23. Hasta que nos volvamos a ver

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Cinco años después...

Era mediodía. Un lindo sol alumbraba el paisaje. Había varias casas construidas de cierta manera en que todo quedara limpio y ordenado. El pueblo estaba entre los campos de cosecha y la pared de una montaña. Los demonios, por primera vez en casi más de una década, vivían en paz. Ya no sentían dolor o pena. Sus vidas habían cambiado cuando el amo Azazel los había llevado a ese bello refugio. Se habían demorado un tiempo a construir sus hogares y acostumbrarse a la vida rural. Había sido los primeros meses difícil conseguir comida, pero de a poco fueron desarrollando una magia especial que les permitía acelerar el crecimiento de las plantas. Así fue como conseguían que las cosechas estuvieran listas con meses de anticipación, aparte que emplearon un sistema para la tierra, sembrando en dos terrenos cereales y verduras y dejando reposar una tercera.

Sobre la cumbre de la montaña, subiendo directo el muro de más de doscientos metros de altura, había una construcción. Todavía faltaba mucho para acabar el castillo, pero ya en ella los reyes podían vivir a gusto.

Justo Nina de encontraba afuera sacando algunas prendas del tendedero. Le gustaba ayudar a las sirvientas con las tareas domésticas, a pesar que ellas insistían en que no era necesario que ella las hiciera. Nina ya era toda una mujer, con 22 años de edad. Llevaba un vestido beige con unos decorados de flamas rojas, confeccionado por las damas de la ciudad. Había crecido una cabeza desde la batalla con Chorice, pero seguía manteniendo su corte de cabello a la misma altura.

Doblaba las prendas del tendedero y las metía en una canasta mientras observaba el paisaje. Como le encantaba ver aquella bella ciudad por la que había peleado tanto. Si de chica le hubieran dicho que lideraría a un grupo de demonios y se convertiría en su reina, seguramente no hubiera creído en esas palabras.

Su vista fue bloqueada cuando unas manos le cubrieron los ojos, y una voz juguetona le susurró al oído:

-¿Adivina quién es?

Nina apartó sus manos, sin evitar mostrar una sonrisa, pero su amado la agarró por la cadera, sin parar de hacerle cosquillas. La humana trataba de liberarse, sin parar de reír, pero el demonio no la soltaba. La pegaba bien hacia él, dándole besos por el cuello y el rostro, sin parar de hacerle más cosquillas.

-¡Ya para, Azazel!-le pedía entre carcajadas.

Nina se dio la vuelta, y le cogió las manos para detenerlo. Este la miraba de forma juguetona, sin parar de reír y sonreír. Se inclinó sobre ella para robarle un beso. La humana mantuvo ese beso por un largo tiempo, y le rodeó el cuello con los brazos, pegándolo hacia ella. Estuvieron un ratito así, besándose cientos de veces, frotando sus narices con amor, abrazados en una manera romántica.

-Ustedes son muy empalagosos-dijo una voz.

La pareja se sorprendió de ver a la diosa. Se separaron un poco para poder hablar con ella, aunque Azazel mantenía su mano en la cadera de su amada.

-¿Quién diría que terminarías un día así, besándote con una humana?

Azazel no pudo evitar reír un poco.

-Supongo que tu tienes parte de la culpa. No sé que hiciste conmigo, pero me cambiaste.

-No, yo no hice nada. Fue Nina la que te cambió-luego se dirigió hacia la chica. -Espero que te asegures de que este cuernudo no haga nada estúpido mientras estoy ausente.

La sonrisa de la pareja se borró. Azazel dejó su mano de Nina.

-¿Cómo que "ausente"?-le preguntó el demonio.

-Ah, sí, me voy hoy. Tengo que ir a atender un par de asuntos. Pero no se preocupen, no será por mucho tiempo.

-Pero Weindirus-dio Nina un par de pasos hacia ella-, no te puedes ir. Te necesitamos. ¿Qué me dices de Bacchus, o Kaisar? ¿O Weinxus?

-Siempre cuando Azazel no haga ninguna estupidez, Weinxus se convertirá en la nueva capital demonio-les dijo la diosa. -El negocio de cazarecompensas de Bacchus está volviendo a flote, así que las cosas le irán bien. Kaisar fue perdonado por sus crímenes y volvió a ser capitán de los Caballeros de Orleans. Mugaro está viviendo a gusto con su madre en el campo, y por primera vez en años, hay paz entre las razas. Es algo triste, pero ya no me necesitan. Los demonios están contentos; los humanos están contentos; Gabriel sigue cabreada, por lo que lo considero un punto a favor, por lo que los dioses también están bien. No se preocupen, muy pronto volveré.

-¿Pero cuándo?-le preguntó Nina, un poco triste.

-Cuando menos lo esperen-les sonrió la diosa.

La pareja se despedía de la diosa con pena. Antes de marcharse, le dio un leve golpe en la cabeza al demonio, para recordarle que no hiciera nada estúpido mientras estaba a cargo de su pueblo. Luego les deseó la mejor suerte de todas, y les dijo que les enviaría un regalo para su boda.

Azazel abrazaba desde atrás a su prometida, mirando apenado a su maestra irse en su carruaje tirado por un par de caballos esqueleto. Era algo irónico. La primera vez que la conoció, la odiaba demasiado. Quería estar lo más lejos posible de ella. Pero ahora era lo contrario. Muchas cosas cambiaron por la diosa, y siempre iba a estar agradecido por ello.

Weindirus no se atrevió a girar. Se sentía algo apenada. No quería dejarlos, pero tenía otras cosas importantes que atender, como la fisura en Eibos, o los restos que había dejado ese demonio malnacido. Ya no podía esperar el día en que los vuelva a encontrar, justo el día en que iban a tener a su pequeña. Aunque su nueva profecía presagiaba muerte en masas y desastres naturales, sabía que si entrenaba de manera adecuada a esa niña, ella no sería la mueva amenaza para el mundo.





























Para los personajes de Shingeki no Bahamut: Virgin Soul. Después por lo que sufrieron, se merecían un final feliz.





















Excepto para Gabriel, a esa nadie la tolera. Y menos para Chorice. Ya era hora que Azazel cumpliera su promesa.
























Continuará en: Lucinda, hija de Azazel.

Me enamoré de un demonio (Azazel x Nina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora