CAPÍTULO I

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Él tiraba de sus cadenas queriendo romperlas.

Rugía y gruñía a cuanta persona se le acercarse ni hablar si se atrevían a entrar en su celda, siempre terminaban muertos, salvo por una persona.

Una bonita morena de ojos grises que lo llevaban a cielo con tan solo una mirada.

La había adorado en silencio desde el primer día que la había visto sin embargo ella parecía aborrecerlo y aquello le dolía incluso más que todos los golpes que tuviera para él.

—¿Podrías callarte de una vez por todas maldito bastardo? Estas causándome una migraña —dijo la hermosa voz de esa mujer que lo llevaba a cielo y al infierno en un par de segundos.

Para su satisfacción vio que las cadenas por fin cedieron pero ella no se había percatado, con el corazón latiendo a mil vio que ella estaba tratando de abrir la puerta para entrar y dejar su comida como siempre le hacía, pero esta vez era diferente, esta vez iba a tocarla.

Siempre se había muerto por tocar su piel tersa, por ver sus ojos grises de cerca...  por besar su linda boca.

 —Que bueno que colaboras —dijo entrando por fin haciendo que su olor se esparciera por toda la celda y que su entrepierna diera un tirón por la excitación.

Ella dejó el plato sobre el suelo con una mueca y con su pie descalzo lo fue acercando hasta donde estuviera lo suficientemente cerca para que él pudiera alcanzarlo, siempre hacía lo mismo como si tuviera miedo de que él le hiciera daño.

Él contuvo una sonrisa ya que primero se lastimaba a él antes de hacerle daño a ella.

  —Venga bastardo —dijo ella con burla haciéndolo gruñir, era un estúpido masoquista pues a pesar de que ella se burlara de él adoraba su sonrisa—, ¿Quieres ver un baile? Apuesto a que nunca ninguna mujer te a bailado.

Entonces ella se rió de su propia broma ya que sabía que él estaba allí desde que era un cachorro.

  —Ya que no dices nada, voy a deleitarte —le guiñó el ojo con coquetería y 340 tuvo que apretar su mandíbula para no tocarla antes de tiempo, quería ver su baile y no asustarla.

Ella comenzó a bailar seductoramente después de colocar música en su teléfono, adoraba la danza árabe y por eso le había pedido a su padre que la inscribiera en clases pero casi nunca tenía tiempo para bailar porque su padre la obligaba después de la escuela a ir a ese infierno el cual odiaba.

¿Qué había de malo bailar para esa bestia?

No tenía amigos a los que bailarle y su hermana y padre siempre estaban ocupados.

Olvidándose de todo y todos a su alrededor comenzó a balancear sus caderas de un lado al otro, sus manos seguían su ritmo.

Por un largo rato estuvo así hasta que la música terminó trayendola de vuelta a la realidad donde se encontró con la mirada hambrienta del bastardo canino.

Ella lo miró con desprecio bajando la mirada por todo su cuerpo desnudo y pudo ver la erección en él.

Rápidamente entornó los ojos asqueada.

Tal vez si había sido una mala idea bailar para ese animal, después de todo ellos solo reaccionaban por instintos, no eran capas de apreciar el arte de la danza, no podían ver más allá del cuerpo caliente de una mujer. 

  —Veo que lo disfrutaste, pues grábalo en tu memoria sucio perro porque nunca tendrás más nada de mi — siseó molesta.

340 le gruñó.

¿Por qué ella tenía que ser tan hiriente?

Cuando ella se dio la vuelta para salir de la celda él se alarmó, no iba a irse si que la tocara, aunque fuese solo por una vez, aunque lo mataran después de eso tenía que tocarla.

Tan rápido como pudo se levantó entonces tomó sus estrechas caderas y presionó su pecho contra su espalda mientras que la acorralaba contra la pared.

  —¿Estás segura? —le gruñó al oído dejándola perpleja y asustada.

Nadie nunca lo había oído habla.

— ¡Suéltame perro asqueroso! — bramó histérica tratando de soltarse de su agarre pero ella no era ni la mitad de fuerte de lo que era él.

—Nunca —afirmó con voz ronca haciendo lo que siempre había querido hacer.

Sus dos grandes manos cubrieron sus senos masajeandolos arrancando un grito indignado de la boca de ella.

— ¡¿Qué crees que haces sarnoso?!

—Tocarte, con eso me conformaré por ahora.

Una de sus manos bajó por su vientre hasta llegar al dobladillo de la falda blanca que llevaba ella y la subió hasta su espalda dejándola expuesta con solo su braga.

  —¡No me toques! —gritó con horror y 340 estuvo a punto de soltarla pero un olor dulzón lo hizo reconsiderarlo, ella se estaba excitando.

Con sus garras rompieron su braga y ella gritó aún más fuerte para que alguien la ayudara pero cuando él tocó su centro comprobó que estaba mojada.

340 estaba tratando de mantener el control porque de no ser así comenzaría a actuar como un animal y no quería darle más ideas para que lo humillara.

Decidió volver a apretar sus senos con las dos manos mientras que su hinchado pene presionaba con suavidad entre sus piernas arrancando jadeos de ambas partes.

Ella ya había dejado de moverse y patalear pero seguía suplicando que la dejase ir como si no deseara lo que estaba pasando entre ellos.

Él sonrió cuando su pene presionó un poco más metiendo y sacando su cabeza de su abertura entonces ella instintivamente abrió un poco más sus piernas dejandole más espacio para penetrarla.

340 estaba en el cielo, no sabía cuantas veces había soñado con tenerla así, solo para él.

La giró rápidamente para darle un beso arrebatador en los labios y su pene y vagina hicieron contacto otra vez pero esta vez pudo ver el odio en sus ojos y de pronto ella golpeó su mejilla con fuerza.

  — ¡Aléjate de mi! 

Con rudeza volvió a besarla pero algo estuvo mal, sintió un pinchazo en la espalda y de repente todo se puso más oscuro.

La vio sonreír cuando cayó al suelo entonces lo pateó haciendo una mueca de asco.

  —En tu vida me vuelvas a tocar, sucio perro. 

 Todo se volvió más oscuro y ya no pudo verla.

Blaze (5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora