Capítulo 23.

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Capítulo 23.

-He dejado de sentir la presencia que buscas. –Me dijo Séphora, solo minutos antes de llegar al este.

-¿Qué? ¿Por qué? –Esperaba que volviera a sentirla. No quería que ella llegara a La Casa de La Unión.

-Se ocultó. Lo más probable es que bajo tierra. Mis sentidos no pueden penetrar la tierra.

-Que inoportuno. –Murmuré. -¿Y los demonios?

-Se mueven muy lento. –Séphora frenó en seco. Solo se mantuvo volando. -¿Qué quieres hacer?

Me relamí los labios. Podría intentar ver si hablo con Matt. Solo esperaba que estuviera despierto.

-A La Casa de Los Hermanos, por favor.

**

Al llegar a La Casa de Los Hermanos, me percaté de que estaban muy ajetreados. Los magos iban de un lado a otro con vendas y otras cosas. Divisé a Alex rápidamente en la entrada. Séphora aterrizó. Todos los magos se detuvieron de sus labores y solo la miraban. Algunos murmuraban entre ellos.

-¡Sigan trabajando! –Gritó Alex, mientras caminaba hacia mí. Los magos volvieron a su tarea. Alex me ayudó a bajar con su viento.

-Gracias. –Le sonreí.

-Lo lograste. –Dijo, muy sorprendido. Séphora se sentó sobre sus patas.

-Supongo que sí. –Sonreí de nuevo. –Vengo a ver a Matt. ¿Está despierto?

Alex se relamió los labios y cerró los ojos fuertemente.

-¿Qué pasa, Alex? –Le solté de inmediato. Tenía un mal presentimiento.

-Clea, el...-Se detuvo un momento y me miró con esos ojos azabache llenos de dolor. –Murió.

¿Qué?

Mi garganta de repente se secó. -¿Cómo qué...? ¿Cómo...-Alex me tomó las manos.

-Solo murió, Clea. –Murmuró. Se encogió de hombros. –Despertó una última vez hace una hora. Estaba bien. Hasta había comido un poco. Pero volvió a dormirse y cuando lo fui a ver de nuevo... -Sacudió la cabeza. –Lo siento. Debí haber hecho algo.

Yo negué con la cabeza. Las lágrimas rodaban por mis mejillas sin control. –Sólo... ¿Murió? –Alex asintió lentamente.

-Presiento que es por la bendición del infierno. Estuve investigando un poco, pero no hay tiempo. Lo poco que conseguí en la biblioteca es que los ángeles del infierno que son poseídos muchas veces por mucho tiempo... Simplemente su cuerpo no soporta tanto miasma. –Se encogió de hombros. –Prometo que investigaré bien eso. Pero ahora...

-Hay cosas un poco más importantes. –Murmuré. Mi voz se quebró. –Los demonios se están acercando. Lento, pero se acercan.

-Lo sé. –Dijo. Se acomodó su capa azul marino detrás de sus hombros. –Tengo a mis magos preparando La Casa. Y tengo esto. –Sacó algo de su bolsillo. Era un pequeño envase de vidrio con un líquido azul. El envase era del tamaño del frasco de una muestra de perfume. –Es la poción en la que trabajé con tu cabello. –Me explicó. –Mis magos las repartirán a todos luego. Servirá de mucho.

Yo asentí. -¿Y Rocío? –Le pregunté. El me dio una sonrisa cansada.

-Me odia. No dejé que trabajara conmigo en las pociones. –Se encogió de hombros. –Yo podía hacerlo solo.

Puse los ojos en blanco. –Hablaré con ella. –Limpié las lágrimas de mis ojos.

-Iré a La Casa de La Unión después. –Me dijo Alex. Yo asentí y volví a montar a Séphora. Ella extendió sus alas y emprendió vuelo.

Magos de Mina: La Guerra (Libro#3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora