Capitulo 17

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Caminé un corto recorrido hasta la puerta de dicha vivienda. Ahora estaba vacía del todo, sin sonidos alegres, sin personas a las que saludar, sin presencias que recordar. Absolutamente nada. Camino por el espacio reducido y todo lo que veo me ahoga, me quema el alma. ¿Quién diría que hasta hace poco esta casa estaba llena de vida?

Apartado de todo, en un lado donde podrían escupir las porquerías que tenían en mente, allí se hallaba la casa de Sakura, que al principio fue de Yamishi. Era de un color opaco, sin mucha vida dentro de ella, pero con el aroma de aquella persona de cabellos rosas que alegraba el ambiente.

Inexplicablemente después de lo ocurrido Yamishi desapareció, sin dejar rastro, ni siquiera una huella que pudiera decirnos donde podría estar.

Sin embargo, sabía que cuando volviera a aparecer... él se vengaría de mí.

☼☼☼ Capítulo 17: Las sombras de lo perdido ☼☼☼

Después de aquella tragedia, solo pude separarme de su cuerpo, con ayuda de mi padre. Estaba demasiado aferrado a ella, demasiado trastornado para siquiera pensar en separarme de su cuerpo.

- Indra, debemos irnos... tú... es mejor que llevemos su cuerpo a...

Mi padre intentó acercarse, pero yo no respondía, no podía ni siquiera pensar en separarme de su cuerpo para siempre. Ella era mi mujer, mi esposa sin necesidad del título, ella era mi luz y ahora se extinguía...

- ¡Nadie la va a tocar! – grité mientras aparté su mano de un golpe – me quedaré aquí con ella, hasta que despierte... ella no está muerta... simplemente...

¿Te has sentido alguna vez al borde de la locura? Ver a la mujer que amas en tus brazos mientras deja de respirar, mientras sus labios te saben a muerte y tristeza, mientras sus latidos se desvanecen con el viento... eso es estar al borde de la locura.

- Vamos Indra – dijo con tono calmado, pero firme – tendrás que despedirte de ella.

Eso fue lo culminante, lo que me llevó a la realidad en aquel momento. DESPEDIRME DE ELLA... sonaba tan doloroso el solo hecho de recordarlo, de sentir como la única persona que había podido purificar mi oscuro corazón, era llevada por la muerte hacia un lugar lejano.

Su respiración había dejado de existir, al igual que su conciencia y su vida.

Caminé por el bosque, con ella en brazos y entonces caí rendido, ante ella, ante su recuerdo... ante la misma muerte. Mi padre sabía que yo era quien debía enterrarla, y no se equivocaba. Tenía el lugar perfecto para colocar su cuerpo.

Abracé su cuerpo una vez más, ella estaba más hermosa que nunca. Las sirvientas se habían encargado de hacerla lucir bien.

Qué ironía de la vida. Mi familia se encargó de embellecerla para su funeral.

Volví a levantarme y caminar hasta nuestra pequeña guarida, que había sido arreglada por Asura. Las flores adornaban la pequeña cama de sábanas blancas, mientras el ambiente olía a cerezos y desprendía paz. El lugar estaba limpio, tranquilo, lleno de una magia nostálgica que me inundaba el corazón.

Abracé su cuerpo junto a mi pecho y le di un pequeño beso en la frente, allí donde reposaba una pequeña corona de cerezos adornando su fina y rosada cabellera.

La recosté sobre las sábanas blancas, llenas de flores alrededor y perfume. Junté sus manos para que reposaran encima de su pecho. Ella mantenía sus ojos cerrados, obligándome a entender de que había muerto. Había muerto y nunca más iba a volver.

Noche rojo carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora