Capítulo 6: ¿Dónde estás Albert?

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Candy no era tan estúpida como para quedarse en el mismo lugar, pero no podía huir del lugar por el momento, la tía abuela era astuta y había contratado, sólo por ese día, dos hombres grandes para resguardar a la joven. Además, Candy ignoraba lo que Albert sabía de esto. Ella estaba muy nerviosa y sólo pensaba en él. No era justo lo que la tía abuela quería hacer con su vida, además, ¿qué no se supone que eran vacaciones? ¿por qué la tía abuela siempre metía su cuchara donde nadie la llamaba? ¿por qué ella? ¿por qué Candy?
    Se encontraba llorando sin consuelo, y ni siquiera quería ver a Annie, la joven amiga de Candy, se encontraba en uno de los jardines del hotel junto con Archie, no sabía siquiera, ninguno de los dos, qué era lo que estaba pasando en realidad, aún estaban esperando a Candy, estaban seguros porque sabían que ella era muy fuerte y sabía como afrontar los retos de la tía abuela. Pero comenzaron a sentir preocupación cuando el tiempo comenzó a pasar.
    — ¿Crees que este bien? — Preguntó Annie a Archie.
    — Eso creía, pero se hace tarde y no ha venido a buscarnos. Debemos ir con ella, seguro está en su habitación. La tía abuela tiene el poder de hacerla sentir miserable cuando tiene a Eliza cerca. — Comentó Archie.
    Cuando comenzaron a caminar se encontraron con los hermanos Legan, quienes estaban en lobby sentados, mientras cuchicheaban.
    — ¿Qué fue lo que le dijiste a la tía abuela esta vez, Eliza? — Archie tomó a Eliza por los hombros mientras la agitaba salvajemente.
    — Yo no dije nada. — Eliza se quitó de encima a su primo. — La tía abuela estaba enojada con ella, y yo sólo le mencioné que Candy fue vista anoche en un restaurant, era media noche.
    — ¿Qué estupidez es esa? Candy regresó con nosotros ayer. — Le comentó Archie ardiendo en rabia.
    — Pues eso no dicen los periódicos, querido Archie. Además, no sólo es una nota, está una foto de esta zorra. — Eliza tomó uno de los periódicos que estaban en la mesa. y se lo puso en la cara a su primo. Se alejó de la pareja y tomó a su hermano para irse.
    Annie y Archie comenzaron a leer la nota, la chica se comenzó a preocupar conforme fue leyendo la nota, esa no podía ser Candy, pero recordó lo rebelde que podía ser, así que no había duda de que era su mejor amiga quien aparecía en a foto, pero no se podía ver con quien estaba.
    En el párrafo final de la nota, aparecía una leyenda que decía:
    "Después de abandonar el restaurant, la joven Ardley fue vista con un apuesto caballero del cual no se sabe su nombre, suponemos que fue un buen amigo de ésta, pues lo trató con amabilidad".
    — Candy —. Susurró Annie.
    — Esto no puede ser verdad, recuerdas lo amarillistas que pueden llegar a ser estas notas, Annie, no te preocupes. La única que nos puede sacar de estas dudas es la misma Candy. — Archie trató de calmar a su prometida abrazándola por los hombros.
    Ya era medio día, y en el hotel donde se encontraba el grupo de teatro Startford, Karen Klaiss caminaba hacia la habitación de su amigo Terry. Pero antes de que llegara, Letty la detuvo.
    — Karen, mira esto... — Letty sostenía un periódico. — Eres tú la que está con esa chica, ¿verdad?
    — Supongo. Déjame leer eso. — Karen le arrebató el periódico a la chica. — Efectivamente, Letty, soy yo la de la foto, pero desgraciadamente yo no fui la que llamó la atención de la prensa, sino Candy.
    Karen se había puesto roja del coraje. Luego soltó una risotada, devolvió el periódico a la chica y siguió su camino.
    Ella tocó la puerta de la habitación de Terry, pero como ya sabía que no obtendría respuesta, entró. Era normal que Terry se la pasara dormido. Refunfuñó. Antes de que se fuera, la chica notó una hoja y una pluma en el escritorio. No le importó que fuera algo personal, lo iba a leer. Terry era tan misterioso que sus escritos podían ser parte importante de él y de sus sentimientos.
    Karen se aseguró de que no se despertara y comenzó a leer. Era una carta, pero lo que más sorprendió a la joven fue el destinatario: Candice White Ardley.
    "Querida Candy: Ha pasado el tiempo desde la última vez que te vi. Tú no lo sabes, pero un día te vi feliz, Albert estaba conmigo y me mostró lo fuerte que habías sido cuando no querían emplearte, ahí me di cuenta de lo idiota que fui, y decidí dejarte ir, una de las peores decisiones he tomado en mi vida. Ahora te he visto de nuevo, pero estoy seguro de que sólo fue mi imaginación. Dime Candy, ¿eras tú? porque si así lo fue me hiciste de nuevo el hombre más feliz de nuevo, y volví a sentir que tenía un motivo para seguir viviendo. Lamentablemente no puedo enviarte esta carta, porque no sé realmente dónde te encuentras. Candy... Te extraño."
    — ¿Qué es esto? — Soltó Karen confundida.
    Dejó la carta como estaba y salió con sigilo de ahí. Seguía pensando en de qué había hablado Terry en esa carta. Karen sabía lo que había pasado entre esos dos, pero nunca se imaginó que Terry estuviera tan enamorado de ella, no sabía cuales eran los sentimientos de Candy hacia su amigo, pero él seguía muy enamorado de ella, ¿qué debía hacer? ¿Decirle a Candy sobre esto o decirle a Terry que Candy realmente estaba en Holmes?
    — Esto es oro puro. Sólo que no puedo dejar las cosas así, soy la única que sabe qué pasa con Terry, pero si suelto la sopa, Susana se pondrá peor. — Se decía así misma Karen. — Realmente no me importa Susana, ella se lo buscó, debe aceptar que Terry no la ama.
    Karen iba a la habitación de Terry para sacarlo de nuevo a la ciudad antes de comenzar los ensayos diarios, pero se encontró con otra cosa mejor, y no lo molestó más. Se salió del hotel y emprendió su camino.
    Todo el camino se la pasó pensando en qué era lo correcto y qué era lo mejor hacer, una de las opciones, que era obvio no iba a hacer, era quedarse callada. Susana había sido su enemiga desde que las dos comenzaron a trabajar en Startford, y todavía sentía rencor hacia ella, pero había ocurrido el accidente y decidió dejarla en paz, pero desde que se enteró de que había obligado a Terry a casarse con ella sólo por ser la "razón" del accidente, su odio creció más, ya que le había llegado a tomar cariño a Terry desde que trabajó con él. Terry no se veía contento desde entonces, y esa era la única razón, es por eso que Karen no se había molestado con él cuando abandonó el grupo.
    — Esta vez podría ser una oportunidad para dejar a Susana en su lugar y dejar a Terry de un peso menos. Pero ¿cómo? ?cómo lo hago sin causar tanto alboroto? — decía Karen.
    La joven actriz iba caminado por la ciudad sin percatarse de hacia donde iba caminado, hasta que cruzó la calle. Un auto negro muy elegante iba a paso rápido, y como Karen iba sumamente distraída, no se dio cuenta de que éste se avecinaba.
    Todo ocurrió en cuestión de segundos, por suerte el chofer del lujoso auto se percató a tiempo y se detuvo. Karen sólo se quedo plasmada ahí, sin sabe si moverse o qué hacer en el momento, estaba enfrente de la defensa del auto, por unos cuantos centímetros. El hombre que conducía se bajó del auto para disculparse. Estaba muy asustado igual o peor que la joven, pero ella no hacía caso, estaba petrificada.
    Un segundo hombre bajó del auto, y era el mismísimo William Albert, quien estaba también asustado, se acercó a Karen y la agitó para traerla de nuevo en sí. Karen se relajó pero seguía asustada, sólo veía las siluetas de las personas hasta que agitó la cabeza y enfocó la mirada en el joven que la sostenía.
    Pudo notar unos enormes ojos azules, no había visto mirada más tierna que esa.
    — ¿Estás bien? — Volvió a preguntar Albert por quita vez.
    — Sí. — Respondió ella al fin.
    — Me alegra, disculpame, tenía prisa en llegar a mi destino. Fue una imprudencia mía. — Dijo Albert con su voz dulce. — Debería acompañarte a que te revisen.
    — No, estoy bien, joven... — Karen esperó a que respondiera.
    — Oh, lo siento, soy Albert. Ven, debemos ir a un lugar más seguro. — Albert tomó a la joven del brazo y la llevó al otro lado de la calle.
    Mientras el chofer se iba por orden de Albert.
    — Debes aceptar mis disculpas, estoy muy apenado por lo que paso. Nunca había pensando que ocasionaría algo así. — Volvió a insistir el asustado Albert.
    — Descuida, estoy bien, Albert. Acepto tus disculpas. — Karen le regaló una amable sonrisa.
    Albert se quedó conforme con esto, ya que la chica había llamado su atención desde que la vio ahí parada, él estaba igual de deslumbrado.
    — ¿Cómo puedo saber si estarás bien después de que te deje? — Preguntó Albert.
    — Soy Karen Klaiss, puedes buscarme en el hotel de aquí enfrente. No había avanzado mucho, joven Albert. Da miedo saber que casi muero después de donde me hospedo. — Contestó Karen con amabilidad y un tanto juguetona.
    Albert se rio.
    — Lo siento. Bueno, como mi chofer se ha adelantado, puedo invitarte un café, si gustas.
    — ¿Qué? Por supuesto —. Karen se apresuró a decir.
    Los dos comenzaron a caminar hasta encontrar el lugar más cercano para tomar un café, no tardaron mucho. Tal parecía que a Albert se le olvidaba su verdadero destino.
    Mientras tanto Candy aún se paseaba de un lado a otro dentro de su habitación, sin saber qué hacer realmente, había dos hombres grandes fuera de su puerta, y por la ventana, era demasiado escandaloso salir por ahí, estaba atrapada esta vez.
    — ¿Albert, dónde estás? — Candy volvió a rogar, como si alguien pudiera responderle y hacer que su protector apareciera de una vez por todas.
    Alguien abrió la puerta.
    — ¡Albert! — Gritó Candy, pero al darse la vuelta sólo miró a Annie, con la misma cara de preocupación.
    — Candy, no. — Annie negó con la cabeza. — Lamento decirte que Albert aún no aparece, creímos que llegaría de inmediato al enterarse.
    — ¿Enterarse? Annie, ¿sabes qué es exactamente lo que esta pasando realmente? — Preguntó Candy alterada. — La tía abuela quiere casarme de nuevo, sólo que está vez ella escogió al "candidato". ¿Qué hago, Annie? No puedo salir de aquí.
    Tanta era la desesperación de Candy que Annie desconoció por completo a su mejor amiga.
    — No sabía eso, Candy, creí que te había retado por salir en la noche. ¿Por qué lo hiciste. — Reclamó la morena.
    Era como si los papeles se hubieran invertido esta vez.
    — No es el momento de dar explicaciones. Mi futuro está en riesgo. Podemos hablar de eso después, Annie, te lo prometo. Ahora sólo ayudarme a escapar de aquí. Por favor. — Candy tomó las manos de su mejor amiga mientras soltaba algunas lagrimas. — Estoy harta de esta familia, Annie.
    Candy se dejó caer, no soltó las manos de Annie, pero sollozaba de tal manera que hizo que Annie comenzará también a llorar. Sabía que no era de gran ayuda, siempre había sido una miedosa y llorona.
    — No hagas esto, Candy, debes ser fuerte. Tú siempre me enseñaste cómo serlo. ¿Por qué te pones así ahora? Hazlo por ti, se fuerte y afronta está situación, sal y explica a ese joven tus verdaderas intenciones. — Annie comenzó a decir, su voz era tan tranquilizadora que Candy dejó de llorar.
    Las palabras de Annie estaban en lo correcto, al fin había una pequeña solución, sencilla pero daría resultado. Annie se agachó para poder ver a Candy a los ojos, y le dijo:
    — Esa no es la Candy que conozco. Estoy segura de que ese hombre comprenderá. Si tu tía abuela no, igual no hagas lo que tu corazón ni quiere que hagas, sigue siendo la misma rebelde que eras, sonríe, porque eso es lo que te caracteriza, mi bella Candy. — Annie sonaba muy segura y al final sonrió.
    Las dos se limpiaron las lagrimas que habían derramado. Candy se había desvanecido porque se había encerrado en su propia cabeza, cuando la solución estaba tan cerca. Agradeció a Annie por todo aquello, y la abrazó por largo tiempo. Ambas ignoraban la hora de la cita matrimonial, pero disfrutarían un momento a solas hasta que la tía abuela las mandara llamar.
    Ya había pasado un rato desde que Albert y Karen habían llegado al Café. Albert nunca pensó que sería capaz de entablar una conversación así de profunda con una joven, y menos con una tan hermosa.
    — ¿A qué te dedicas, Albert? — Preguntó llena de curiosidad Karen.
    Esto era tan importante para Karen, pero se había dado cuenta de que él no era un cualquiera a juzgar por ese auto, aún así quería asegurarse.
    — No creo que sea tan importante saber a qué me dedico, pero sí quieres saber, hago de todo por aquí. — Contestó Albert con una enorme sonrisa.
    — ¿Ah sí? — Karen no quedó conforme.
    — ¿De verdad te importa tanto? — Preguntó ahora el joven.
    — Pues, no sé si lo notaste, Albert, pero no creo ser la típica chica que sale con un cualquiera. — Contestó Karen con desprecio.
    Albert soltó una risita.
    — No es la primera vez que me confunden con un vagabundo. — Albert se seguía riendo. — Además, querida Karen, no creo que nos volvamos a ver, así que no importa mi trabajo ni mi estatus social.
    — Bien. Me invitas un café para no sentirte tan culpable porque casi me matas. Soy sólo una distracción para no cobrarte algo ¿verdad? — Karen comenzó a acusar a Albert.
    — Estás equivocada, Karen. — A Albert le divertía la forma que se enojaba Karen.
    — ¿Entonces? ¿Es tan difícil decirme a qué te dedicas? Por si no lo sabes estás tratando con una actriz que pronto será la mejor. — Informó Karen.
    — ¡Vaya! Qué interesante, ahora sabemos más de los dos. — Comenzó a decir el joven —. Pero cómo te interesa tanto, te diré. Yo soy uno de los hombres de negocios más importantes del país. Mi nombre es William Albert Ardley. Mucho gusto, Karen.
    Albert había agregado un poco más de misterio a su estatus, pues se había dado cuenta del interés de Karen en eso, pero no le importó. Tal y cómo lo había dicho, era sólo una vez la que se encontrarían. Eso esperaba.
    — Tú... ¿Eres el padre de Candy? — Preguntó ella atónita.
    Tal parece que el enojó de Karen se había ido y sobre todo ese interés sobre el estatus social, ahora había hecho una pregunta que llamó la atención del aristócrata.
    — ¿Qué? ¿Cómo conoces a Candy? — Ignoró la pregunta de su acompañante.
    — La conocí hace mucho tiempo, más de un año. — Contestó ella aún queriendo saber la respuesta.
    — Podría decirse que sí soy su padre. — Ahora fue el turno de Albert.
    — ¿Qué curioso, no? El mundo es muy pequeño. — Karen sonrió. — Anoche la encontré en el centro de la ciudad, yo salí después de un cansado ensayo, me alegró mucho saber de ella.
    Albert abrió los ojos como platos.
    — Karen, ahora que recuerdo. Tengo que ir a verla. Es por eso que iba tan rápido en el auto. — Albert interrumpió a la pelíroja.
    Karen se había molestado un poco.
    — Lo siento mucho.
    Albert abandonó el lugar de inmediato. Había estado fuera de Holmes por asuntos de negocios durante dos días, y en esos dos días no tuvo tiempo de avisarle a Candy. Tal como todos, él no tenía ni idea de lo que estaba pasando en el hotel. Así que emprendió el vuelo hacia allá.
    Karen se había quedado sola de nuevo, pero no le importó tanto, había conocido a un hombre rico, pero lo que más le importaba en ese caso, era la fantástica idea que se le estaba viniendo a la mente. Sonrió con gusto y se salió también del café para regresar al hotel.
    Había pasado el tiempo, y Annie y Candy seguían hablando en la habitación, se hacía tarde pero no le importaba para nada a la rubia mientras no llegara la tía abuela.
    Se habían relajado un poco ya que se habían puesto a platicar cosas que hicieron durante su infancia.
    — Debo decirte algo, Annie. — Dijo Candy. — Anoche, salí del hotel después de regresar, no podía quedarme encerrada por mucho más tiempo, porque creí que si me quedaba aquí iba a explotar por todos mis pensamientos. Además, quería conocer está hermosa ciudad y sus luces de noche, es sólo que se me hizo de noche, muy noche, y me encontré con Edward Foster, el primo de Paty.
    — ¿En serio? — Preguntó Annie sorprendida, ahora sabía de quién se trataba en el artículo. — ¿Qué pasó con él?
    — Me invitó a salir. Nunca nadie lo había echo. Pero no había sido la primera vez él lo hacía. Ayer, por la tarde, me invitó a lo cual le contesté que no, pero al encontrarnos en la noche, no pude negarme otra vez. — Candy informó con su cara llena de preocupación.
    — ¿Por qué?
    — Porque creo que es buena persona, Annie, no podía decirle que no a esos ojos, y es la primera vez que me pasa algo así. Nunca me había rendido ante una mirada. — Candy sonrió por el recuerdo.
    Annie lo notó, así que sonrió un poco, pero no estaba muy contenta, sabía que Candy estaba luchando con ella misma sobre sus verdaderos sentimientos, pero no sabía cómo tocar ese tema, quería que Candy le dijera la verdad de lo que sentía.
    Antes de que Annie dijera algo más, llamaron a la puerta. El corazón de Candy comenzó a brincar de nervios. Miró a Annie y ella hizo lo mismo, sólo que le dio ánimos. Era la misma tía abuela quien había llamado, se llevó a Candy, dejando a una Annie totalmente preocupada.
    Como la tía abuela era tan influyente, pidió una oficina para poder hablar con su sobrina, e incluso ahí sería la cita.
    En el camino, Candy parecía que estaba lleno directo hacia su condena, pues la tía abuela iba detrás de ella como el verdugo. La chica no paraba de suspirar y repetirse de que todo iba a salir bien.
    Cuando llegaron a la oficina, Candy se estaba preparando para encontrarse con cualquier sorpresa, pero al abrir la puerta se encontró con algo tan inesperado que no supo cómo mantenerse en pie.
    No, esto no puede ser, Albert ¿dónde estás?. Pensó antes de desvanecerse.

Eres mi amor eternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora