¿Hola?

Quiero

Puede ser que el baño de un restaurante no sea el lugar indicado para que dos personas se reconcilien después de una disputa de celos. Y menos hacer una propuesta de matrimonio. Pero cuando las palabras sale de lo más profundo de tu corazón, el sitio pierde importancia.

A pesar de que él es experto en palabras o canciones de amor lo hizo, pronunció esa propuesta que llevaba guardando desde hace tiempo.

Ella se había quedado sin aire, no precisamente por no saber qué responder, en realidad fue porque había anhelado tanto ese momento. No importaba nada, simplemente le iba a dar la respuesta que tanto espera.

—No sólo quiero ser eso —dice mirándolo con ternura— quiero ser tu escape, tu amiga, tu consejera y compañera. Estaré para ti siempre. Sí, acepto ser tu esposa.

Ella baja sus piernas al suelo, con ayuda del caballero. Y une sus brazos detrás de la nuca de éste para luego fundirse en un beso que puede interpretarse como amor, felicidad y, por qué no, deseo. Un beso que encierra los meses que han vivido juntos, la historia de su amor. Lo que tuvieron que pasar para llegar a este momento. Se arrepienten de unos errores, pero no cambiarían nada a este cuento.

—Te amo, Kate.

—Te adoro, amor —entierra su cabeza en el cuello de él— vámonos a casa, celebremos nuestro compromiso. Solos.

—Me fascina la idea, hermosa, pero dijiste que querías que cierta persona supiera que soy tuyo y ahora se lo vamos a demostrar.

—¿Y cómo piensas hacerlo?

—Ya lo hicimos... por poco y me vuelvo loco. Me has desarmado en mil maneras —escuchan pasos, seguramente alguien se acerca. Por lo que Pablo tira de su novia y se encierran en un cubículo— esto será una anécdota muy graciosa.

—Tonto... esperemos a que salga esa persona y aceleremos esto... no puedo esperar.

—Yo tampoco... pero la petición hermosa será un poco después —besa el puente de la nariz.

—No me importa. Ya soy tu futura esposa.

—¿No te has dado cuenta? —arquea una ceja— para mí, ya estamos casados. Desde este instante.