El príncipe de Elm Elf

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Nada más entrar el guardia dejó paso a Duff y a su hadita acompañante al interior del gran tronco que se alzaba imponente sobre ellos.
Había una escalera de caracol muy recargada con decoraciones de hiedra y tallados de madera, que subía pegada a las paredes del árbol.
Cada cierto número de escaleras había pasillos con salas y terrazas a lo largo.
A la mitad del árbol estaba el gran salón que utilizaban para reuniones, ceremonias, fiestas y bailes reales.
En el sótano se encontraban las cocinas, los talleres, gremios del pueblo y los calabozos.
Duff lo recordaba todo a la perfección aunque hacía décadas que no venía a aquel lugar.
Resopló al pensar que tenía que subir todas aquellas inmensas escaleras.
Luego recordó que allí era de noche aún, así que podía volar hasta la Copa del árbol, donde se encontraba la sala del trono real, y con ella, el príncipe de aquel fantástico reino.
Senél le seguía divertida a su alrededor.
Aquel tronco era más alto de lo que Duff recordaba.
Al fin llegó a la cima, donde unos altos y robustos elfos guardianes le interrumpieron el paso:
-Alto ahí ¿A dónde crees que vas?
-Dejadme pasar, necesito hablar urgentemente con vuestro soberano.
-Tendrás que esperar, pues ahora está hablando con su hermana.
-¡Pero necesito verlo ya!
-Y, ¿qué es ése asunto tan urgente si puede saberse?
Duff dudó unos segundos.
Entonces pensó que aquella sería la mejor forma de pasar rápidamente.
-¿Podéis decirle algo ahora?
-Lo dudo.
-Oh, vamos en serio que es muy importante, he viajado desde el valle de Verdellano hasta aquí sólo para transmitirle éste mensaje a su majestad. El futuro de todos los mágicos está en peligro, y si me demoro más, el mundo podría dejar de ser tal y como lo conocemos ahora...
los dos guardias se miraron y se pusieron a cuchichear algo en un idioma que Duff no consiguió descifrar.
-Está bien, mi compañero le transmitirá el mensaje al rey,¿ a qué nombre lo pongo?
-Duff, me llamo Duff Burdock.
-Está bien.- se dijeron unas últimas palabras, de nuevo en lo he Duff por fin identificó como un élfico regional, y uno de ellos se dirigió hasta la puerta al final del pasillo.
Duff se puso de puntillas para intentar ver lo que ocurría pero el guardia lo bloqueó con una de sus lanzas.
-Alto ahí amigo. Me caes bien, ¿No querrás acabar en el calabozo no?
Duff arrugó la nariz y torció el bigote.
-Está bien- masculló.
De repente se oyó un silbido.
El otro guardia hizo una seña para que su compañero dejara entrar al mago.
-¿Ves? Yo conozco al rey.
El guardia rodó los ojos y apartó su lanza para dejarle pasar.
-Te estaré vigilando, humano mágico.
-Lo que usted diga elfo sinmagia.- e hizo una burlona reverencia.
Duff avanzó con seguridad a través del pasillo.
Finalmente, con Senèl en el hombro, consiguió entrar en la sala del trono real.
Estaba justo en la Copa del árbol, por lo que estaba cubierta de una cúpula de ramas y hojas.
El suelo estaba hecho de madera del propio árbol, al igual que el resto de bártulos de la sala, incluido el trono, en el que había dibujos de madera tallada con la historia de la familia real.
Tras él, una pared con un dibujo en relieve del árbol genealógico.
Sobre el trono, reposaba Aër, el príncipe y gobernador de Elm Elf.
Llevaba una túnica verde lisa, con bordados de oro, seguramente de símbolos que hacían referencia a su estatus social.
Tenía una diadema de oro, con la forma de unas enredaderas, y en su centro, una esmeralda pulida con forma de gota que, antes pertenecía a su padre.
Tenía el pelo de color castaño oscuro, que además de liso, era tan largo que le llegaba a la cintura.
Sus orejas eran puntiagudas, tal y como su especie se caracterizada, y su nariz era lo suficientemente prominente para que fuera una bella característica de su rostro.
-Bueno Duff, cuánto tiempo viejo amigo.
-No me vengas con ésas ahora, después de que tu padre votara en el gran consejo universal de mágicos nuestro aislamiento en Fairy Oak.
-¿Todavía sigues resentido con éso? Yo no soy mi padre, tengo pensamientos jóvenes que harán avanzar a mi reino y a mis súbditos a una vida mejor.
-Pues entonces, no me ha llegado aún tu carta de disculpa.
El monarca suspiró.
-Está bien, qué era éso tan importante que querías decirme, no tengo todo el día, mi hermana aguarda.
Una elfa de pelo blanco y suelto, tan largo como el príncipe, recogido nada más que con dos trenzas anudadas a los lados de la cabeza esperaba impasible a su lado.
-Está bien, el portal del infierno se ha abierto y el terrible 21 ha vuelto más fuerte que nunca y con más aliados que antes...
Duff explicó los sucesos ocurridos en la última semana tan detalladamente como pudo.
Al final terminó su relato, seguido de unos interminables segundos de silencio en los que el monarca pensaba con preocupación.
Entonces Duff concluyó:
-Así que estamos reuniendo a todos los pueblos de mágicos posibles para acabar de una vez por todas con éste mal que nos acecha desde hace siglos, y encerrarlo de una vez por todas en la Roca de Arrochar.
-¿Y quieres contar con mi pueblo para ello?
-Así es.
El elfo se quedó pensativo unos segundos.
-Está bien, cuenta conmigo y los habitantes de Elm Elf para acudir a la batalla. Tenemos que estar unidos ahora más que nunca, y olvidar nuestras diferencias.
Duff no pudo reprimir una amplia sonrisa de gratitud, que no necesitaba palabras para ser comprendida por el príncipe.
-Bueno viejo amigo, no esperarás quedarte ahí, ¡Nodriza, acompaña a éste hombre hasta su cuarto provisional!
-Como desee majestad.
La elfa hizo una señal a Duff para que le siguiera por los infinitos pasillos del Castillo-Árbol.
Cuando Duff se alejó, la hermana del príncipe le miró con preocupación.
-Hermano, ¿podemos confiar en él? ¡Es un humano!
-Tranquila Ninfia, es de fiar aunque no lo parezca, le conozco  desde siempre. Luego iremos a rezar a la Diosa y a comunicarle el mensaje al pueblo.
-Espero que tengas razón...

*Fairy Oak, Un Nuevo Comienzo*©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora