Cigarrillos sempiternos...

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Los días pasaban a gran velocidad y a cada instante la veía más difusa. Se estaba evaporando delante de mis propios ojos... y no podía hacer nada para evitarlo. Todos los días me sonreía ocultando su tristeza, pero de nada servía, sabía de sobra todo el dolor y sufrimiento que llevaba dentro de ella, y estoy segura de que la mayoría de las veces que se quedaba sola en casa lloraba, lloraba hasta vaciarse, y es que ya no había forma de llenarla de felicidad. Pero es que lo necesitaba. Necesitaba sacar toda la rabia y odio que llevaba encima. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que rió con ganas, ya no recuerdo cuando sonrió con toda su euforia, ya no recuerdo haberla visto feliz. Y yo estaba más que harta. No soportaba  ver cómo se consumía con aquellos cigarrillos que fumaba todos los días; uno detrás del otro, sin cesar. Se consumía como el tiempo, sin poder pararse. Fumaba y fumaba, y no le importaba que discutiera con ella sobre lo mucho que odiaba el maldito olor a tabaco, ella seguía inhalando y exhalando, consumiéndose; era la única manera de aliviar su dolor, pero a su vez la manera por la que moría día tras día un poquito más. Era como buscar una muerte lenta y segura, pero no le importaba, solo pensaba en el alivio que sentía cuando expulsaba aquel humo espeso que llevaba el símbolo de la muerte. La edad tampoco le ayudaba, sus arrugas se profundizan con cada cigarrillo y su cabello iba perdiendo el color castaño que tanto se parecía al mío. Lo que más odiaba era ver la manera en la que sus hermosos ojos verdes se iban apagando poco a poco... Ya no brillaban, ya no tenían ilusión. Se habían cansado de ver tanto mal en su vida. Había hecho todo lo que podía y nadie se lo había agradecido cómo se merecía. Era el pilar fundamental ahora que se había marchado el principal, quedaba ella con un gran cargo que soportar, pero no le quedaban fuerzas ya para usar.
Mamá no te rindas... pensé. Quería ver esperanza en ella, pero no lo conseguía, y si no lo hacía, no lo haría en nadie más. Digan lo que digan; era, es y será la persona más fuerte que he conocido. Y juro por lo que me queda de vida, que la protegeré hasta que aquellos cigarrillos y el mismo paso del tiempo, terminen de consumirla...

Mi pequeña destrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora