EXTRA II

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La mañana era inusual, con el invierno galopando entre las ramas de los árboles y la nieve cayendo de a pocos sobre el asfalto y la vegetación. No era nada raro observar a la aldea cubierta de un color blanco y nieve espesa. Todos apenas estaban despertando para iniciar bien aquel tranquilo día.

Hoy era domingo y por esa razón, la gente del pueblo descansaba de sus labores semanales y los trabajos que cada uno ejercía. Al igual que los pobladores comunes, los ninjas también descansaban aquel día, por lo que la mayoría despertaba casi al medio día, debido al cansancio de las misiones semanales.

En particular, hubo un par de ninjas que estaban demasiado entusiasmados por empezar la mañana, ya que aquel día se reunirían dos de las familias más prestigiosas del pueblo: Los Uzumaki y los Uchiha.

- Buenos días, Sasuke-kun – murmuró al observar como su esposo dormía a un lado suyo.

Como era costumbre en la casa Uchiha, quien se levantaba primero era la pelirosa, ya que era la encargada de hacer el desayuno y arreglar un poco la casa. Claro que cuando Sasuke o Sarada salían de misiones, ellos eran los primeros en abrir los ojos.

- Sí que debiste haber llegado cansado, cariño – sonrió levemente.

La noche anterior Sasuke había culminado una de sus misiones, retornando a casa después de un mes de ausencia. La misión podría haberle llevado unos meses más, pero el Uchiha hizo todo lo posible para terminar lo antes posible y no dejar sola a su esposa, quien ya contaba con siete meses de gestación. Le faltaba poco tiempo para que diera a luz y no quería dejarla sola ni un momento.

Sakura intentó hacer el menos ruido posible, por lo que se retiró de la cama de forma silenciosa, pero antes de que llegara a pararse completamente una mano jaló de su brazo volviéndola a recostar sobre las sabanas.

- No tienes que levantarte a preparar el desayuno, Sakura – dijo aun adormilado – te he dicho que puedo hacerlo yo.

- Llegaste muy cansado anoche, no quería que te esforzaras de más. Puedo hacerlo yo sola, no tienes por qué preocuparte.

El pelinegro suspiró y atrajo el cuerpo de su esposa hasta tenerla en su pecho. Le agradaba la sensación de despertar de aquella forma, sabiendo que, así, ninguno de los dos se alejaría completamente.

- En poco tiempo darás a luz. Tsunade dijo que no deberías hacer muchos esfuerzos.

- Tsunade-sama también dijo que deberías dejar de consentirme tanto – hizo un pequeño puchero – me la paso en cama casi todo el día. No me dejas hacer nada.

- Te encargas de la limpieza y el almuerzo de nuestros hijos. Además de que revisas los casos del hospital, eso es hacer mucho.

- Pero te molesta que lo haga, Sasuke-kun. Sabes que puedo hacerlo yo sola.

Sasuke sonrió divertido. Sí que era terca aquella mujer, pero aun así le gustaba ese lado suyo. Sabía que ella no se detendría hasta obtener lo que quisiera y eso de alguna forma lo beneficiaba a él.

- Cuando salí de misión, tuviste que encargarte de todo, así que déjame hacerlo a mi esta vez.

- Entonces, te dejo el trabajo a ti – suspiró – aun así, debo bajar a la cocina por algo de comer. Desperté porque tenía hambre, en realidad.

Y allí estaba otro de sus extraños antojos diarios.

- De acuerdo – depositó un beso en su frente – iré a ducharme y bajaré para hacer el desayuno.

Noche rojo carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora