey. Recién cuando finalizó, y la gente lo vitoreó y aplaudió, Axel se despertó del trance. Se daba cuenta que la función había acabado, y el Rey se despedía de sus súbditos con la mano. Ya era hora.

Un estallido de la salida oeste interrumpió los gritos y aplausos. La gente quedó pasmada al ver salir humo. Y empezó a desesperarse cuando una segunda explosión destruyó la salida contraria. La gente se levantó de sus asientos y corrió hacia las salidas disponibles. La más cercana era la del norte, pero esta también estalló. Solo quedaba la del sur, donde estaba el Rey. Sus soldados estaban por escoltarlo a la salida, pero al ver que la gente no podía irse por las otras tres, Chorice dijo que le dieran prioridad a los súbditos antes que a él.

La gente corría despavorida por las hileras de asientos, tratando de salvarse de aquel caos. Axel mantenía cerca de él a Nina, sin soltarle la muñeca. Los cirqueros también corrieron aterrados debido a lo que vieron. Las puertas del campo de arena se habían abierto, y de ellas salían gigantescos demonios. Eran los gladiadores, con armas a la mano y sin cadenas puestas. Estaban libres.

Algunos fueron a las jaulas de los animales y liberaron a la fieras salvajes, en especial a los leones y tigres. Los demonios más grandes empezaron a treparse sobre los asientos, tratando de coger a la gente. Algunos soldados trataron de detenerlos, pero eran demasiado fuertes.

Había uno justo detrás de la multitud donde Axel y Nina se hallaban. Cargaba un enorme martillo, y correteaba tras ellos.

-¡Ven!

Axel tiró de Nina fuera se la multitud, dirigiéndose por un pasillo del estadio. Se metieron por un corredor, donde no rondaba ni una sola alma, y se pegaron a la pared. Mantuvo a la chica pegada contra su pecho, quien no paraba de temblar. Afuera se escuchaban los gritos de las personas y los rugidos de los demonios.

-No lorres, no llores, todo estará bien-trataba de consolarla, acariciando su cabeza.

Ella se aferraba a su pecho, aún exaltada. Recién vio las prendas que llevaba abajo. Era su traje oscuro. Pronto partes de su cuerpo echó humo. Sus partes humanas fueron reemplazadas por las demoníacas. El efecto de alucinación estaba pasando. Axel volvía a ser Azazel.

Estaba sorprendida. Pensó que se había equivocado y que había usado las de efecto de corto tiempo, pero la expresión del demonio no era de asombro. Por alguna razón su pecho empezó a oprimirse.

-A-Azazel...-dijo ella despacito.

Quería separarse de él, pero no pudo. La pegó contra su pelvis, y le agarró por detrás de la nuca, inclinándose sobre ella para que sus labios se tocaran...

Me enamoré de un demonio (Azazel x Nina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora