Capítulo 8: Depresión.

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Leo el mensaje de Yahir <<Hola>>.

Bloqueo mi celular y cierro los ojos dejando que me consuma la tristeza. Odio ser de esta manera, unos días estoy muy feliz, otros demasiado triste y vuelve a mis pensamientos lo mismo una y otra vez.

Un día de estos me despertaré con las fuerzas necesarias para salir de este infierno, de esta casa llena pero a la vez tan vacía como mi corazón y ese momento llegará, lo sé.

Puede que ahora esté triste o enojada por la vida que me tocó pero llegará el momento que será mi turno de estar feliz, yo solo espero que ese día llegue.

No estoy culpando a Dios por haber escogido esta familia para mí, quizá antes eran muy buenas personas pero que por algún hecho ahora ya no lo son, tal vez este es mi destino para volverme fuerte y que pueda arrasar con todo.

Ahora creo que me gusta alguien que ni conozco, ¿algo más que quieras agregar a mi vida Dios? todo lo recibiré porque sé que lo haces para volverme fuerte o quizás ni siquiera lo tenías planeado, simplemente sucedió así, dicen que cada uno puede cambiar sus propios destinos ¿debería creer eso?

¿Debería creer que en fondo de los corazones de mis padres ellos me quiere y se preocupan por mí?

¿Debería dejar de pensar en estas cosas y seguir adelante como pueda?

Abro los ojos de golpe y me siento en la cama, meto en un bolso un libro y salgo de mi casa sin importar que mi padre me observa ni que mi madre me está ordenando que entre de nuevo a mi cuarto, hoy no estaré aquí y ya lo decidí.

Me dirijo al lugar donde solo a veces están dos o tres niños pero que por suerte hoy no hay nadie, el parque. Me siento en los columpios y abro el libro "Mis corazones en los días grises."

—Pensé que nunca te volvería a ver —escucho que dice esa voz que tanto conozco, alzo la vista y observo en silencio a la que un día fue mi mejor amiga—. ¿Que tal?

¿Que tal? sabes lo que pasa en mi vida y me preguntas eso.

—Normal, ¿y tú? —le contesto e intento sonreír.

-Bien, como siempre -dice sonriendo, lo que hace que sus hoyuelos aparezcan, se toca las puntas del cabello para no mirarme—. ¿Que haces aquí?

—¿A qué te refieres? que yo sepa este es un parque donde viene gente de nuestro barrio a hablar o divertirse —comento mientras señalo el libro que tengo sobre mi regazo, ella abre esos ojos color café que tanto me han observando —. Estaba leyendo.

—Bueno, te dejo con tu lectura —dice y al final se ríe un poco—. Escríbeme para poder hablar, ya sabes, de nuestros problemas.

¿Hablar de nuestros problema? ¿que le pasa a esta chica?

—Si, claro —digo, ella se da media vuelta y se dirige al otro extremo del parque donde están sus nuevas amigas.

Siento un nudo en mi garganta, más fuerte de lo normal. Vuelvo la vista a mi libro y dejo que mi cabello me cubra para poder llorar en silencio.

Al sentirme calmada levanto la vista, admiro el atardecer y me levanto del columpio, no pienses en lo que va a pasar cuando llegues a la casa de tus padres. Camino despacio hacía mi casa, intento ganar tiempo.

—Te estábamos esperando —dice mi madre Sara al verme entrar —. Siéntate aquí.

Me siento al frente de su silla y contemplo su buen humor aunque no durará mucho.

—¿Te sientes bien? ni has comido y aparte te fuiste sin decir para donde—espeta y me sorprende.

—Estoy bien, solo necesitaba aire.

—Entiendo, a veces necesitamos aire.

—¿Querías hablar algo conmigo?

—Ah si, respecto a lo de ayer —al instante de decir eso hace una mueca de disgusto —. Tu padre no tiene que andar diciéndote cosas de ese estilo.

—Estaba tomado —consigo decir, ¿lo estoy justificando?

—Eso no es una excusa para hacer eso, tu tía Elena me convenció de ir a una parte que ahora no me acuerdo como se llama y empecé a tomarme unas pastillas, realmente me he sentido bien —me cuenta y ahora todo tiene tiene sentido —. Me he dado cuenta que no actuó como una madre para ti y que te he dicho cosas imperdonables, tantas que me da vergüenza mirarte a los ojos ya que una madre no debe decir esas cosas aún si lo piensa.

—No te preocupes, te entiendo —digo lo primero que se me viene a la mente.

—Lo que quería decirte es que desde ahora intentare cambiar contigo.

—Está bien.

—¿Quieres algo de comer? —dice levantándose de la silla y se va a la cocina, se voltea a verme y me sonríe —. Mañana salimos a comprar comida y ropa.

—Bueno —acepto.

Así que mi tía llevó a mi madre donde un Psiquiatra pero se supone que no deben administrarle a sus pacientes pastillas en la primera cita ¿o me equivoco? realmente no sé como trabajan ellos pero lo que si sé es que le doy las gracias a ese señor.

Esta es una nueva faceta de ella y realmente me podría acostumbrar a vivir así pero pienso en lo que le va hacer mi padre cuando vea como se está comportando, quizá hará que deje de tomar esas pastillas y volveré a quedar sola. Mi nueva misión es estar pendiente de que mi mama siga tomándose esas pastillas.

Camino hacía la cocina para ayudarla y ella al verme me sonríe y yo a ella. Como madre e hija.

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