Aún recuerdo, con algunas lagunas en mi memoria, aquel estrepitoso día. Sabía de sobra que había más probabilidades de que terminase como yo no quería, pero nunca perdí de vista ese diminuto grano de arena que me daba esperanzas para creer que terminaría bien. Siempre he sido muy ingenua.Y el principal problema es que cada una siempre estuvo en su fatídico mundo. La dependencia nunca fue, es ni será una buena opción, independendientemente del tipo de relación que sea. Aunque siempre estuvimos inmersas en nuestros conflictos personales, sin pensar siquiera en los de la otra, la búsqueda del consuelo era lo que terminaba por, poco a poco, desgastar esa relación. Y yo lo sabía, lo sabía desde hacía mucho tiempo. Pero no hice nada. Me quedé mirando cómo pasaba, sin intentar arreglarlo, viendo venir el final...
Yo en el fondo ya sabía que eso no tenía arreglo. Bien por nuestra situación, bien porque no entendíamos lo que era una sana relación de amistad, bien porque no comprendíamos que cada una necesitaba su espacio, o bien porque ni siquiera quisimos replantearnoslo. No lo sé. Ella también lo veía venir, lo supe el día que todo aquello pasó, y ella tampoco me dijo nada desde el inicio. Prefirió seguir viviendo en la mentira, como yo, aparentando que todo estaba bien, que no nos pasaba nada, que los problemas no iban a disolvernos... A veces querer tanto a alguien puede llegar a dejarte ciego.
Cuando se lo expliqué, no quiso creerme, no quiso ver que yo lo único que le pedía era distanciarnos un poco, no quiso darse cuenta de que ella no tenía la única culpa en todo esto. Lo teníamos las dos. Por supuesto que fue así.
Recuerdo perfectamente cómo la rompía. Recuerdo perfectamente que ni siquiera quiso mirarme a los ojos. Sólo se quedó ahí sentada, mientras yo le suplicaba que dijera algo. No dijo nada. Y yo sabía de sobra que lo único que hacía era martirizarse ella misma, echándose toda la culpa, y claro que, por la rabia acumulada, odiarme a mí durante ese periodo de tiempo.
Después, lo peor fue cuando me despedí, siguió sin decirme nada, creí que todo terminaría así, que hablaríamos quizá mejor otro día. No lo sabía. Le mandé un mensaje diciéndole que volveríamos a ser de nuevo esas hermanas que la vida nos dijo que seríamos al ponernos en el mismo camino. No me creyó. Jamás sentí una decepción tan grande. Jamás. Volví a ella, con la rabia saliendo por todos los poros de la piel. Le reclamé qué cojones le pasaba y por qué no quería aceptar que esto estaba completamente roto y que necesitábamos un tiempo para arreglarlo. No lo entendió. No me entendió. O no quiso hacerlo. Y todo se acabó ahí. Sin más. Sin más explicaciones, sin más llantos, sin más por qués.
Jamás lloré como aquel día, jamás me desgarré tanto por alguien. Jamás. Y recuerdo ese dolor como un momento efímero, pero tan intenso y vivo, que me quemaba el pecho. Me ardía.
Fue en ese momento, cuando fui yo la que se rompió. Y supe que esa grieta no se iba a arreglar nunca porque siempre iba a quedarse así. Porque era una grieta en mi camino, y sabía que cada vez que me diera la vuelta para mirarla, iba a doler como si volviera a revivirlo todo de nuevo.
Y así fue. Y lo seguirá siendo siempre.
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Mi pequeña destrucción
AcakPoco a poco, pequeños pedazos son capaces de unir un corazón roto. Para aquellos que aman la vida pero a veces se pelean con ella. Para aquellos que buscan su alma gemela. Para aquellos que buscan una vía de escape. Bienvenidos a mi mundo, bienve...