II. Malas decisiones.

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Laura

Yo solo voy a dejar una sola cosa en claro: Ross Lynch es un imbecil. Seguía esperando una respuesta, una reacción o al menos una expresión de su parte pero nada. Me miraba como si fuera la mayor perra del mundo desde que le dije que soy la madre de Jade.

— ¿Y bien? — pregunto. — ¿Podemos hablar?

— No tenemos nada de que hablar... — murmura para después levantarse.

Oh, no. No vine hasta aquí en vano. Agarro su mano y lo obligo a sentarse.

— Quiero a mi hija devuelta. No eres bueno para ella, creí que ese orfanato iba a tener dos dedos de frente y le buscaría unos buenos padres pero en su lugar se la dieron a un maldito drogadicto. No te quedarás con Jade, no mientras yo pueda impedirlo.

— No tengo problemas con las drogas. — dice. — Estoy completamente limpio. Además, ¿de dónde has sacado eso?

— Tu padre era un adicto al crack. ¿Me equivoco?

— Eso no se hereda.

— No eres lo que quiero para mi hija.

— ¿Cómo sabes tú lo que quieres si ni siquiera la conoces? La abandonaste en ese orfanato sin siquiera importarte si el lugar estaba apto para ella.

— Yo no la llevé allí... Fueron mis padres. — murmuro. — Era demasiado doloroso y probablemente me arrepentiría así que no fuí.

— ¿Ni siquera has tenido los ovarios suficientes para dejarla tú?

Mis ojos se llenan de lágrimas a pesar de mis intentos de no llorar y bajo la mirada. — Cometí un error... Solo quería lo mejor para ella y no lo logré... Quiero recuperar a mi hija y ocuparme de ella. — sollozo.

— Han pasado seis años. La amo y no dejaré que me la arrebaten de mi lado, es lo único que tengo. Tu no sabes lo que han sido estos años ni por las cosas que hemos pasado y vienes de la nada a reclamar un derecho que no mereces. La respuesta es no. Aléjate de Jade.

Ross se levanta y esta vez no lo obligo a sentarse pero digo algo que hace que se detenga.

— Jade necesita a una mamá para compartir secretos, una mamá que pueda aconsejarla, una mamá que la ayude. Quieras o no, me necesitará en su vida.

Él niega con la cabeza sonriendo levemente, era una sonrisa triste lo cual me sorprende bastante. — Jade te ha necesitado desde que nació, sin embargo tú no estuviste allí durante estos años. No quiere conocerte, Laura. Ella misma me lo dijo. Que tengas un buen día. — responde para luego finalmente irse.

No se cuanto tiempo paso sentada en ese café llorando hasta que un hombre se sienta en frente mio.

— ¿Quieres que volvamos a casa? Puedo sacar dos pasajes para hoy a la noche... — ofrece Mason acariciando mi mano.

— No quiero volver, quiero recuperar a mi hija. Jamás debi haberla abandonado, fue egoísta y estúpido... No hay un día en el que no haya pensado en ella. Vuelve tú, yo me quedo.

— Laura... No quiere conocer a su madre y al parecer es feliz con Ross.

— No quiere conocerme porque cree que no la quiero, pero si le demuestro que la amo y me arrepiento... No voy a desperdiciar la oportunidad. Esperé años por esto, no me echaré atrás ahora mismo.

— Bien. No todos somos adinerados como tú así que tengo que volver porque mi trabajo me espera.

Sonrío levemente y asiento. — Gracias por acompañarme a Seattle.

— No es nada, nena. — dice para después levantarse y dirgirse hacia la puerta. — Oh, y Laura...

— ¿Si?

— Ábrele tu corazón.

— ¿A Jade? Claro.

— No estoy precisamente hablando de Jade... Harían linda pareja.

Mason me guiña el ojo y se va dejándome completamente confundida. ¿Qué diablos?

Llego a mi casa cerca de las ocho de la noche y no puedo evitar sentirme sola. De hecho, estoy sola. Mi madre murió cuando era una niña y mi relación con mi padre no era la mejor del mundo luego de lo ocurrido con mi hija.

— Señorita Marano, ¿quiere cenar? — pregunta mi ama de llaves y yo niego con la cabeza. — ¿Ha ocurrido algo?

— Mi hija no quiere saber nada sobre mi... — murmuro. — Iré a acostarme. Puedes irte a tu casa.

— Pero mi turno termina en dos horas...

— Vete. Quiero estar sola.

— De acuerdo...

Una vez que Maia se va, me voy a mi habitación y me acuesto viendo la foto que tenía de Jade cuando era una bebé y recuerdo ese día.

— No quiero darla en adopción... — murmuro bajando las escaleras con mi bebé en brazos.

— No seas estúpida, cariño. Tienes 16 años, a penas sabes cuidarte a ti misma. ¿Qué futuro le darás? ¿Y tu carrera? Tienes un brillante futuro por delante y lo echarás a perder por un bebé. — responde Damiano, mi padre.

— Pero ustedes podrían ayudarme. — sugiero mirando esperanzada a Lydia y a mi padre.

— Viajo todo el tiempo y ya no estoy en edad para ocuparme de un bebé.

— Los niños me desagradan. — responde mi madrastra encogiéndose de hombros.

— Pero es mi hija... La quiero cuidar y enseñarle a ser una buena persona.

— No lo lograrás, Laura. No sabes cubrir sus necesidades básicas ni como cuidar a un bebé, ni siquieras has sabido elegirle un padre.

Suelto un sollozo y abrazo a mi hija suavemente mientras lloro. Tenía que darle una mejor vida y yo no podía dársela, mi padre tiene razón.

— Te amo, bebé... — susurro en su oído para después entregarsela a Lydia. — Por favor, fíjate que el lugar sea apto para ella y que sea una de las primeras en irse, no importa si tienes que pagarles a las chicas yo les doy el dinero... Cualquier dato que necesiten, que me llamen.

— Descuida, linda. Estará en buenas manos.

Asiento secando mis lágrimas y fuerzo una sonrisa cuando veo que se marchan junto a mi hija. No hay un día en el que no me arrepintiera de esa decisión.

Under the same Roof | RauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora