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Al llegar a tu casa los gritos de tu madre fueron lo primero que te recibieron, no esperabas menos después de no haber llegado a dormir pero tampoco esperabas ser atacada por tu propia madre con tantos improperios como aquellos, fue hasta el momento en el que tú madre amenazo con darte una bofetada que Remington decidió intervenir sosteniendo la mano de tu madre que quedó a milímetros de tu rostro.

-Le sugiero no lo haga-comentó Remington, las mejillas de tu madre se pusieron coloradas, no sabrías decir si del coraje o de la vergüenza.

-¿Acaso piensa usted que le recibiré con los brazos abiertos después de que no supe donde estuvo toda la noche?-Inquirió tu madre, su voz estaba grave de la molestia que estaba intentado albergar en su interior, aunque claro, no lo estaba logrando en lo absoluto.-Tú tienes la culpa de todo esto, ella no era así, tú...

-Claro que no era así, era mucho peor-interrumpiste a tu madre. Cuando Remington te sugirió regresar a tu casa para recoger tus cosas, sabías que tendrías que enfrentar a tu progenitora por lo que te habías prometido a ti misma que le ignorarías, pero por ningún motivo permitirías que le levantara falsos a tu novio-Y tú sabes bien que era mucho peor antes de que Remington llegara a mi vida, así que si me das permiso mamá, iré por mis cosas.

-¿Y tú a dónde crees que vas?

-En tu mensaje dejaste muy en claro que no aceptabas prostitutas en tu casa y viendo que me tienes en ese término, he decidió ahorrarte el mal trago de tenerme merodeando por aquí-y con aquello último dicho te diste la media vuelta caminando a tu habitación, apretaste tu agarre a la mano de Remington para que este no se soltara de ti por nada del mundo. Ya en tu habitación ambos empezaron a empacar todo lo que probablemente ibas a necesitar, Remington te sugirió dejar toda aquella ropa que ya no usabas tanto o que ya no llamaba tu atención.

-Pero mira que me he encontrado por aquí-te giraste y observaste a un Remington sonriente que sostenía entre sus manos tu chaqueta de cuero negro que anteriormente había sido suya.-Creí que la había perdido.

-Pues no, la he tenido conmigo todo este tiempo-contestaste volviendo a acomodar tu ropa en la maleta, los brazos de Remington se enroscaron en tu torso e inhalo el aroma de tu cabello.

-¿Recuerdas cuando nos conocimos?

-Cómo olvidarlo-dijiste divertida, te giraste y parándote en las puntas de los pies dejaste un beso en su boca.

Aquella noche definitivamente habías bebido de más, como cada día desde hace 8 meses cuando tu hermano había dejado la calidez de su hogar para enlistarse en el ejército, Alexander y tú estaban prácticamente anclados por las caderas, no podían estar el uno sin el otro y el hecho de que te había dejado sola te lanzó a un profundo pozo de tristeza del cual solo lograbas salir inundándolo de alcohol. No era que tú madre hubiera sido una desgraciada que no te ponía atención pero el hecho de que ella y tú padre tuvieran constantes discusiones sobre quién debía tener tú custodia para "'meterte en cintura", solo te hacía querer estar lejos de casa lo más que se pudiera y entonces él apareció.

Era un chico atractivo, atlético, adinerado y que buscaba una chica con quien tener aventuras estúpidas, todo había empezado bien pero en el momento que Kenan decidió que el sexo y alcohol no le eran suficientes las cosas comenzaron a ponerse feas, de repente despertabas tirada en alguna casa desconocida desorientada, con dolor de cabeza y medio desnuda sin saber cómo habías llegado ahí, intentaste parar pero no podías, él sacaba tú peor lado y lo sabias pero no podías dejar de desear la libertar que te ofrecía, cosa que no era más que un simple espejismo porque cuando el efecto de la droga se terminaba te dabas de bruces contra la realidad nuevamente.

Pero aquella noche, aquella bendita noche todo cambio, recordabas haberle pedido a Dios por una señal para no abandonar todo y lanzarte de un puente, entonces Remington apareció. Estabas en un bar con Kenan quién intentaba forzarte a inyectarte heroína y tú te rehusaste una y otra vez intentando sacarte de su agarre pero Kenan se fue encima de ti con el afán de intentar molerte a golpes por no obedecerle, por más que apretaste los ojos lista para recibir aquel primer golpe este nunca llegó, abriste los ojos y pudiste ver a un chico mucho más alto que Kenan y tú, estaba parado justo en medio de los dos, sosteniendo la muñeca de Kenan con suficiente fuerza como para que los nudillos se le pusieran blancos.

Maquillaje || Remington Leith ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora