Capítulo 21: ¿Alguna vez va a cambiar?

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¿Alguna vez has sentido que te ahogas por el dolor? ese sentimiento de que la vida está pasando sobre ti

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¿Alguna vez has sentido que te ahogas por el dolor? ese sentimiento de que la vida está pasando sobre ti. Yo si y constantemente, pero ahora es distinto, mi madre me llevó a una parte no tan peligrosa para luego devolverme a mi lugar original pero ahora anhelo esos instantes donde casi pude sentir eso a lo que llaman felicidad.

¿Llorar? ¿para que me servirá eso? no creo que porque se me caigan las lágrimas el mundo será mejor, o quizás se acaba los problemas de contaminación o seremos mejores o dejaran de matar niños o secuestrar. Quizás si funcionaría pero no llorando una sola persona si no todos y eso es poco probable ya que algunos ni siquiera le dan importancia.

Y yo, que soy solo una niña que sus padres le gustan verla sufrir, creo que nadie cambiaría por mí. ¿Que clase de familia es esta? esto me enseña que no debo volver a confiar en ninguno de ellos, jamás. ¿Algún vez va a cambiar esto?

—Que estúpida fuí—susurro tirándome en la cama y mirando al techo —. Fue bueno mientras duro.

Al día siguiente.

Las primeras horas han estado normales en el colegio, observo a la profesor de Economía en un intento fallido de prestarle atención ya que mi mente sigue recordando el episodio que pasé con mi madre.

—Lozano—me llama, observo que ahora está en la puerta, me levanto y me dirijo hacia allá pero al acercarme veo una señora de grande estatura, cabello castaño rizado, ojos negros y tez blanca—. Dure el tiempo que necesite.

—Camina en silencio—dice mi tía, me guía a su auto, al entrar ella suspira y agarra el volante del carro fuertemente—. Tu abuela está enferma, ¿lo sabes?

—Si, aunque no me han dicho de que—recuerdo, ella traga saliva y me doy cuenta que está haciéndose la fuerte y tengo miedo de lo peor—. ¿Está... ?

—¡No!—exclama horrorizada, me mira e intenta sonreír—. Te diré la verdad porque sé que tu puedes lidiar con esto. No lo esta pero pronto si.

—¿A que te refieres con eso? ¿que dijeron los médicos?—pregunto mientras comienzo a mover las piernas rápidamente sin parar—. ¿Donde está ella?

—En la casa, los médicos dijeron que debe pasar los último momentos con su familia—explica suavemente, dejo de mover las piernas y también de respirar—. No lo hagas. Por favor, no en este momento.

Respiro de nuevo, ella suspira de alivio. No puedo creer que me había olvidado de ella, una de las pocas personas que en verdad me quiere y yo ni recordé que estaba mal, ¿que clase de persona soy?

—¿Que tiene?—pregunto mirándola fijamente, veo como duda en decírmelo—. Dimelo, tu misma dijiste que puedo con esto

—Ayer casi se muere en la diálisis—explica suavemente y comprendo todo, esto me lo explicaron en la clase de Biología, cuando una persona sufre de diabetes y pasa por las diálisis y le da un paro respiratoria mientras se la estén haciendo, ya es un caso perdido —. Tranquila.

Me abraza, no me había dado cuenta que estaba llorando. Este dolor no se iguala a ninguno de los que me han provocado mis padre, mi abuela no puede irse de aquí, ella nunca me dejaría sola, ¿ahora como voy a estudiar? y si no estudio, no podré salir de mi casa.

Definitivamente hasta ella me deja sola, ¿que pasó con la promesa que me hizo? intento no tener rabia pero es imposible. Siento un montón de emociones en este momento pero ninguna son buenas. ¡Mi abuela es buena! ¿por qué tiene que sufrir antes de morir? debiste llevártela sin dolor, Dios. Pero ahora sufre y solo tu eres el culpable.

—Quiere que te lleve donde ella—me susurra, sollozo al escuchar eso y ella me abraza mas fuerte—. Vamos para allá ahora mismo, tus padres no se han enterado todavía así que tendremos tiempo suficiente.

—Esta bien—le digo, me deja de abrazar y empieza a manejar.

El transcurso de mi colegio a la casa de mi abuela se me hizo eterno y cada minuto que pasaba sentía que ella me llamaba y me explicaba que esos minutos se los estaban descontando a su vida.

—Sé fuerte —me dice cuando salimos del carro para ir dentro de la casa, asiento y ella toca la puerta, en unos segundo abre María, la empleada de ahí que al verme me abraza—. Ella estará bien María.

—Lo sé, señorita—afirma sonriéndome con un deje tristeza—. Está en su cuarto.

Me dirijo sola al cuarto de mi abuela, al entrar la veo acostada en su cama mirando a un punto fijo. Suspiro para no llorar.

—Ya estoy aquí abuela-la saluda, ella me mira y sonríd—. No deberías sonreír así, ya sabes que ya casi te vas.

—Lo sé muy bien chiquita pero no estoy triste—me explica, me siento a su lado y ella me agarra las manos que le tiemblan notablemente, su cabello antes era hermosamente negro y ahora es blanco, sus ojos son iguales a los míos y su cara es tierna aun a pesar de tener 72 años—. ¿Como te han tratado tus padres?

—Bien—contesto dudosa, ella asiente entiendo—. Ayer lo pasamos muy bien.

—¿Ah sí?—pregunta riéndose—. ¿Que te hicieron esta vez?

—Nada de lo que te tengas que preocupar en este momento—le explico, suspira—. Mama está siendo buena conmigo, realmente si.

—¿En serio? me dijeron que la están ayudando—dice contenta, asiento y sonrió—. Pero no te noto tan feliz.

—Lo estoy—le aseguro—. ¿Te sientes bien?

—Ya sabes la respuesta, ven acuéstate conmigo—me ordena, lo hago y me abraza—. Sabes que te quiero mucho y que aun si no estoy aquí tu podrás venir aquí y despejar tu mente, ser libre un poco y pasear a Timoteo. Aún si Dios me lleva con Él, me tendrás en el corazón.

Empiezo a llorar en silencio y la abrazo más fuerte, queriendo hacer que no se vaya de mi lado jamás pero eso no lo decido yo. Ella me peina con los dedos haciéndome recordar cuando era más pequeña y lloraba por mis padre, corría donde mi abuela y ya todo estaba bien.

—Sé que estarás bien cuando seas grande, tu serás una psicóloga genial y tendrás muchos hijos corriendo por toda la mansión que tendrás, les contaras de mí y de tu pasado—me dice, asiento sin dejar de llorar—. Te amo, mi niña.

—Y yo a ti abuela—digo sollozando—. Pero por favor no me dejes, te lo pido. No tú.

—No quiero dejarte pero ya es mi hora, Dios lo decidió y Él siempre hace las cosas bien así que confía—me dice, niego.

—Él solo me ha hecho sufrir, escogió a mis padres y te llevara con Él—susurro, ella se ríe.

—Él hace todo bien, pronto lo entenderás. Promete que no lo vas a odiar y vas a salir adelante —afirma, asiento rindiendome ante ella—. Duerme cariño, debes estar cansada.

—Ya no sufras más, mi niña hermosa, tu podrás estar feliz más tarde porque estamos juntas y siempre lo estaremos, tu y yo, juntas—canta suavemente y poco a poco me quedo dormida.

—Sobrina—escucho mientras siento que me zarandean, abro los ojos y la veo—. Ya casi van a llegar, despierta a tu abuela.

Veo como sale del cuarto y me dispongo a levantar a mi abuela, le doy un beso en la frente, le muevo el brazo pero no se mueve.

—¿Abue...? ¡no! ¡despierta ya! —grito llorando—. ¡No me dejes!

La abrazo fuertemente e intento escuchar los latidos de su corazón pero no se escucha nada. La muevo de nuevo.

—Milena—me llama mi tía intentando alejarme de mi abuela, me aferro a ella.

—Hija, ya se fue—oigo la voz de mi madre.

—!Cállate!—le grito y todo queda en silencio, me acerco a la oreja de mi abuela—. Estás en mi corazón abuela, ya te extraño ¿por que te fuiste sin mí?

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